Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

 

Si hacemos memoria, en las últimas semanas los medios nacionales mencionaron comunicaciones entre nuestro gobierno y el americano, en referencia al aumento de aranceles en acero y aluminio; Argentina no recibió dichas tasas de forma temporal. En nuestro caso el volumen es bajo: enviamos 0.6% del acero total que importa USA y 2.3% en aluminio (de los 8.000 millones de dólares en importaciones de aluminio Argentina rondaría los 160 millones de dólares anuales). A volumen de países no es algo que altere una economía como la americana. La medida de Trump en su “guerra comercial” fue aplicada en general pero apuntaba a un estado en particular: China.

No es nuevo que la balanza comercial entre Estados Unidos y China favorezca más a los asiáticos: en 2000 rondaba los 100.000 millones de dólares, el ingreso a la OMC junto con el desarrollo del gigante asiático aumentaron dicho déficit hasta casi cuadruplicarlo. Si a eso le sumamos el cambio de su matriz productiva (China está haciendo la transición de fabricar en volumen y barato hacia diseñar productos con patentes propias) la competencia comercial entre productos de ambos países empieza a preocupar a los industrialistas norteamericanos.

Trump, fiel a su estilo empresarial, venía prometiendo posiciones más duras para solucionar el problema. A principios de marzo aplicó aranceles al acero y aluminio(un guiño al cinturón industrial del centro-norte del país). Si hacemos memoria estados como Michigan, Indiana, Pennsylvania, Ohio fueron donde el hoy presidente se hizo fuerte. Con tasas del 25% al acero y 10% al aluminio (dentro de un listado de alrededor de 1.000 productos) Trump inició la guerra comercial con China. Fundada en un diferencia entre exportaciones e importaciones más las acusaciones hacia el país asiático por violar derechos de propiedad intelectual (patentes) los montos de dichas barreras arancelarias (una vez agregadas las futuras) podría rondar los 50.000 millones de USD.

¿Cómo respondió China?

Cortito y al pie. Si los americanos ponen sanciones globales, ellos les contestan con específicas. 128 productos americanos ahora tienen una tasa más elevada, lo que podría incurrir en unos 3.000 millones de USD en gravámenes. Bienes como cerdo (China es el mayor consumidor a nivel mundial), aluminio reciclado cuentan con un 25%, mientras que otros como frutas, vino con un 15%. Para la gran mayoría de países las medidas americanas implican (por la brecha entre las economías) intentar negociar y tomar una postura conciliadora. China simplemente contrarresta.

¿Es efectiva la guerra comercial?

Aún es temprano para determinarlo, pero de escalar las medidas habrá un impacto real en ambas economías, aunque ambos países lo nieguen. Estados Unidos y China representan el 40% de la economía mundial y tienen un gran volumen comercial entre ellos. El 22% de las importaciones americanas son Chinas, con casi 500.000 millones. Las exportaciones rondan el 115.000 millones.

Si vamos a lo concreto, los dos están en un golpe por golpe; el tema es que es más el ruido que lo que lastiman. ¿Qué quiero decir? Los números y las declaraciones impactan más que las medidas: Estados Unidos es una economía que se basa en los servicios (90%) y es su principal exportación a China. En el caso chino los americanos son un importante socio comercial, pero no de materiales como los que apunta Trump, sino productos elaborados. China produce acero y aluminio pero para consumo propio; el acero que exporta se queda en Asia y el aluminio (en el caso de las placas) que sí le vende a USA representó 820 millones de dólares en 2016, en una economía que exporta 2 billones de dólares no es plata.

Trump mantiene una dialéctica que estableció durante las elecciones prometiendo la vuelta del sueño americano, una vuelta hacia los 50’s, donde ciudades como Detroit eran la fábrica de autos del mundo y la industria de metales alimentaba los pequeños pueblos del norte del país. Lo cierto es que el trabajo industrial requiere mano de obra intensiva y costos bajos; por eso cuando los países alcanzan determinado punto en su desarrollo dichas industrias son movidas a lugares donde el costo sea más bajo. Estados Unidos hoy no es rentable para la manufactura, como lo está dejando de ser China, por lo que movió su producción a otros territorios. La industria de servicios (logísticos, salud, educación, bienes culturales, etc) genera más dinero, no es tan dependiente de los costos y la selección del consumidor está más atada a lo que denominaríamos la cultura pop (qué ver, que escuchar, etc). Sin profundizar el tema, podríamos decir que USA es el campeón en estos rubros: cine, música, televisión, qué hacemos en internet y cómo lo hacemos. Pongamos un ejemplo: Pixar, las películas animadas. Hoy por hoy tienen la vanguardia tecnológica y aunque una empresa china pudiese replicar tecnológicamente el mismo sistema a nadie se le ocurriría ni siquiera mencionar competencia. La empresa está arraigada en nuestros patrones de consumo y su nombre ya nos da una señal de calidad. Este bien cultural altera elementos en las generaciones que los consumen (el famoso ejemplo de los niños y el español neutro proveniente de los programas infantiles).

Trump promete cosas lógicas: generar más trabajo en las zonas más relegadas del país, el problema es las medidas que aplica: una guerra comercial con China no va a generar empleo de calidad a la larga en el interior, sino que reabrirá por un tiempo fábricas que forman parte de un modelo productivo del siglo pasado.

¿Afecta esta guerra comercial a la Argentina?

Directamente no. Las medidas aplicadas hasta hoy son entre los dos gigantes, habrá que ver si Trump mantiene la excención de estas tasas para nuestro país. Que haya una nueva corriente proteccionista tiene impacto en el comercio mundial, abriendo la puerta a que otros estados comiencen a poner aranceles. Lo cierto es que, salvo casos específicos, los países no alteran sus aranceles porque entienden que dichas medidas inician un efecto dominó entre las naciones, lo que termina volviendo el comercio más impredecible y lento. Durante las reuniones de la OMC China lideró el lobby liberalizador del comercio mientras que Estados Unidos proponía más regulaciones y trabas; los roles históricos están invertidos.

Argentina no se ve afectado pero se le abre una oportunidad interesante. Teniendo en cuenta que en ambos casos la balanza comercial nuestra es deficitaria y para el volumen de ambas economías somos pequeños, por lo que es difícil que cualquiera de los dos salga a aplicar barreras arancelarias hacia nosotros. Estos nuevos impuestos se aplican en productos donde Argentina compite con Estados Unidos. Sea vino, granos (soja, sorgo), metales o carnes. Tener arancel diferenciado nos ofrece una ventaja competitiva ideal para nuestros productos, por lo que de mantenerse este conflicto comercial muchos de los países que ofrecen estos bienes verán un pequeño crecimiento por derrame; si es más caro comprar en USA, se busca un reemplazo.

Del otro lado (lo que China le vende a USA) no tenemos tanta suerte: en su mayoría refiere a maquinaria electrónica, celulares, computadoras, así como textiles y plásticos entre otros.

Más allá del volumen de intercambio, lo que generará una extensión prolongada de esta tensión es un realineamiento en lo comercial, abriendo las puertas a mejorar relaciones en base a las nuevas oportunidades. 

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