Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

 

Hace un tiempo, hablando sobre la selección, recuerdo que alguien me mencionó un partido con Israel medio en tono jocoso. La verdad no le di mucha importancia (mala mía) porque pensé que se jugaría en Haifa, Tel-Aviv o Jaffa (históricamente una ciudad aparte hoy integrada a Tel-Aviv) como dicta la lógica. Son ciudades con muchísimo atractivo, tienen estadios y las distancias en Israel no son tan prohibitivamente grandes como para perderse el partido. Hace unas semanas en otra charla de fútbol me confirmaron que era en Jerusalén (originalmente estaba propuesto en Haifa). Me causó gracia el poco tacto de los organizadores, pero no me sorprendió: La AFA no es conocida por su previsión. No vengo a traerles chusmerío o dato interno del plantel, sino a ofrecerles una perspectiva más política del evento.

Tel-Aviv
Haifa
Jaffa

Quizá suene pedante, pero no esperaba mucho más de los cráneos de VIamonte: no deben haber indagado más que en el monto y la fecha. Vieron los supuestos dos millones de dólares, cerraron los ojos y firmaron. Nadie pensó en el conflicto que desataría jugar en una ciudad que es un área gris del derecho internacional hace más de medio siglo. Chiqui Tapia y compañía quizá no estén en tema, pero una asociación que maneja semejante presupuesto debería tener partida disponible para consultores: no hace falta llamar a una eminencia, cualquier estudiante de carreras afines o especialista en Medio Oriente iba a decir algo parecido “jugar en Jerusalén va a traer cola con los fanáticos musulmanes y árabes”. 

El Islam tiene 1.600 millones de seguidores aproximadamente, la gran mayoría de los identificados en la etnia árabe profesan la religión, pero no son el volumen de los fieles: países como Indonesia, India, Pakistán, Bangladesh y Nigeria aportan más de la mitad del total. No todos los musulmanes se hubiesen sentido ofendidos por el partido, pero la gran mayoría de los árabes sí. La cuestión palestina, como describimos en artículos anteriores, es un elemento de unión como nación (si hablamos del Panarabismo) que cruza fronteras de países enfrentados y acerca posiciones entre laicos y religiosos. La percepción de una Jerusalén tomada ilegalmente post guerra árabe-israelí en 1948 es el origen del conflicto de la Guerra de los Seis Días, el conflicto con el Líbano en los 80’s y las intifadas; ese es el origen de la violencia, sin importar quién crea uno que tiene más derecho de reclamos: si el Estado de Israel o el de Palestina.

La seguridad de los jugadores argentinos nunca fue un problema: las fuerzas de auto defensa y los servicios de inteligencia hubiesen hecho lo imposible para asegurar el normal desarrollo del evento deportivo. A Messi nadie lo iba a lastimar. La selección (el plantel) decide no asistir, según entiendo yo, por una simple razón: no quedar atrapados en una situación política extremadamente compleja. La cosa es sencilla: los jugadores de fútbol quieren jugar al fútbol. Algunos serán más políticos que otros en temas internos, pero el conflicto palestino israelí es demasiado extenso, complejo y carga con demasiada sangre como para meterse sin que lo llamen. A las marcas de indumentaria no les conviene que sus representantes queden pegados en el medio, lo mismo que a los jugadores.

Vendrán en el medio las suspicacias: que si las demostraciones las organizó tal o cual grupo. Que tanto le insistió Netanyahu a Macri para que interceda por el partido, el involucramiento de Hamás, cuánto pesó la postura de Messi y su familia o si la idea de suspender surgió del grupo. Los anti-Messi nos dirán que “Maradona iba y lo jugaba en el medio de la Franja de Gaza” avalando la postura de Israel sobre una cuestión de temor de los jugadores argentinos. A ciencia cierta no sabemos, pero la reticencia de involucrarse en contra del caso palestino no es un hecho aislado. 

Hace no tanto, cuando USA defendió la represión el día del traslado de la embajada, la representante del país del norte en Naciones Unidas Nikki Haley recorrió el recinto de la Asamblea General buscando aliados, pero nadie quiso apoyar la postura. La comunidad internacional condena la actuación de Israel, que es un avance de lo que veíamos hace 20 años, donde los países más importantes hacían la vista gorda. Hoy no hay sanciones por parte del Consejo de Seguridad por la postura activa de veto de los Estados Unidos (solo los miembros fundadores pueden ejercerlo).

La selección argentina, sea por cualquiera de las razones mencionadas, tomó una posición que se encadena con el pensamiento general del resto del mundo: no avalar a Jerusalén como una ciudad libre conflicto. El problema no viene por ese lado, sino por la improvisación argentina: firmar algo sin conocer la profundidad de lo que esto implica, cancelar un partido sobre la hora y dar una conferencia de prensa donde quedan más preguntas que respuestas.

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