En una semana donde aquí en Argentina cierran las comisiones de debate por la legalización del aborto, aparece una noticia referente al tema en el viejo continente: luego de un referéndum la República de Irlanda comenzará el proceso de regular una nueva ley sobre el aborto.
Lo curioso del caso irlandés es que uno de los elementos de identificación nacional históricos (que define a un pueblo como una nación) es el catolicismo. Con las leyes más restrictivas en el continente europeo Irlanda rompió el 25 de mayo con uno de sus últimos tabúes: la libertad de decisión sobre la interrupción o no de un embarazo. Con la caída de la octava Enmienda, instituida en 1983 a través de la misma vía, se abre la puerta a una reglamentación diferente: antes el no nacido tenía el mismo derecho a la vida que una mujer embarazada.
Con una participación récord el 66% de los votantes dijo sí a remover la enmienda; el doble de los que optaron por el no. Los pro elección fueron una abrumadora mayoría, algo que las alas conservadoras del país no esperaban (por lo menos en ese volumen). Irlanda siempre fue uno de los países más conservadores en cuestiones de libertad de género: el divorcio se volvió legal en 1996. El debate llevó años de “pequeñas victorias” como fuese en 2013 la interrupción en caso de riesgo de vida de la madre, sea físico o psicológico. Lo más extraño de todo, es que los países parte del Reino Unido, a excepción de Irlanda del Norte, el aborto está legalizado. Era común escuchar las historias de irlandesas que viajasen a Inglaterra (principalmente Liverpool por una cuestión de distancias) para interrumpir un embarazo y volviesen en el día [CNN realizó en su edición del habla inglesa una recopilación de testimonios]. ¿Qué trato de decir? Los abortos de mujeres irlandesas ya existían, ahora se abre la posibilidad a todas las clases sociales: ya no es necesario contar con los recursos para trasladarse a otro país.
El referéndum irlandés presentó un caso particular: jóvenes de los Estados Unidos, parte de las organizaciones anti-aborto, que hicieron campaña por el no. Con financiamiento de los mismos grupos pro vida, un pequeño grupo de americanos salió a hacer campaña por Dublín, equipados con cámaras para su “seguridad”, se acercaban a los transeúntes para convencerlos de votar no. Los irlandeses pro elección más que ofendidos se vieron sorprendidos por dicha medida que de poco sirvió: la elección no estuvo cerca.
En la Unión Europea solo un país prohibió el aborto (Malta) y dos lo tienen reglamentado: Irlanda del Norte (sólo en caso de riesgo mental o físico de la madre) y Polonia (riesgo de la madre, violación, incesto o problemas en el feto). Todos países con fuerte presencia del Vaticano.
[Dato curioso: en Polonia hay 17.533 iglesias y capillas para 38 millones de habitantes; Argentina tiene, según estadísticas de 2001, menos de la mitad].
Como era de esperarse, los representantes irlandeses de la Santa Sede salieron con los tapones de punta: votar por el sí es pecado. Igualmente quiénes se confiesen recibirán la misma compasión que cualquier penitente según el Obispo Doran. La iglesia entendió con el referéndum que ya no tiene el peso de años anteriores y su rol en la formación cultural del irlandeses es de menor envergadura. El Arzobispo Eamon Martin hizo referencia a las “dos vidas” algo que venimos escuchando bastante acá del lado más conservador. También tuvo un análisis más profundo, haciendo referencia a cómo el país pasó a convertirse en una democracia liberal occidental. No hubo grandes autocríticas; según entienden desde el arzobispado los irlandeses se han vuelto católicos a la carta: tomando lo que les queda cómodo de la fé y no cumpliendo con los ritos.
¿Cómo afecta a la región?
Irlanda venía corriendo desde atrás la carrera: casi todos los países del continente ya habían reglamentado una ley pro decisión, sea en mayor o menor medida. Al que influencia directamente es Irlanda del Norte y le tira la responsabilidad a la primer ministro inglesa May. Irlanda del Norte hoy está con un gobierno provisional; por lo que habilitar un voto libre sobre el tema del aborto tendría que salir desde Westminster. Recordemos que ingleses e irlandeses del norte no tienen la mejor de las relaciones (los disturbios de Belfast en 1969 y la histórica presencia del IRA, desmantelado hace 10 años). Si desde Inglaterra se toman decisiones sobre cuestiones de fondo la relación podría enfriarse. El gabinete de May espera poder “patear” el asunto hasta que la asamblea en Stormont vuelva a estar operativa. Lo cierto es que las condiciones no están dadas para que Inglaterra legisle por Irlanda del Norte y si así fuese, tampoco los votos están asegurados.
Hoy por hoy hay un reclamo del Norte para tener el debate, pero al tener acceso al aborto en todas las regiones limítrofes y la crisis institucional que vive el país compra algo de tiempo. Todos, sean estados vecinos o los propios irlandeses del norte, esperan llevar adelante un debate serio donde todas las posturas sean escuchadas, pero lo cierto es que la restitución del poder compartido no tiene vistas de solucionarse en el futuro inmediato.
Reflexión
El caso irlandés es un poco más extremo que el argentino en sus bases: el sustrato cultural propiciado por el catolicismo podría interpretarse más fuerte en el estado europeo. Además, en nuestro caso, la decisión la tendrán aquellos que elegimos (o nos tocaron) como representantes en el legislativo nacional; no es una cuestión de voto popular directo. Según las encuestas, si los argentinos votasen, la legalidad del aborto tendría una reducida preferencia por sobre continuar con la legislación actual. La clave serían los indecisos que podrían dar ganadora a cualquiera de las dos opciones. El aborto es un tema polarizado en Argentina, con posiciones diametralmente opuestas ya sea por fé o por convicción ideológica.
Para cerrar, me gustaría dejar una frase de una irlandesa académica sobre cuestiones de género en su columna post votación:
(Sobre el referéndum)
“No me siento fantástica. No me siento alegre. Hablando con varias mujeres a lo largo del fin de semana, sé que no estoy sola. Si, nuestro país finalmente reconoce nuestra humanidad, reconoce nuestro derecho a autonomía sobre nuestro cuerpo, reconoce que somos más que vientres y recipientes. Pero francamente, esa es una vara bastante baja y que llega tarde.”