Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Semana Santa, para algunos la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurección de Jesucristo, para otros un fin de semana largo. Religioso o no, hay ciertas tradiciones que perviven: sea el ayuno, no comer carnes o visitar el Via Crucis en la ciudad.

Hoy les quiero contar un caso un tanto particular: Filipinas. Si vamos un poco para atrás el archipiélago de islas tuvo presencia islámica en el Siglo XIV, quedando hoy cerca de un 10% de profesos. Lo importante para nuestro artículo refiere a la colonización española, que al igual que en América, llevaron el catolicismo a todos los rincones del país. Con más de tres siglos de dominación (hasta principios del XX) la religión se afianzó en la nueva cultura del territorio. Luego de la guerra Hispanoamericana y la anexión de Filipinas junto con Cuba (bajo tutela), Puerto Rico y Guam por parte de Estados Unidos la tradición se mantuvo; es el día de hoy que encontraremos nombres, apellidos, calles y ciudades típicamente españolas en Filipinas.

En lo referente a la espiritualidad los filipinos tomaron una interpretación más que interesante (como fenómeno sociológico) de la festividad cristiana. Para ponerlo en simple: en determinadas localidades, como San Fernando (a menos de 100 km de Manila, su capital) hombres, en pos de cumplir promesas o agradecer bendiciones, se someten a las tribulaciones por las que pasó Jesús en la Pasión. Si, leyó bien: estos hombres cargan una cruz de madera por kilómetros para luego ser clavados a élla. En algún punto la tradición se deformó y el camino de Cristo se convirtió en una forma de ofrenda o cumplir una promesa; como sería aquí ir caminando a Luján para agradecer a la Virgen. La tradición nos resulta extraña y hasta violenta, pero para ellos se ha convertido en una atracción turística: más de 50.000 visitan al ciudad para ver el evento.

A su vez, nos encontramos con otros que realizan actividades de autoflagelo, representando los latigazos que recibió Jesús, utilizando látigos con vidrio. Para ellos es una forma de agradecer la buena fortuna. Sin entrar en un análisis profundo diremos que dichas interpretaciones derivan de una cultura fuertemente animista y chamánica; donde la representación y emulación es parte fundamental del ritual. El sustrato filipino está fuertemente arraigado a este tipo de tradiciones; la colonización española sólo cambió hacia quién es la devoción.

¿Qué dice la Iglesia?

En una variedad de oportunidades el Vaticano se ha pronunciado en contra de dichas actividades pero no las condena; recordemos que junto con Corea (del Sur) son los dos bastiones cristianos en Asia. Se le recomienda a los feligreses abstenerse de martirios innecesarios, pero se respeta la decisión de seguir el camino del mesías.

Lo cierto es que la tradición no es propia cristiana, sino parte de una amalgama propiamente filipina; lo que los pueblos originarios profesaban se sumó a lo que inculcaron los conquistadores dando origen a una peculiar actividad celebrada por pocos pero observada por millones.

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