Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

La República Islámica de Irán parece siempre estar en las noticias; sean las locales o internacionales. Hoy Irán es noticia por las revueltas comenzadas el día 28 de diciembre, que a lo largo de una semana dejaron un saldo de 21 muertos y 450 detenidos. Las demostraciones anti-gobierno son las más grandes desde la revolución verde en 2009.

Para entender el por qué de las revueltas y no reducirlas simplemente a un aumento de precios es necesario analizar cómo está compuesto el país y quiénes concentran el poder. Legalmente, es una república islámica, diríamos entonces que es un sistema político fundado en la ley (en este caso la sharia o ley islámica), autónomo e igualitario. Hasta aquí diríamos, sacando la sharia, que con matices el sistema es similar al nuestro. Hay poder legislativo, ejecutivo y judicial, los cuáles tienen una serie de pesos y contrapesos para controlarse mutuamente, el “problema” inicia cuando consideramos las características religiosas del territorio. Irán es un país islámico chiíta, la cual es una rama del Islam que proponía a Alí, primo y yerno de Muhammad (el Profeta), como sucesor. Al no realizarse dicha sucesión fueron perseguidos y asesinados por los sunitas (la rama mayoritaria del Islam). Una de las tantas diferencias entre sunnitas y chiitas es que estos últimos cuentan con figuras religiosas que ofician como referentes. En la tradición sunnita el rezo puede estar dirigido por cualquier miembro de la comunidad, en la tradición chiita hay un clérigo estructurado. Sin entrar en demasiado detalle de la estructura, haremos mención al segundo rango más importante y quizá el más conocido: el Ayatollah. Significa señal de Allah y refiere a los expertos en ciencias islámicas, que abarca desde jurisprudencia, filosofía y moral. Si hacemos memoria, en Irán a partir del 1979 cae el gobierno pro-occidental monárquico del shah Mohammad Reza Pahleví como consecuencia de una serie de manifestaciones islámicas lideradas por Ruhollah Khomeini, quién con el título de Ayatollah fue líder supremo del país hasta su muerte. Este proceso es conocido como la Revolución Islámica.

Ahora bien, contamos con una nueva variable: la figura del Ayatollah. Dentro de la constitución nacional , en su quinto artículo, se establece el concepto de Guardián Jurídico Islámico. A su vez es comandante de las Fuerzas Armadas y los poderes ejecutivo y judicial quedan bajo su disposición. Tocando el tema de forma superficial diremos que el Ayatollah tiene potestad de seleccionar miembros para la cámara alta, conocida como el consejo de guardianes, así como influenciar las posiciones políticas y la agenda; en otras palabras la gobernabilidad depende del visto bueno del líder religioso. Otro factor de poder importante en la República Islámica de Irán es la del Ejército de guardianes de la Revolución, que opera de forma independiente al ejército convencional y tiene por función resguardar la revolución. Podemos apreciar una yuxtaposición entre religión y estado; de facto, Irán es una teocracia.

Las revueltas

Comenzó como un juego político entre los ultraconservadores y el gobierno de Rohani (actual presidente), quién busca ofrecer mayores libertades. Impulsada la revuelta, el reclamo viró a favor de las clases bajas y medias, que bogan por libertades personales, mejoras en la economía y un combate a la inflación. 21 muertos después el gobierno iraní dió por terminada la sedición 1396 (el año según el calendario iranio). La concentración de los que piden cambio estaba compuesta en su mayoría por hombres jóvenes, que buscan mejores oportunidades laborales y una mejor calidad de vida, elemento que se ha empobrecido a lo largo de los años. Un elemento nuevo es la restricción por parte del gobierno en aplicaciones como Instagram y Telegram; algo que nos trae recuerdos de lo que conocemos como la Primavera Árabe: las redes sociales organizan a las masas sin líder.

Las contramarchas, que el Estado mencionó como multitudinarias y compuestas por una variedad de iraníes, fueron en realidad demostraciones pro-gobierno, donde se vieron a hombres mayores con banderas del país y fotos del presidente.

Como si esto fuese poco se suman las declaraciones, incendiarias como siempre, del presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump. En su línea, acusó al gobierno iraní de corrupto y envió su apoyo a los manifestantes diciendo: “Ustedes verán el gran apoyo de los Estados Unidos en el momento apropiado.” Dichas frases, más la de funcionarios americanos en la misma línea, llevaron a reclamos de Irán ante Naciones Unidas.

El líder supremo, Ayatollah Ali Khamenei [Nota: Khamenei sucedió a Khomeini luego de su muerte; se desempeñó como presidente entre los años 1981 y 1989] declaró, muy en su línea, que los enemigos de Irán han generado disturbios, sugiriendo una guerra subsidiaria [Nota: en referencia a los conflictos que se desarrollaron en el contexto de la Guerra Fría, donde la URSS y USA utilizaron a intermediarios para los conflictos bélicos]. Khamenei no es ajeno a utilizar una retórica donde los imperios externos son los culpables de las condiciones del territorio.

Haciendo una recapitulación:

  • Hubo un incremento en el costo de vida, consecuencia de la inflación.
  • El problema del desempleo: los jóvenes no pueden acceder a buenas oportunidades laborales.
  • La desigualdad social.
  • La economía iraní depende del valor del crudo (58% de sus exportaciones), el cual no obstante de tener un precio favorable, se ve debilitado con la baja competitividad de las compañías.
  • El estado controla gran parte del flujo económico, la actividad privada es rara y restringida en gran parte, ya sea por gravámenes altos o trámites burocráticos extendidos.

Dichos elementos fueron utilizados por ambos bandos políticos; sean los ultraconservadores para debilitar al presidente Rohani y su alianza con los reformistas o este mismo no atacando directamente las manifestaciones , cuando la misma tomó un tinte más occidentalista. El pedido por libertades individuales y mejoras en la economía servían más al propósito de las reformas propuestas por el presidente, en oposición al Ayatollah Khomenei.

Sin llegar a definiciones absolutas podemos establecer que las revueltas iraníes representan una crisis política en el territorio, con posiciones enfrentadas entre los más conservadores y los reformistas; que proponen cambios graduales en apartados políticos, sociales y económicos. El inicio de la revuelta provocado por los líderes religiosos ultraconservadores de las regiones periféricas, pero la propia masa puso sus reclamos como estandarte y al no poder ser controlada, fue tomada como desestabilizadora y manipulada por los Estados Unidos. El conflicto fue “resuelto” por las autoridades dejando una sensación: “Nada cambia en Irán”.

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