Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Existe una teoría desarrollada en el campo de la robótica llamada síndrome del valle inquietante (o uncanny valley). Ella sostiene la incomodidad ante la apariencia de ser humano real de una figura antropomórfica. Esta curva o “valle inquietante” (que abre la puerta de la sospecha y la desconfianza en nuestra mente) fue desarrollada por un experto en robótica llamado Masahiro Yori. En su ensayo explicaba que los robots son aceptados de buen agrado cuando más cercana es su apariencia a los seres humanos reales. Sin embargo ante ese parecido emerge un miedo natural ante ellos. Esa sensación de extrañeza es la que nos hace transitar hacia la desconfianza. Sería un efecto próximo a la ambigüedad entre lo humano y lo artificial. Dicha teoría sigue siendo estudiada desde el origen que fundamentó en el año 1970 Masahiro Yori, no obstante la comunidad científica se ha mostrado escéptica al respecto.

En el año 1950 Isaac Asimov (Petrovichi, Rusia 1920- Nueva York, Estados Unidos 1992) escribió “Yo, robot”. Aunque este libro alcanzó la popularidad de la mano del cine. 

En este relato Asimov se centra en la evolución del robot interactuando con los humanos y su mundo. Mientras tanto con la ayuda de las tres leyes de la robótica (1-“Un robot no debe dañar a un ser humano, por su inacción, dejar que un humano sufra daño. 2- Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera. 3- Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda de las leyes”) la psicóloga especialista en robots Susan Calvin recuerda una serie de sucesos en relación a su trabajo en la compañía que los fabrica.

Así Asimov instalaba un colaborador en la casa, un compañero, una ayuda, pero al mismo tiempo podríamos preguntarnos si es un competidor potencial, un enemigo latente, un sujeto perturbador o un ser siniestro. Estos interrogantes nacen de lo más profundo de la propia naturaleza humana. El temor juega su mejor carta.

Tal vez hoy nos encontremos en los inicios de la “Cuarta Revolución Industrial” sujeta a la inteligencia artificial. Ello pone el foco en la mente humana y puede descifrar su comportamiento ligado al aprendizaje automático. En cierto modo el mundo de los objetos carece de emoción, expresión, creatividad, espíritu crítico e imaginación. Esas pueden ser las cartas que ganen la partida unidas al rechazo de la semejanza de la imagen que desemboca en una fría máquina. Bienvenidos a la teoría del “ valle inquietante”.

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