Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Sin dudas, el beso es un gesto cargado de significado amorosa. Se cree que el acto de besar como tal nació en la Mesopotamia, pero algunos antropólogos estiman que esta acción evolucionó partiendo del beso materno. Así mutó hacia una práctica afectuosa, vincular y sexual relacionada con vínculos más amplios.

Los textos sánscritos, cuyo origen asoma en la India (cercanos al 1500 a C.), hacen referencia a los besos relacionados a diversos actos rituales donde la conexión espiritual tomaba el escenario por completo.

Pero los romanos fueron los responsables que la costumbre de besarse se dispersara por todo Europa. 

Si bien el beso es una práctica combinada de la cultura india y mesopotámica, se cree que Carlo Magno (o Carlos I el Grande. Herstal, Bélgica 742, actualmente territorio alemán, Aquisgrán, Alemania 814) fue el importador de tal costumbre a los pueblos conquistados. Aunque vale la pena aclara que practicaban distintos tipos de besos: los osculum o formales, los basium o amistosos y los suavium o amorosos (con estos últimos se acortaba la distancia a su mínima expresión). 

Horacio Quiroga (Salto, Uruguay 1878- Buenos Aires, Argentina 1937) escribió el cuento “Los tres besos” (a este lo podemos encontrar en la antología “El Desierto”, publicada originalmente en el año 1924) en el habitaba un hombre con el deseo irrefrenable de conocer el amor pleno. Sabía o intuía que pronto llegaría su muerte y ese anhelo lo llevó a conocer al ángel de la guarda. Dios había enviado a su mensajero con el propósito de concederle el último deseo. 

Tres oportunidades, tres besos, tres mujeres. Sensaciones, tensiones y preocupaciones que lo acercaban al amor, el deseo y la felicidad. Una elección y después arrojarse a los brazos del inevitable destino.

Como casi siempre los personajes femeninos que creaba Quiroga se muestran etéreos, escurridizos, hacen que el mundo tenga sentido y los conflictos nacen a su paso. En cambio los personajes masculinos llegan a comportarse de forma irracional ante tanto encanto y misterio.

El beso pintado, mostrado, filmado, dispuesto en la literatura nace y muere en la boca. Existen besos famosos dentro del campo de la literatura, pero el más glorioso se reconstruye en nuestra imaginación en “Rayuela” (publicado en el año 1963) de Julio Cortázar (Bélgica 1914-Francia 1984) ese que increíblemente comienza en las manos, apura su acción en los dedos y concluye en un eterno silencio.

Napoleón Bonaparte (Ajaccio, Francia 1769-Longwood, Santa Elena 1821) escribió a su amada Josefina.” Te envío tres besos: uno a tu corazón, otro a tu boca y otro a tus ojos”. Además de un valeroso guerrero y estadista, un romántico irremediable.

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