Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

En “Hacer el mal” publicado en el año 2018 por Julia Shaw (psicóloga y escritora germano canadiense nacida en 1987) reflexiona en torno a la fuerza que motoriza la capacidad de hacer daño, con vigor lo sujeta a las ideas que desarrolla en el campo de la psicología.

Esta psicóloga también es una prolífica escritora y sus investigaciones se han cimentado en la influencia de los recuerdos sobre la memoria y la construcción de ellos. Cree así que estos son manipulables y frágiles. Junto al análisis de la moralidad y gracias a la psicología social, actualmente se sabe que las circunstancias del entorno pueden condicionarnos en nuestros comportamientos. 

Somos potencialmente malvados. Todos tenemos un lado oscuro. Cuando Shaw analiza en profundidad este supuesto cree que también debemos ser más cautos en las interconexiones sociales que establecemos.

Aunque el mal es meramente subjetivo. Quizás por ello se pregunta si hay rangos para la maldad y su concepto más amplio nos puede remitir a una infidelidad o a un crimen. Entre ambos extremos que podría llegar a existir: ¿un robo?, ¿una propuesta deshonesta?, ¿una estafa virtual? Nada es tan relativo, ni tan absoluto. Todo dependerá del lugar que ocupamos en la cadena social. Si soy vegetariano tal vez la peor maldad sea convertir en cadáver a un ser vivo para consumirlo. Algunos aducen que el hambre puede ser saciado con otros componentes. 

Así mientras vamos transitando este libro que nos acerca a la “neurociencia del mal” vamos pensando cuan sádicos somos, en qué punto dejamos de ver al otro como un ser humano, cuál es el precio de la deshumanización, cómo y cuánto lo justificamos.

Opina que no es tan fácil etiquetar como “malo” a alguien envuelto en su contexto y atado a sus acciones. En esencia el mal ¿nace, se hace o se construye? Parece ser que hay infinita cantidad de preguntas sin respuesta, pero aún así se continúa observando, dirimiendo, indagando y reajustando consideraciones. Para no discurrir sólo en ideas oscuras nos quedamos con una frase de Julia Shaw que dice:” La mente humana es un laberinto infinito de emociones y pensamientos, difícil de comprender en su totalidad”. Parece ser que hay esperanza.

El misterio de los enlaces de nuestra propia mente nos invita a repensar para alcanzar el autoconocimiento y el bienestar emocional. 

A trabajar valorando lo bueno que nos sucede y cultivando hábitos saludables.

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