Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, Argentina 1941-2010) es quizás el narrador más original de América Latina. Recién en el año 1983 publicó su primera novela, ella fue “Los pichiciegos”.

Nada es más difícil que contar sucesos que nos son contemporáneos, por ello la crudeza y la intensidad del relato de la Guerra de Malvinas crece adentrándose en las cavidades más profundas de un grupo de soldados argentinos que andan a tientas en una cueva subterránea. Son verdaderos pichiciegos o armadillos o mulitas o peludos (según se lo denomina en cada región). Ellos son sinónimo de la oscuridad, el letargo, la espera y la vacilación.

Aunque resulte contradictorio el titulo “Los pichiciegos” adiciona versiones de una batalla subterránea. Esta literatura llamada “de guerra” fue escrita, según el propio Fogwill en menos de una semana con una mínima distancia temporal, lo que hacía que él y su novela caminaran por una estrecha moldura. En verdad “Los pichiciegos” referencia a una ficción con destellos de realidad.

Un grupo de jóvenes ha sido enviado por la dictadura militar a las islas, su refugio subterráneo no es otra cosa que su trinchera. A ella ya la han encontrado construida. Allí se establecen, crean sus propias reglas, evitan las bombas, comparten lo que encuentran, tratan de mantenerse a salvo. En esta comunidad hay reyes magos o jefes, un almacenero que controla los víveres con rigurosidad y patrullas que buscan con qué alimentarse. El camino a la muerte estaba guarnecido por la subsistencia.

Es posible que la temporalidad de las crisis que se suceden y se sucedieron en nuestro país, los procesos políticos que sólo regalan incertidumbre, el vacío del sentido del ser nacional y las subjetividades regadas con un buen chorro de propósitos deliberados, muestran ciudadanos abandonados a su suerte. Tal vez la propia voluntad o el cruel destino hizo que los acontecimientos crearan desertores atrapados en las islas.  Esa figura nace y fenece en esta novela. Asoma la ficción.

Fogwill fue un escritor incómodo que creó tensión entre lo enunciado, lo percibido, lo histórico y lo político.

Los pichiciegos eran los que tenían, a fin de cuentas y paradójicamente, la visión más clara y sabia sobre la guerra. Ella pronto terminaría, pero “no sabían cómo”, los que se ataban a la ilusión del “estamos ganando” no vivirían para contarla.

Así Fogwill deambulaba entre dos posiciones, simbolizó la tragedia que tal vez nadie quería ver.

El mundo en el que vivimos es consecuencia de las acciones positivas o no del hombre, claro que aquellas que son más recientes están cargadas de las experiencias y atisbos que le imprimimos cada uno de nosotros por lo cual resultan ser debatibles.

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