“No vamos a cambiar ni una coma” decía el oficialismo hace apenas unas semanas. Hoy, curso acelerado de política mediante, parece que los liberales han llegado a algún tipo de acuerdo con Juntos por el Cambio y el peronismo federal en las modificaciones parte de la Ley Ómnibus. Los cambios, que son muchos y en definitiva moderan el alcance del recorte que proponía el economista liberal y su equipo, lograrían un dictamen favorable esta semana quedando pendiente la votación. No obstante, en esta gestión y este país a “seguro se lo llevaron preso”, por lo que las perspectivas y negociadores cambian minuto a minuto, todo por fuera de dónde debería llegarse a estos consensos: las comisiones de Diputados.
Durante las dos últimas semanas la Cámara de Diputados llevó adelante una serie de comisiones informativas donde las y los representantes preguntaron a los principales dirigentes detrás del proyecto oficialista. En la segunda parte de estas comisiones le tocó su turno a las instituciones, sean privados, organismos estatales o de la sociedad civil, comentar y expresar su opinión sobre los cambios a fin de brindar un contexto más amplio a las y los diputados que emitirán un dictamen sobre la misma.
Mientras el recinto cumplía con las “formas”, en sendas comisiones donde el protagonismo recaló tanto en el Frente de Izquierda como Unión por la Patria, que dicho sea de paso tuvo representación desde la provincia con algunas intervenciones de Yutrovic y Freites, el verdadero acuerdo se cocía en los despachos. ¿Por qué? Mientras la izquierda aludía acuerdos secretos y negociados, la realidad es bastante más simple: hay espacios con voluntad de diálogo y otros que no, y en la lógica utilitarista liberal, no tiene sentido perder tiempo con quién no ofrece nada a cambio, algo que quedó demostrado con las declaraciones de Espert a un funcionario nacional, pidiéndole que “no hable con la izquierda” porque era perder tiempo.
En un show más mediático que atravesó una etapa de confrontación con el economista José Luis Espert y luego tomó un rumbo más administrativo, casi de “trámite”, bajo la dirección de Gabriel Bornoroni pareció que la idea era “dejarlos hablar” a los representantes del peronismo más vinculado con el kirchnerismo y a los de izquierda. El problema es que dada la inflexibilidad ante el proyecto de estos espacios, las palabras parecían caer en oídos sordos, mientras que los representantes del PRO, UCR y parte del peronismo dialoguista iban logrando los mismos puntos que sus pares vociferaban: quita de los derechos de exportación a las economías regionales, limitar el desfinanciamiento de la cultura, evitar la privatización de YPF, moderar los cambios en pesca e hidrocarburos, así como eliminar el capítulo de salud.
En el reino del revés, las cosas tienen su propio proceder. La función de las comisiones, que es la de pulir y mejorar los proyectos adquirieron mayor información y contexto sobre sus impactos gracias a la palabra de los especialistas, terminaron siendo una especie de grupo de autoayuda para los que no han aceptado aún su derrota, haciéndole el juego al oficialismo y habilitando tácitamente una negociación a espaldas de la ciudadanía. La izquierda ahora con una parte del peronismo, en esa obsesión de resistir, se queda afuera del juego democrático al no proponer alternativas y le abre la puerta a los poderes económicos concentrados y empresarios amigos de negociar directamente, al mejor estilo de lobbynorteamericano.
En caso de fracasar las negociaciones, la gran derrota se la llevarán Milei, su ministro Francos y principal asesor Santiago Caputo, mientras que de darse un dictamen y eventual votación positiva será también su triunfo, con algunos jugadores claves de por medio en Ritondo, Pichetto y De Loredo como artífices del “cambio”. En un giro un tanto irónico, el espacio político que históricamente ha tenido vocación de liderazgo y protagonismo en la historia política de la República Argentina, hoy no “pincha ni corta”: no se escucha a la mayoría de sus voces y nadie cuenta sus votos: los que están en disputa son los que dependen de gobernadores o bloques pequeños. ¿Cómo llegó el peronismo a ejercer de outsider o hasta paria?.
Enfrascado en sus luchas intestinas, con una dirigencia que aún está expectante al inicio de la crisis y un discurso más propio de un espacio de izquierda que del “proyecto capitalista nacional de la Argentina” que las nuevas generaciones peronistas utilizan para definir al espacio, el PJ o al menos una parte significativa de él perdió su silla en la mesa chica donde se define el destino del país.
Nuestras representantes, no puedo comentar en caso de Araujo dado que no he escuchado su parecer sobre estos temas en los medios de comunicación, cayeron en la trampa liberal y en vez de hablar a sus pares en la búsqueda de construir un mejor proyecto, quedaron atrapadas hablándole a una militancia que camina una peligrosa cornisa hacia la marginalización de su plataforma. Quizás, de tomar una postura que esté abocada a encontrar soluciones más que diagnosticar problemas, se podría haber llegado a un acuerdo que permita un mayor presupuesto a la cultura que la modificación aparentemente propuesta, o una fórmula previsional que no impacte a los que menos tienen. Los liberales, sorpresivamente, han demostrado capacidad de adaptación y sacando el discurso “para la tribuna” del presidente Milei, entienden que es necesario escuchar al otro para lograr resultados.
Aunque aún falta mucho para saber si la Ley Ómnibus será aprobado y qué es efectivamente lo que saldrá en su forma original o modificada del mega proyecto, parte de la oposición deberá llevar adelante un proceso de autocrítica y reflexión, buscando hacerse con un lugar en la mesa de diálogo que podría darse en el Senado. Así, podrán ser parte del cambio y guardianes de los derechos que pudiesen ser vulnerados, pero para ello primero deben ser escuchados.