Periodista de Tierra del Fuego.

La semana pasada fue una de intenso debate político, teniendo como escenario principal las diversas comisiones de Diputados donde se lleva adelante el tratamiento de la famosa Ley Ómnibus. Desde los exabruptos de Espert con los diputados de izquierda hasta la diputada Zaracho que destacó “no haber leído la totalidad del documento”, fueron comisiones maratónicas con peleas, idas y vueltas y alguna que otra precisión de las modificaciones que tiene el proyecto presentado por el oficialismo.

En lo que respecta a los representantes provinciales hoy opositores, hubo participaciones destacadas de la diputada Yutrovic en Legislación General, donde dedicó algunos minutos a criticar la búsqueda del ejecutivo de adjudicarse facultades bajo el escenario de crisis, y luego le tocó su turno a Andrea Freites, que se refirió a los cambios en la Ley Micaela, así como a la ley de los Mil Días y los puntos vinculados con la educación.

La culminación de la semana política para las y los legislativos fueguinos vinculados al justicialismo fue el día jueves, donde se congregaron junto a sus pares patagónicos para rechazar tanto el DNU como la Ley Bases que propone el hoy presidente Milei. El argumento de senadores y diputados del espacio Unión por la Patria fue que si bien las medidas liberales tienen un impacto a lo largo y ancho del país, serán aún más graves para la región austral. Entre los presentes figuraron las senadoras María Eugenia Duré y Cándida Cristina López, junto a los diputados Jorge Araujo y las ya mencionadas Carolina Yutrovic y Andrea Freites.

Ahora bien, es lógico que la oposición se “oponga” a las medidas, porque en definitiva son un cambio del paradigma instalado por ellos cuando eran oficialismo. Lo que no termino de comprender, es porque encuadrarlo como un “impacto a la Patagonia” cuando el abanico de medidas es tan amplio que limitarlo a una región no tiene mucho sentido. En el caso particular de Tierra del Fuego tres de las modificaciones más temidas no serían tales: el Subrégimen industrial seguirá rigiendo, tanto por no estar incluido en el DNU y la Ley, como por declaraciones del propio presidente que habló de “un derecho adquirido”. En el caso de la pesca, luego de las consideraciones de gobernadores e intendentes junto a empresarios del sector, ya se realizaron cambios que lograrían un consenso sobre este apartado. El subsidio al gas, otro gran interrogante para la zona fría del país, tendrá vigencia en la región patagónica según estimó el ministro Caputo y secundó Rodríguez Chirillo, secretario de Energía de la Nación.

Aunque la retórica liberal sea combativa y discursivamente el presidente hable de “no ceder ante la casta”, lo cierto es que se está negociando y fuerte para que la Ley Ómnibus sea una realidad. Lo que comenzó como un debate general terminó dividiéndose en uno por artículos, con varios de los más polémicos (como el que establecía las reuniones de más de tres personas como manifestaciones, el cambio en la representación en diputados) siendo abandonados o reescritos. Mientras los liberales festejan “los festivales de doma” por las redes sociales, hay cierto dialogismo con el sector privado y Juntos por el Cambio para asegurar los votos. El peronismo y la izquierda, terminan siendo funcionales al show televisivo, presentando una oposición férrea por el hecho de oponer, sin presentar alternativas al proyecto liberal.

Independientemente que la Ley Ómnibus sea buena o mala, está claro que a esta altura del partido cada uno tiene su opinión en los diversos artículos y puntos que la colosal propuesta acerca al Congreso, presenta una alternativa a una estructura o sistema que hoy no le da resultados al pueblo argentino, o al menos votó en contra de ese esquema.

El hoy oficialismo identificó ese descontento popular y, rezando ese viejo axioma peronista del “el pueblo nunca se equivoca”, armó un nuevo modelo de Estado que se adapta a esas nuevas necesidades. Está claro que la Ley no saldrá en su totalidad, cuenta con artículos cuanto menos polémicos y se le dio un esquema de tratamiento cuanto menos sucinto por no decir apurado. Eso en definitiva responde un poco a la situación crítica del país, como suelen destacar los propios impulsores de la misma, y al estado adolescente del espacio La Libertad Avanza. Hace 4 años no existían, hace 2 se presentaban a sus primeras elecciones legislativas consiguiendo bancas y hoy son gobierno. Como se diría coloquialmente “les falta sopa” y están haciendo un curso expreso de política.

El Peronismo, que tiene una historia de trayectoria e institucionalidad muchísimo más larga y profunda, hoy cae en un error más típico de los sectores asociados con la izquierda: la oposición como deporte. Podemos discutir leyes de altísimo impacto como Ley del Manejo del Fuego, Ley de Bosques, Ley de Tierras o Ley de Glaciares, pero las tenemos que discutir. Hay un espacio hoy en el Ejecutivo que busca quitarlas, si el peronismo considera que eso atenta contra los intereses de los argentinos, tiene que establecer un puente de diálogo, no tomar un rol de negación: el binarismo es la antítesis de la política.

Sin ser exégeta de la filosofía política de Néstor Kirchner ni mucho menos, tomemos su discurso de la inauguración de la Cumbre de las Américas allá por 2005, donde habla de los tan famosos consensos para defender la democracia, luchar contra el terrorismo, termina con la pobreza atávica y diseñar las nuevas políticas. A mi humilde entender, para generar consensos hay que escuchar al otro, aunque no nos guste lo que propone. No estar de acuerdo es una posición totalmente válida, el problema es cuando no viene acompañado de una propuesta superadora: ese es el eslabón fundamental para tender un dar el primero paso hacia un espiral virtuoso. Si no hay contraoferta, no hay búsqueda de acuerdo posible, es difícil ser parte del juego de la democracia. Obviamente habrá puntos innegociables, el tema es que no pueden serlos todos.

A veces me da la sensación que la dirigencia política, alejada en sus torres de marfil con sus sendos asesores y asesoras, pierde un poco el contacto con la realidad y lo que viven las y los ciudadanos en la calle cada día. Los representantes del pueblo deben ser los garantes y guardianes de la Ley, pero es un poco infantil la postura de negarse a todo cambio. Hay una voluntad popular de atravesar una transformación, uno puede ser parte de ese proceso como protagonista, interviniendo a fin de mejorar el resultado final, o un observador que de salir las cosas mal, tendrá la superioridad moral de decir “yo les avisé”. Está perfecto que el espacio político tenga una estrategia o direccionamiento, pero es un juego peligroso el que hace el peronismo: removerse del debate mismo lleva a un rol marginal, algo inédito para un espacio con una fuerte convicción vinculada a la conducción y el liderazgo.

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