Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Si hay algo que caracteriza al hombre son las controversias que atraviesa a lo largo de su vida. Escritores disruptivos le conceden a la literatura historias diferentes, pero como todo en la naturaleza humana es discutible, Louis Ferdinand Céline (Francia 1894- 1961) podría ser uno de los candidatos justos para armar el debate.

Nadie le quita el mérito de ser un escritor excepcional, pero su conducta relacionada con el apoyo explícito al nazismo construyó una imagen sólida de escritor maldito.

“Viaje al fin de la noche” (publicada en el año 1932) comienza con estas palabras:” La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada…” y a partir de allí la historia relata las peripecias de Ferdinand Baradamu durante la Primera Guerra Mundial en la que participa desde su lugar de voluntario. Al igual que Céline este es médico, con lo cual esta novela esconde rasgos de carácter autobiográfico.

Las trincheras no son fáciles y Ferdinand decide alegar insania con el propósito de escapar de la pesadilla de la guerra. Su posterior noviazgo con Lola hace que termine en un barco rumbo a una colonia francesa en África. Claro que algo peor estaría por llega, el “sueño americano” convertido en la pesadilla de la explotación del que ve una esperanza con ojos de inmigrante. Nueva York, Detroit y Lola lo irán ir y venir. Ya pasados los años retorna a París (acompañado) y reincide en el ejercicio de la medicina aunque sus pacientes solo le merezcan desprecio y desconfianza, tanto como su acompañante femenina de dudosa reputación. El tiempo de Lola ya se había esfumado. Ahora una prostituta norteamericana lo acompañaba en su regreso al viejo continente.

Céline fue un escritor controvertido, esa extraña mezcla de genio y fascista a la vez. Aunque en su defensa podríamos alegar que en sus dos primeras obras (“Viaje al fin de la noche” y “Muerte a crédito”) las características del realismo en los años treinta en Europa parecían estar en su plenitud. Posteriormente su prosa fue teñida de horror, muerte y odio. Ya en junio de 1944, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial se autoproclamaba como un colaborador cercano al régimen de Vichy (Philippe Pétain demostraba una amplia simpatía por el régimen de la Alemania nazi- Período 1940-1944) alineado a los alemanes.

Cuando las tropas norteamericanas llegaron a suelo francés, Céline tomó unos pocos objetos, su esposa, su gato y partió hacia Berlín. Sus manuscritos nunca serían recuperados, pero en el año 2021 unas seis mil páginas llegarían de manos de un personaje anónimo a la redacción donde trabajaba Jean Pierre Thibaudat como crítico literario. Ellos habían estado escondidos por años en un baúl. Una vez que se confirmó la legitimidad de estos se le puso un precio, algo así como cuarenta millones de euros de base para salir a una subasta. Claro que en verdad su valor de edición podía alcanzar los ochenta millones de euros. Una cifra nada despreciable para la oscuridad literaria sumada al temperamento antipático que componía el carácter de Ferdinand en “Viaje al fin de la noche”. Un negocio redondo.

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