Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Si tuviéramos que leer “El banquete de Platón” lo primero que tal vez se nos viene a la cabeza es pensar: tengo poco tiempo para leer o simplemente no me gusta leer y me voy a meter en este embrollo filosófico. Pero este texto es más cercano a nosotros de lo que pensamos. Alguna vez hemos dicho o escuchado la expresión “amor platónico” y la imaginación cae en el lugar común de llevarnos a ver representaciones donde existe un ser que se torna inalcanzable, etéreo, casi mágico y tan lejano a nosotros. Pero Platón (en boca de Sócrates) en su alocución no describe tan sólo un amor romántico, más bien traza diferentes circunstancias en el contexto “haciendo especial hincapié en los poderes del dios Eros”.

Claro que antes hubo otros discursos, cinco para ser más precisos. Ellos nos van llevando por el camino que desemboca en el discurso más importante, el central ese que Sócrates aborda como diálogo (bajo la pluma de Platón) para ello su memoria viaja hasta el encuentro que ha tenido con una sacerdotisa (Diotima) así se tejen ideas que se entrelazan unas a otras. Eros: ¿era en verdad un dios? ¿poseía la completud de los poderes ligados a la sabiduría? ¿tenía características de ambos progenitores (Penía- pobreza y Poros- recurso)? ¿ello lo volvía un dios contradictorio? ¿su singularidad radicaba en el deseo de ser inmortal por medio de la procreación? ¿su inestabilidad estaba atada solo a lo físico o también eran responsable de ello sus ideas?

Como seres históricos sociales que dan significado a los signos, gestos, palabras que tienden una verdadera red se determinan dos partes en la obra, la llegada de la comida al agasajo del cuerpo, la bebida y luego la bienvenida proseguía, el entretenimiento (la danza, el canto, las declamaciones, etc.), el tiempo del debate, luego de los siete discursos. 

Fedro nos acerca al origen de Eros; Pausanias, el cual debate acerca de la existencia de dos Eros (el del amor físico y el del amor del alma); Eriximaco (el cual plantea la búsqueda del equilibrio entre ambos amores); Aristófanes (el cual piensa que Eros no es venerado como corresponde por los griegos y divisa el amor como “búsqueda de la otra mitad”); Agatón (el cual repasa los conceptos antes vertidos); Sócrates (donde describe a Eros marcado por la ambivalencia del deseo de procrear la belleza en cuerpo, pero también en alma); finalmente llega el discurso de Alcibíades (el cual alaba por igual a Eros y a Sócrates). Casi todos quedan atrapados por un profundo sueño. Sócrates es el único el cual continúa despierto.

Lejos estamos nosotros de analizar dentro del campo de la filosofía este texto, valoramos la importancia que posee y en términos literarios sabemos que es una de las principales obras de Platón. Tampoco nos corresponde teorizar como lo hacen los comensales sobre el amor mundanal o puramente físico y ese amor elevado que arropa con un velo romántico la literatura en particular y el arte en general. En verdad “El banquete de Platón” es considerado un clásico de la literatura universal y a pesar del paso del tiempo, más de dos mil quinientos años, sigue valiendo la pena ser leído. Quizás nos ayude a realizar algunas aproximaciones (aunque solo teóricas) dentro del múltiple territorio del amor.

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