Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Carson Mc Cullers (Georgia, Estados Unidos, 1917; Nueva York, Estados Unidos,1967) solo vivió cincuenta años. A pesar de ello ese corto trayecto fue recubierto de peligros y placeres. Su vida turbulenta (la cual pasó más de la mitad de ella postrada en una silla de ruedas) tuvo la cadencia que dan las confesiones, esas mismas que se transforman en fotografías de carácter autobiográfico.

Acaso “La balada del café triste” (1951) sea una de las historias de las que poco se espera y nos echa el guante de primera mano en la cara. Es un libro corto, breve, de tan solo cien páginas, que muestra como la historia prospera en un pequeño pueblito sureño de Estados Unidos. Uno el cual parece ser el émulo de aquel donde creció Carson. Esta novela corta o relato dilatado, la cual además se encuentra compuesta por otras seis narraciones muy breves, es la gran vidriera de los personajes marginados, violentos, raros, alcohólicos que atraen y repelen lectores en igual medida; característicos de toda una generación de escritores. Este gótico sureño que se desarrolla en un pueblo olvidado, el cual según Carson “ni siquiera las nevadas se hacen presentes” cuenta la historia de un desamor.

Miss Amelia Evans es rara, muy alta, casi como una ogra, bizca y aunque su aspecto es brusco, sus manos están bendecidas por el don “del hacer”. Es dueña de un café, aunque también es una excelente destiladora de whisky. Marvin Macy fue su esposo, pero el matrimonio duró diez días. Lymon Willis es el jorobado, parece ser el primo de Amelia. Aunque terminarán enamorándose. El poder transformador del amor modificará la vida de los tres personajes, aunque también hará lo propio con la dinámica de todo el pueblo.

Pero “El Corazón es un cazador solitario” (1940) fue la novela que la hizo conocida dentro del mundo literario. Está protagonizada por un hombre sordo llamado John Singer, el cual tampoco puede hablar. Quizás por ello es el depositario de secretos, anhelos y desventuras de aquellos que lo rodean. Mick Kelly quiere hacer música, Briff Brannon le cuenta su vida de tabernero y hombre infeliz, Jake Blount desde su nube de alcohol sueña con la revolución del proletariado, el doctor Copeland, negro e idealista espera que sus hermanos dejen de lado la mansedumbre y despierten para poder así reclamar por sus derechos.

Cada alma que padece encuentra en John un verdadero ángel. Carson sólo contaba con veintitrés años cuando creó esta historia, pero moldeó situaciones que contuvieron personajes complejos, contradictorios, que soñaban, que eran excluidos, pero por sobre todas las cosas que anhelaban un cambio. Salir de la pobreza, el alcoholismo, la miseria, el fracaso, la violencia y la apatía, arrebatándole tiempo a la muerte. 

Es verdad que todos y cada uno de los personajes muestran como hilo conductor a John, él sostiene el relato, pero también provoca los movimientos propios de estallar, confundir, liberar y soltar. John nunca pudo olvidar a su amigo Speros Antonapoulos (también sordomudo). Su internación en un centro psiquiátrico lo desplazó no solo a alquilar una lúgubre habitación sino a la soledad del espíritu. Acaso esa sea la causa de la transformación de su rol dentro de la novela. Ahora parece poder escuchar al fin.

Así era Carson, se acercaba al otro, sentía su dolor, se negaba a juzgarlo, acompañaba desde el pesar.

Alguna vez hundida en sus días de melancolía, Carson se aferró fuerte al feminismo poético y en su amor por la lectura dijo: “No me gustaría vivir si no pudiese escribir… La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida, es como me gano mi alma y escribir es mi modo de buscar a Dios…”

Así su cuerpo un día se retiró a descansar después de breves períodos de recuperación para retornar luego a la enfermedad.

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