Periodista de Tierra del Fuego.

Sea por oposición o por adición, la agenda política nacional tiene un solo nombre en la actualidad: Cristina Fernández. Las y los principales dirigentes de todo el arco político gravitan alrededor de la figura de exmandataria y actual vicepresidente de la Nación. En algunos casos, para iniciar una cruzada, casi con el mismo fervor pseudo-religioso en su defensa, o arremeter contra su figura, retratándola casi como una acusada de brujería en el Siglo XVII, donde las pruebas y el debido proceso son un mero detalle.

En esta era de la post-verdad, poco importan los datos empíricos o la lógica autoimpuesta de nuestras instituciones que determinan la moral. ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo?. En estos tiempos que corren lo importante es sostener nuestro argumento, encerrándonos en cámaras de ecos que nos adjudican la razón y la superioridad moral ante el que profese una opinión dispar a la nuestra. Si Cristina es culpable o no del delito que se le imputa, es algo que determinará la Justicia a lo largo de sus diversas instancias, quedando no obstante del fallo siempre un dejo de duda para ambos bandos. Si bien no es menester de este artículo, parece que el Sistema Judicial carece de la confianza del público y sus pronunciaciones caen en el reino de las medias-verdades. En palabras de San Agustín, pareciese que ante este evento en particular no estuviésemos debatiendo sobre un hecho al que debemos aplicar la razón, sino que la fe prevalece, no requiriendo justificación exterior a sí misma. “Yo creo que Cristina es…”

Ahora bien, dejado de lado este escenario divisivo y una breve tangente de este autor, vayamos a lo que nos compete: las consecuencias en el escenario local.

Tierra del Fuego vio este sábado pasado una buena cantidad de manifestaciones, caravanas o expresiones en defensa de la figura de la expresidente y actual vicepresidente de la Nación. Con el Partido Justicialista como organismo impulsor, fueron los sindicatos y agrupaciones políticas y sociales los que salieron a marcar la cancha y darle el visto bueno a la cara visible del Frente de Todos. Sin desmerecer al presidente de la Nación, Alberto Fernández, su imagen está desdibujada y son contados con los dedos de la mano los meses donde la agenda política pasó por su decir y su hacer.

El vínculo entre la directiva del PJ provincial y Cristina es quizás más estrecho que en otras regiones de nuestro país: Walter Vuoto, presidente del Partido, es el primer intendente de la agrupación La Cámpora y probablemente, aceptaría ser definido como “un pollo de Cristina”. Si bien mantiene una relación cordial con la Presidencia y los ministros nacionales, si tuviese que elegir entre una de las dos figuras, la respuesta sería tan rápida como obvia.

Del otro lado del Frente de Todos nos encontramos con el gobernador Gustavo Melella. Aquí, a diferencia del mandatario capitalino, el representante de FORJA en la isla está mucho más cerca del peronismo federal de los gobernadores y, por consiguiente, de Alberto Fernández. No obstante de pronunciarse en la misma línea que su partido político y el Frente de Todos en general, no podemos hablar del mismo nivel de familiaridad y cercanía con Cristina Fernández.

En el medio de este juego de “¿Quién está más cerca de Cristina?” aparecen los otros dos mandatarios de los ejecutivos municipales: Daniel Harrington en Tolhuin y Martín Pérez en Río Grande. Referido al primero, pese a no ser lo que comúnmente se conoce como “orga”, la centralidad política y de programas e iniciativas de Ushuaia lo alinea un poco más con Vuoto. Hablando de Pérez, hemos visto que propone un tipo de mandato menos politizado y más abocado a continuar una línea de gestión de obras e infraestructura. Si hacemos un paralelismo, sin ser este determinante en una posición de alianza a futuro, diríamos que por su estilo de gobernanza Harrington está bajo el ala de Vuoto mientras que Pérez interpreta la gestión pública con un cáliz más similar al de Melella.

¿Por qué es importante esto? El peronismo hasta hace una semana no atravesaba su mejor momento. La gestión de Alberto Fernández ha tenido unos cuantos altibajos, pareciendo nunca haberse recuperado luego de las famosas fotos de la “Fiesta de Olivos”. Con cambios en ministerios y una economía peligrosamente frágil, la solución parecía venir de la mano de un extrapartidario como Massa. Aunque es parte del Frente de Todos, y muchos peronistas de vieja y nueva escuela se saquen la foto con él, no es del “palo”. Si tomamos como factores que este es quizás el primer gobierno con base en el PJ que atraviesa un período de ajuste y recesión, más que la figura política de peso en la gestión no es propia, no sería nada extraño hablar de una crisis institucional como partido.

En un giro casi poético o irónico, dependiendo del observador, el pedido de una inhabilitación política de por vida a Cristina Fernández sirvió de punto de quiebre para iniciar una revitalización de su figura. Así, se despertó a la militancia de su ensueño ante los ajustes de Massa en pos de ese tan elusivo equilibrio fiscal.

En menos de una semana, Cristina Fernández vuelve a ser el nombre que más suena para “volver al gobierno” (a pesar de ser parte de la coalición gobernante) y recuperar la Argentina del trabajo y la producción. La oposición, que parece no entender el juego político o ser extremadamente mala jugándolo, terminó acelerando el proceso y aumentando este fervor por la expresidente con los incidentes entre la Policía de la Ciudad y los manifestantes que rodeaban el departamento de la vicepresidente en Recoleta.

A nivel provincial, fue otro de «los pollos de Cristina» el que hace algunas semanas salió, casi de la nada, a anunciar sus intenciones para la gobernación: el senador nacional Matías Rodríguez. A mi humilde entender, la aparición del senador en el ruedo mediático responde a dos necesidades del espacio. Por un lado, servir como válvula de escape para aliviar la presión que atraviesa el intendente Walter Vuoto con la gestión y la Convencional Constituyente. Por el otro, instalar la figura de Rodríguez en la comunidad de cara a 2023, dado que pese a su militancia y contar con un capital político similar al intendente capitalino, no es un nombre tan reconocido por las y los fueguinos.

El PJ no da puntada sin hilo y además de instalar a Matías como el candidato del Frente de Todos para el próximo año, ya le asignaron rival: Pablo Blanco de Juntos por el Cambio. En esta cartelera estelar construida por el espacio político preponderante en la provincia, si tomamos en cuenta las elecciones de medio término y las de Convencionales, se les pasó por alto un nombre: el gobernador Gustavo Melella.

Melella, que ya ha demostrado una impronta política de menor exposición y un tenor más calmo a la hora de “mostrar la gestión”, no es una figura que se pueda o deba dejar pasar de lado. Mucho menos, cuando los resultados de una teórica elección en 2023 tendrían significativos cambios al pasar de una carrera de tres «caballos» a dos.

Puertas para adentro, y en el más absoluto de los off-record, la parte más peronista del Frente de Todos habla de una gestión mala, siendo más que delicado con la terminología. No obstante las apreciaciones de algunos compañeros eruditos en esto de la política, Melella sigue midiendo bien en las encuestas y observa buenas apreciaciones en dos sectores críticos a la hora de pensar una elección en Tierra del Fuego: los empleados públicos y la fábrica. En el caso del primer grupo son las recomposiciones salariales, el esquema de diálogo y la nula conflictividad, lo que los pone cerca del mandatario provincial. En la segunda demográfica, ser una de las caras principales de la renovación de la Ley N.º 19.640 es una foto que pesa. Siempre y cuando no cambien mucho las circunstancias del mandato, podríamos decir que Melella tiene las de ganar en estos dos grandes grupos, siendo los votos más suyos que de otra u otro político. Por eso, resulta un tanto inocente imaginar un comicio donde la discusión pase por Blanco-Rodríguez, cuando hay un tercero en discordia que puede ir por la reelección.

Cuentan puertas para adentro del peronismo histórico, que durante el anuncio de esta posible candidatura de Matías Rodríguez el gobernador mantenía una visita por obras con legisladores del PJ. Al enterarse de dicha noticia, la respuesta dada no fue de tenor o preocupación ni mucho menos: fueron risas.

Reforzando el punto anterior vinculado a uno de los grandes grupos de votantes en la isla, la fábrica, hay que hacer referencia inmediata a su centro neurálgico en la ciudad de Río Grande. Aunque esto entra en el reino de las teorías y las elucubraciones a las que soy propenso, hubo algo de ruido en la «mascada» ante la posición de Martín Pérez en la defensa a Cristina Fernández que el resto del PJ realizó. Uno hasta podría decir que la actitud de Pérez no estuvo cerca particularmente de la de Vuoto, sino de la de Melella. Es temprano para hablar de posibles alianzas o cambios en las mismas, pero buena parte de la lógica que fortalece una posible candidatura de Matías Rodríguez a la gobernación pasa por el control de las tres intendencias. Sí, digamos hipotéticamente, la intendencia de mayor volumen de votantes tuviese una afiliación a otro espacio del mismo frente, quizás ya no sería tanto un trámite ser la principal facción del Frente de Todos.

No obstante, la decisión de cómo se articulará el espacio político predominante de cara a 2023 no es una que se tome en la isla. Será luego de la reorganización a nivel nacional y la eventual purga preelectoral que suele atravesar el PJ que se determinen a las y los mandamases que pensarán el armado nacional.

Otro dato no menor es si habrá unidad o no: el Frente de Todos corre con ventaja cuando está agrupado bajo un solo espacio, como ha quedado demostrado en contiendas previas, pero en el caso de presentar varias listas en una elección general sería suicidio político. En el caso de una PASO si bien el daño estaría limitado, mientras más nombres haya para elegir en la urna, más es el nivel de riesgo que se corre. Podemos decir casi con certeza que Melella será candidato, quedando pendiente de si es por el Frente de Todos u otro espacio. Rodríguez ya lanzó el desafío y, aunque me queden mis dudas que será él y no Vuoto el candidato del PJ, es otro sector presente. A modo de sorpresa siempre podría haber una tercera fuerza dentro del Frente, quizás cierta figura de buena reputación en Buenos Aires y acercada a los gobernadores podría reaparecer en el escenario grande de la política provincial.

Son muchas las variables que pueden alterar la composición de las alianzas y las listas, siempre quedando sometidos a cambios digitados por los líderes del espacio a nivel nacional. Si Cristina 2023 trasciende la expresión de deseo de la militancia y puede convertirse en una realidad, serán “los pollos de Cristina” los que corran con ventaja para conseguir la tan ansiada venia. Si esta fusión entre Massismo y Albertismo termina alzándose como victoriosa dentro de la batalla campal que será el peronismo el año que viene, quizá sean otros lo que ostenten ser los favoritos de la Rosada. También, en un escenario más apocalíptico, podría haber cisma entre peronismo histórico y el ala más progresista, abriéndose la puerta a un escenario de varias listas de un mismo espacio ideológico: el campo de caza ideal para la tan temida “derecha”.

Será con el correr de los meses, y la resolución de diversos temas en agenda, que algún escenario posible tome mayor relevancia que otro. La situación judicial de Cristina, la percepción de la gestión Massa, y hasta el humor social de la gente, serán factores determinantes para ver cómo se organiza el Frente de Todos y sobre todo, el PJ. A los que estén apurados, les recomendamos paciencia. Los procesos electorales son maratones, no esprints: el que se queda sin nafta primero pierde.

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