Periodista de Tierra del Fuego.

El martes por la noche surgió una información inesperada, no por el calibre de la misma sino por las repercusiones que tendrá en uno de los tópicos más calientes en la agenda nacional: el Consejo de la Magistratura. El Frente de Todos, en un movimiento que puede ser interpretado de diferentes ángulos, decidió romper con su bloque creando el Frente Nacional y Popular bajo José Mayans y Unidad Ciudadana, presidido por Juliana Di Tullio. Así, contando ahora con la segunda minoría en el Senado, el oficialismo podrá hacerse con un asiento más en el Consejo de la Magistratura y avanzar en el camino de una reforma judicial. No obstante, la separación no fue azarosa. ¿Es esto una señal de fractura o simplemente una maniobra política?.

“Todo el arte de la guerra se basa en el engaño. El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”

Si bien Sun Tzu, el famoso general chino autor del “Arte de la Guerra” hablaba de conflictos bélicos, la política es en su naturaleza, una lucha por poder. Ese conflicto o tensión propio de imponer una postura por sobre otra, lleva a aplicar en muchos casos tácticas que parecen reservadas para el campo de batalla.

El Frente de Todos, y su armadora política Cristina Fernández, no son extraños a innovar en el arte de hacer política. No tiene que ser con la forma más estética, lo importante es el resultado final. Aunque hincha de Gimnasia, Cristina es Bilardista por excelencia.

En su momento, nadie se esperaba una candidatura a vicepresidente de Cristina con una figura más moderada como Alberto a la cabeza, pero sucedió y logró su cometido: recuperar el control del Estado Nacional. Ahora, en una de las banderas que ha empujado el ala más dura del oficialismo, aparece una nueva estratagema para acceder a un asiento del Consejo de la Magistratura.

Como destacamos antes, las divisiones no son casuales. Mientras bajo Frente Nacional y Popular vemos figuras como Maurice Closs, Adolfo Rodríguez Saa y José Uñac, en Unidad Ciudadana nos encontramos con nombres como Mariano Recalde, Anabel Fernández Sagasti y Oscar Parrilli. La división, aunque es pos de obtener un beneficio y “mojarle la oreja” a Juntos por el Cambio, marca quién esta con quién a la hora de pensar en este gran frente que comprende al oficialismo.

Con los Albertistas por un lado y los Cristinistas por el otro, también aparece definido de forma implícita a quién responden políticamente los senadores. Mientras los gobernadores más vinculados al paraguas del peronismo federal enviarán su banca al espacio comandado por Mayans, los distritos con preeminencia de La Cámpora o allegados a la figura de Cristina optarán por tener como líder a Juliana Di Tullio, mujer del riñón de la hoy vicepresidente de la Nación.

Siguiendo esta lógica, vemos que la senadora María Eugenia Duré y el senador Matías Rodríguez, representantes de la provincia en la Cámara Baja del Congreso de la Nación, siguieron su origen político en La Cámpora, integrándose al bloque de Unidad Ciudadana. La afiliación de ambos no pasa por la gobernación de nuestra provincia, sino por su vínculo al espacio político del intendente de Ushuaia.

La división a primera vista, es simplemente un movimiento político, que si bien rompe una regla implícita del Senado y juega con el reglamento, le permitirá un nuevo empuje por una posible reforma judicial al oficialismo. Si hacemos un análisis más profundo, pasando este “engaño” que reclama la oposición y contrastamos con otras noticias políticas como la renuncia de Máximo Kirchner a su presidencia del bloque de Diputados y las constantes tensiones entre la presidencia y la vicepresidencia, hay una división en la forma de gobierno que se busca de ambos lados del viejo bloque del Frente de Todos.

Quizás la gota que rebalsó el vaso fue el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, donde el Albertismo terminó contando con el acompañamiento de la oposición, mientras buena parte del Cristinismo se mostró en contra del proyecto. Ahora esta causa común contra la justicia, el último bastión anti-reformas con el que se ha encontrado históricamente el Kirchnerismo, les permite de forma elegante marcar las diferencias entre las dos facciones del Gobierno, mientras se obtiene un rédito político. “No da puntada sin hilo” es una frase más que adecuada para describir el desarrollo político de Cristina Fernández.

El quiebre está y, aunque se trate de aplacar a la hora de hablar de la agenda política, noticias como la posible modificación del gabinete nacional no hace más que agravar la tensión latente. Mientras más se acerca 2023 en el horizonte, las diferencias serán más claras, concluyendo posiblemente en el zénit que serán las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Allí, podríamos encontrarnos con Alberto Fernández midiéndose con un candidato o candidata impulsado por Cristina Fernández en busca de ser el Presidente de la Nación. Aunque en política todo puede pasar, más aún con la volatilidad que nos manejamos los argentinos en todos los aspectos, este parece uno de los escenarios más factibles. Este destino casi sellado es nada más que el resultado de tensiones acumuladas a lo largo del mandato, uno que contó con un contexto extraordinario, y no supo encontrar la vía media que conformara tanto a moderados como a los extremos del espectro político oficialista.

El movimiento político del Senado viene a traer a la luz un mecanismo implícito que se percibe en todos los ámbitos del oficialismo y que podría replicarse a niveles subnacionales. Están “ellos” y “nosotros”, un ¿final? un tanto irónico para el espacio denominado “Frente de Todos”.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here