Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

La palabra “perfume” proviene del latín “per”, por y “fumare”, producir humo, fumigar, fumarola, así subía la nube o vapor y el aroma se diseminaba. Exactamente refería a una sustancia aromática que echaba humo al quemarse. Su origen data del 6000 a C. en Oriente Medio, se quemaba mirra o nardo como símbolo de respeto.

Hacia el año 3500 a C. los sumerios crearon lo primeros perfumes en forma de cremas que actuaban como los desodorantes en barra o a bolilla que hoy conocemos.

Egipto, quizás fue el imperio que mayor importancia le dio a las fragancias y los ritos asociados a ellos. Los sacerdotes eran los encargados de elaborar cosméticos y perfumes en lo laboratorios que había cerca de sus lugares de cobijo, retiro y estudio.

Grecia representó la belleza, la armonía, la proporción y desarrolló la perfumería basada en esencias orientales. Ellas eran tan costosas que Solón, uno de los siete sabios de Grecia, prohibió su uso a fin de limitar los gastos que ocasionaba su importación.

Ya en el siglo XVIII Francia fue la protagonista de la creación de fragancias desenfrenadas. Quizás los más conocidos usuarios de aromas que lograban despertar las incontenibles pasiones de Luis XV, “el rey melancólico”, eran madame Pompadour (en realidad su verdadero nombre era Jeanne Antoinette Poisson, hija de uno de los decoradores de palacio), o de Madame du Barry (la noble Jeanne Bécu, condesa de du Barry, fue la última cortesana de Luis XV, la cual murió en la guillotina). Así para cada carrera de caballos que se realizaba en el castillo de Marly, el propio Luis XV encargaba una fragancia diferente a su perfumista personal. Mientras tanto, fuera de palacio el pueblo se encontraba sumido en la más absoluta pobreza. Claro que nada es gratis y la revolución francesa ya comenzaba a gestarse.

Seguramente la historia más conocida sobre el perfume sea, “El perfume, historia de un asesino” de Patrick Süskind (1984) donde la vida y los olores del París de la época mueven los hilos de un argumento plagado de personajes reveladores. Jean Baptiste Grenouille es un asesino serial con el sentido del olfato hiperdesarrollado. Desde el hogar de niños hasta la edad adulta recorre el camino “de la búsqueda del aroma perfecto”. Se cree que Süskind logró la inspiración para crear este personaje a causa de dos historias que convergen en su libro: la vida del perfumista francés Paul Grenouille, quien fue dueño de una famosa casa de perfumes allá por el año 1879 y el asesino serial español Manuel Blanco Romasanta (1809-1863) quien mataba a mujeres y niños y extraía su grasa corporal para fabricar jabones. Así este thriller gótico se convirtió en un éxito tanto en las librerías como en el cine.

“El perfumista de María Antonieta” de Elizabeth de Feydeaus (2004) es una novela histórica sobre la vida y la creación de Jean Louis Fargeon. Su laboratorio concebía arte, así llegó a convertirse en el favorito de María Antonieta de Austria. Su final, luego de 1789, fue en la prisión de Temple, ya que permaneció junto a la familia real hasta la huida de Varennes, luego de un año de reclusión impuesta por los revolucionarios.

Durante la revolución francesa se paralizó el mercado de la perfumería, pero la guillotina estaba a pleno, así fue que el perfume denominado “Guillotine” se puso de moda entre los revolucionarios. Cuando Napoleón llegó al trono se inició una nueva era en el camino de los perfumes. Posteriormente llegaría la industrialización de estos.

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