Es conocido por todos que cada 11 de septiembre se celebra el día del maestro, en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, así se conmemora la fecha del aniversario de su muerte.
Pero la historia de una maestra diferente puede ser hoy el modo de celebrar este día. Ella se llamó Ángela Peralta Pino. Angelita como todos la conocían, nació en el año 1909 en Providencia, un pequeño pueblito del departamento de Las Colonias, provincia de Santa Fe.
Angelita comenzó sus estudios docentes en la ciudad de Rafaela, pero durante el segundo año debió regresar a su casa. Aunque no pudo completar sus estudios, su verdadero amor por la docencia hizo que su camino y su espíritu nunca se apartaran de lo que consideraba su profesión.
Esa pasión la llevó a dar clases por más de treinta años en un vagón de tren reacondicionado y pintado de color blanco, el cual era llevado de un sitio a otro por el tractor de algún alma con buena voluntad. Este mundo rodante era el corazón de la Escuela Rural Móvil nº 942.
Las autoridades conocían la situación de Angelita, ella no tenía el título, sin embargo quién tendría la fortaleza y la convicción para llevar adelante esa tarea colosal, ella había renunciado a todas las convenciones sociales de la época. Era una mujer sola, sin marido, sin hijos y en medio del monte. Así andaba y desandaba caminos polvorientos o inaccesibles a veces a causa de las lluvias. Llegaba a las estancias para que adultos, niños y niñas descubrieran las primeras letras, esas mismas que gestan palabras.
Mientras tanto pasaban los lugares, los días y las horas de la mano de Angelita. Ella registró sus experiencias pedagógicas con innumerable cantidad de material fotográfico. También amaba la fotografía.
El valor de la educación rural y las escuelas de dicha modalidad crearon un puente tan solo con un carromato (el cual hacía de aula, dirección, biblioteca y vivienda), mucha voluntad, verdadera magia y valentía para sobreponerse a la interminable catarata de crisis en la historia argentina, esas mismas que insistentemente socaban el sistema educativo y solo parecen ser importantes en época de elecciones.
Así los hijos de los “trabajadores golondrina”, esos mismos que trajinaban en la espesura, accedían a la educación formal. El norte santafesino era pleno monte, esa zona de algarrobos y quebrachos era explotada con prisa y sin pausa por La Forestal, una de las tantas compañías extranjeras que liquidaban los recursos humanos y forestales sin piedad.
Su escuela rural rodante quedó abandonada durante muchos años, no obstante allá por el año 1982, el vagón fue rescatado, restaurado y convertido en un museo el cual se encuentra ubicado en el ingreso a Tostado (Provincia de Santa Fe).
A Angelita nunca le fue concedido su título como docente, a pesar de haber dedicado más de treinta años a la profesión.
Quizás sea el tiempo de redescubrir incontables historias como las de Angelita para celebrar con apasionamiento y convicción este día.
Felicidades a todos aquellos que cobijan, que enseñan, que aprenden, que componen, que reconstruyen, que luchan, que creen, que animan, que arriesgan. Tal vez la única palabra de aliento, esa que otorgue un soplo de aire fresco y renovador, es la tuya; hoy.