Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Robinson Crusoe nació en el Siglo XVIII, por aquel entonces Daniel Defoe ni se imaginó que estaba creando la primera novela moderna de la literatura inglesa, quizás por ello John Maxwell Coetzee (Cuidad del Cabo, Sudáfrica 1940), crea un Foe en 1986.

Esta adaptación del libro no hace más que interpretar literaria y filosóficamente la obra de Defoe. Si hasta apocopa su apellido. Claro que estas cargas tradicionales de los personajes mutan en la imaginación de Coetzee y ya no es ese náufrago el hombre que conquista el mundo y lo controla todo.

Tampoco aparece Viernes como ese amigo fraterno, condescendiente, ahora se ha convertido en un ser caprichoso y peligrosamente libre. Por si fuera poco otra complicación aparece, naufraga una mujer Susan Barton quien ha quedado (bueno, mejor dicho ha sido dejada) en una balsa a la deriva. El barco tuvo un motín a bordo.

Susan Barton es inglesa y parte en un barco desde Brasil con el objetivo de encontrar a su hija (la cual ha sido raptada). Luego del motín llega a la isla y allí descubre a Crusoe y Viernes. Aquí Susan cuenta en primera persona desdichas e infortunios. Luego aparecerá Foe y su paso fantasmal (hasta que logra dejarse ver en los últimos capítulos), en su figura se aprecia el análisis sobre el acto de escribir, de él se vale Coetzee para reflexionar sobre el oficio de escritor. La afanosa búsqueda de la vida y en ella, la obra.

Defoe apareció como autor en ediciones posteriores, pero en las primeras publicaciones los lectores creían que de verdad el libro había sido escrito por Robinson Crusoe, ya que estaba relatado en primera persona. Eso mismo respetó Coetzee en su recreación.

Se presentan así diferencias definitivas en la historia; aunque también similitudes.

“¿Es qué, si así fuera habríamos de convertirnos necesariamente en marionetas de una historia cuyo fin último se nos escapa y hacia el cual marchamos como reos convictos y confesos. Tanto usted como yo sabemos, aunque nuestra experiencia sea bien distinta, hasta qué punto el escribir no es sino una mera divagación?” (Este intercambio epistolar se produce entre Foe y Susan, su inspiración, página 182 “Foe” de Coetzee).

Así como en “Esperando a los bárbaros”, Coetzee retoma su recurso temático sobre la cultura que arrastra el colonialismo y los valores que se presentan como preciados dentro de la historia de la humanidad (la significación del hombre blanco, la supuesta superioridad de las razas, la esclavitud, el tráfico de personas, la preponderancia del hombre por sobre la mujer no solo de forma física, sino desde la vehemencia de la palabra y su uso, etc.).

Múltiples obras literarias de Coetzee han demostrado actuar como un verdadero mecanismo de resistencia.

Imagina, crea y compone un relato que cuestiona las tácticas expansivas, defiende el respeto por las diferentes culturas y coteja las relaciones que moldean el dominio político y social del mundo. Cree fervientemente que el colonizador ha sido colonizado.

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