Es verdad que desde los tiempos mas remotos, la humanidad ha soñado con beber de la fuente de la eterna juventud, pero ha ido mas lejos aún fantaseando con la facultad de ser inmortales. Desde las épocas de las cavernas, los seres humanos han pensado en esa posibilidad.
La literatura y sus escritores han estado siempre pendientes de trascender, para ello el concepto de crear “la obra” podría ser el pasaje hacia la tan ansiada inmortalidad. Algunas obras han referido a este asunto. Por ejemplo en “El inmortal” (El Aleph) Jorge Luis Borges expone crudamente su visión sobre la inmortalidad. El manuscrito que la princesa Lucinge encontró dentro de la íliada en el anticuario de Joseph Cartaphilus, cuenta como Marco Flaminio Rufo, jefe de las legiones romanas, encuentra a un viajero; el cual le dice cómo puede llegar a ser inmortal gracias a los poderes que posee el agua de un río. Aunque otro devolverá la mortalidad a quien se adentre en sus aguas. Este cuento actúa como un verdadero laberinto que nos llevará a identificar el significado de la finitud y la inmortalidad.
“La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares cuenta las peripecias de un fugitivo que llega a una isla aparentemente desierta. Aunque esto no durará para siempre, ya no gozará de la exclusividad del espacio, esa soledad totalmente disfrutable. Ahora espía a los intrusos minuciosamente. Sin embargo, parece ser invisible para ellos. Morel ha ideado una máquina que es capaz de grabar todos los movimientos de las personas, ha logrado capturar su alma, su cuerpo, sus deseos y sus pensamientos. El alma ya es inmortal, no así el cuerpo.
“Viejo muere el cisne” de Aldous Huxley nos muestra como un intelectual y un millonario se unen con el fin que el primero realice la tasación de unos manuscritos de la familia de Joseph Panton Stoyte, un acaudalado ciudadano estadounidense… en bancarrota. En su mansión aparecen como invitados el Doctor Sigmund Obispo y su ayudante Peter Boone, los cuales se encuentran empeñados en conseguir la fórmula para prolongar indefinidamente la vida.
En “Todos los hombres son mortales” de Simone de Beauvoir, cuenta como un hombre es condenado a llevar una vida eterna sobre la Tierra. Esta es una verdadera desgracia, su existencia tiene un pasar intrascendente, un pasado desdibujado, un existir indiferente y un futuro sombrío.
La inmortalidad ha sido sostenida en la mente humana, pero también los avances médicos y tecnológicos han engrandecido la fantasía.
Es verdad que en los últimos años la expectativa de vida ha crecido considerablemente. Sin embargo si la humanidad descubriera “la pastilla para la eternidad” el planeta no podría soportar nuestro antropocentrismo y agotaríamos los recursos. La inestabilidad social sería permanente y global.
Aunque también podríamos suponer que otros planetas serían conquistados por la raza humana. Por ahora solo tenemos la certeza que existe el límite natural para la longevidad humana, pero sabemos que la mirada sigue puesta en las variables genéticas, aunque para finalizar podríamos decir: “cuidado con lo que deseas, se te puede cumplir”.