Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Así como las perlas de un collar, una joya valiosa, son los cuentos de Julio Cortázar. Este tipo de narrativa breve, la cual supo cultivar como un arte táctico, se basa, por oposición al realismo, en lo fantástico. Para que enmarcar algo de libre vuelo, poco importa si ficción sí o no.

En su obra completa podemos apreciar la gran variedad de cuentos que consagraron a Cortázar mas allá de “Rayuela”. En una sucinta elección recordamos “Casa tomada”, la cual forma parte del primer libro de cuentos “Bestiario” (1951), aquí dos hermanos habitan una casa donde ocurren sonidos misteriosos y ruidos imprecisos. Sus habitantes pierden de a poco espacio en ella, el desenlace hace que ellos partan sin luchar contra los okupas y tiren las llaves a la alcantarilla.

Este sea quizás el cuento de mayor variedad y cantidad de análisis en cuanto a la obra de Cortázar. Infinidad de teorías se desprenden de esta historia, claro que para ello no son suficientes un par de lecturas. Nace como una bucólica historia, donde la rutina estruja la pasión. Los espacios se pierden con resignación, ya no hay lugar para la memoria. El aislamiento los mantiene en una casa cerrada, así como lo están sus protagonistas (Irene y el narrador). No hay tiempo para la angustia, solo se acrecienta la apatía. Alguien se atreve a invadir el terreno que era seguro y la huida hace que ellos se vean despojados de sus recuerdos, de sus pertenencias en definitiva, de su vida.

También es cierto que “Casa tomada” fue publicada por primera vez en el año 1946, en la revista “Sur” que dirigía Jorge Luis Borges y en febrero de ese mismo año Juan Domingo Perón había ganado las elecciones, por lo cual se creía que este relato era una alegoría donde se representaba en la casa a la República Argentina que cedía espacios ante la llegada del peronismo unido a los sectores populares. Sin embargo el propio Cortázar se encargó de desmentir esta interpretación y contó que este relato “…fue el resultado de una pesadilla. Soñé ese cuento, sólo que no estaban los hermanos…” (Año 1977, entrevista dada al canal TVE).

“La noche boca arriba” entrecruza dos historias. Por un lado un hombre tiene un grave accidente en moto, por lo cual lo llevan al hospital en una ambulancia. Está confundido, su estado, la operación y la fiebre lo llevan hasta un hueco frío, solitario y oscuro que lo deposita en una selva. Allí él ha cambiado de envase, ahora es un joven de la tribu moteca, los aztecas lo persiguen. Su vida depende de sus piernas, un cuchillo y un amuleto.

Otra jugada fantástica de Cortázar donde hay dos caminos y un único protagonista que salta de uno a otro; su cabeza está confundida por el sueño y la realidad, el accidente y el sacrificio ritual. Tanto es así que el protagonista se sigue preguntando cuál de los dos sucesos es el real. Leer y releer he aquí la cuestión para abordar a Cortázar.

Es conocido que los cuentos deben cumplir con ciertas características para ser considerados como tal. Son algo así como un género literario dentro del círculo apasionado de la literatura, pero Julio Cortázar los consideraba como “un género poco encasillable” o como “un género de difícil definición”. Sin embargo sus relatos se sostienen con fuertes raíces en los cuentos de Edgar Allan Poe.

Las historias de Cortázar vagan entre lo irracional y lo fantástico. Los personajes estaban irremediablemente envueltos en una fatiga crónica, próxima a la paranoia, eran el romanticismo caminando dentro de estructuras circulares como verdaderos fantasmas.

“Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, …” (Casa tomada, “Bestiario” 1951, Julio Cortázar).

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