El título de este artículo nada tiene que ver con el famoso cuento de Julio Cortázar publicado en su libro “Final de Juego”, sino que hace referencia al uso de este ingrediente en la literatura.
Hace ya más de quinientos años, un médico y químico suizo Paracelso explicó que:” todas las cosas son veneno y nada es sin veneno, sólo la dosis hace que una cosa sea veneno”. Por lo cual estaríamos en condiciones de afirmar que la dosis crea el veneno.
Los venenos, envenenadores y envenenados han formado parte de la historia de la humanidad y por lo tanto conforman una temática de interés dentro de la literatura.
Blancanieves en el cuento de Charles Perrault, mordió con ingenuidad la manzana que le ofrecía su madrastra y cayó inmersa en el más profundo sueño. La “Reina Malvada” (como la denominaban los hermanos Grimm en un cuento que tenía origen en los pueblos teutones) envidiaba a la bella joven y así desplegó los amplios recursos que le daban sus conocimientos sobre pócimas y brujería.
Peter Pan, el eterno niño, sabe que es inmortal. Solo el tic-tac del reloj en la mano del capitán Garfio y dentro de la panza del cocodrilo le recuerda el paso del tiempo. Su autor James Matthew Barrie cuenta como Peter Pan es salvado por Campanita, quien toma el vaso con agua y veneno que estaba destinado para él. Así ella resulta envenenada y él intenta devolver el gesto de auxilio.
En la Ilíada de Homero, los arqueros aprovechan el veneno para dañar a sus enemigos. Si los mataba una flecha envenenada, ellos morirían a causa de una terrible infección.
William Shakespeare envenenó en su obra al padre de Hamlet con una sustancia que fue colocada en su oído mientras dormía. Su fantasma lo cuenta así: “Durmiendo en el jardín, como era mi costumbre por la tarde, tu tío a esa hora insospechada, se acercó sigiloso con un frasco de esencia ponzoñosa y vertió en los portales de mi oído el tósigo ulcerante, cuyo efecto en la sangre del hombre es hostil…” Sin duda Claudio fue un asesino creativo.
Madame Bovary, novela del escritor francés Gustave Flaubert, una insatisfecha crónica, una mujer idealista, un ser ilusionado, es castigada psicológicamente, eso la llevará al suicidio y el arsénico es su arma. Un matrimonio infeliz, un marido a punto de descubrir sus infidelidades y un cúmulo de deudas la hicieron tomar la decisión final.
Romeo y Julieta en el último acto la muestra a ella tomando una pócima que la pondrá en estado de profundo adormecimiento. Al encontrarla, Romeo cree que ella está muerta y utiliza un potente veneno que pronto lo matará. Julieta, despertará y reparará en la escena, se quitará la vida clavándose una daga. Una historia de pasión y desencuentro.
Los venenos son variados, algunos proceden de las plantas como la clásica cicuta o también llamado “el veneno del Estado” en la Grecia clásica (Sócrates la tomó al ser acusado de corromper jóvenes en el 399 a. de C.), el arsénico, el cual proviene de varios minerales que podemos encontrar en la naturaleza (muy utilizado en las cortes romanas y asociado a los Borgia) tan amargo que debe ser disimulado en alguna bebida azucarada o espirituosa ( se cree que Carlo Magno fue envenenado de esta forma), la acontinina que se extrae de una planta de montaña con hermosas flores azules (este veneno se utilizaba desde la Edad Media) o el cianuro, más contemporáneo (empleado durante la Segunda Guerra Mundial por los altos mandos nazis).
Todos los tipos de venenos son un arma silenciosa, pero también cobarde. Busca llegar a su propósito por medio del frío cálculo, del sufrimiento prolongado, un martirio lento que a veces no deja rastro y revela la más indudable traición según como se cuente la historia.