Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Las aldeas, castillos y pueblos medievales eran recorridos por hombres (en su gran mayoría, aunque las crónicas de la época también rememoran los espectáculos donde participaban un puñado de mujeres) portadores de noticias de otros lugares. Ellos eran una diversión en si misma, los recibían con gran entusiasmo y algarabía, ya que apreciaban su servicio.

La gente podía enterarse de lo que mandaba el rey o el señor feudal. Pero en realidad no eran músicos como se cree (los que componían originalmente eran los trovadores), ellos se limitaban a plagiar las canciones de los trovadores con el fin de unirlas a los chistes, la magia y la acrobacia que le ofrecían al pueblo. Por lo general los juglares no viajaban solos, sino que toda una troupe de malabaristas y animales amaestrados recorrían el camino junto a ellos.

Las plazas eran su escenario principal, por ese lugar pasaba toda la vida social desde una gran ciudad hasta una aldea, eran sitios populares, tanto que los nobles y la Iglesia no se acercaba a las funciones ya que consideraban vulgar su lenguaje y actuación. Era un espacio de saltimbanquis con mala prensa.

Para la moral de la Edad Media estas y otras actividades eran reprobadas por la Iglesia quien veía a la recreación y la risa como un derrotero hacia la lujuria. Así las artes cosecharon pensamientos negativos y construyeron una idea errónea acerca del teatro y otros espectáculos llamados mundanos.

También es verdad que los juglares contribuían a fabricar literatura sin que las personas abrieran un solo libro. Hasta 1453 los conocimientos formales y aceptados eran transmitidos por medio de manuscritos elaborados por los sacerdotes, pero el proceso de democratización del conocimiento vio la luz con la llegada de la invención de la imprenta de Johannes Gutemberg. Así la Iglesia pasó de tener un poder netamente censor de los temas que se podían leer (y escribir)  a ceder (con desgano) su autoridad, ya los monjes escribientes no controlaban más los escritos en Europa. También es importante destacar que los índices de alfabetización eran ínfimos y solo alcanzaban a las personas de clase acomodada. Por ello el alcance de la difusión oral estaba unida a los juglares. Esos seres sin vigilancia difundían ideas contrarias al feudalismo y a la religión que los perseguía. Aportaban su granito de arena a una “revolución del conocimiento” en contra de los poderes plenos (monarquía e Iglesia) que permaneció por mas de diez siglos.

Aunque no solo era una lucha exclusiva del hombre, las juglaresas o soldaderas (denominadas así porque obtenían la “soldada” o sueldo diario) integraban los espectáculos populares. Pero la juglaría femenina era mal vista por los ojos de la sociedad, bajo sus estructuras era considerada como de “mala reputación”. En varios concilios de la Edad Media se dictaron prohibiciones relacionadas con la asistencia de los sacerdotes a las funciones cercanas a los “juglares y trasnochadores”.

Sin distinción de género, los juglares eran los que diseminaban las noticias, la poesía y el arte de la sociedad medieval. Esa poesía cargaba con un fuerte peso “social”. Si bien es cierto que bajo el amplio manto de la juglaría se abrigaba tanto al poeta como al equilibrista o a los payasos.

Los juglares difundían los “cantares” (poemas medios cantados y medio recitados) que abarcaban distintos temas. Ellos podían fluctuar entre el amor, el romance y las maldiciones al poderoso. 

La oralidad era y es el vehículo que transportaba como pasajero principal al verso. Los juglares desplegaban odas, elegías, prosas, romances y sonetos. Su originalidad recreaba hechos reales y lo trasmutaban, nacía el arte literario.

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