La palabra superstición nace del latín (superstitio) y se refiere a todo lo que está por encima de lo establecido, que persiste o pervive en la mente de la gente.
Estas creencias, no fundamentadas de manera racional, suelen estar basadas en tradiciones populares.
Lo folclórico exhibe una estrecha relación con el pensamiento mágico. Las personas así creen que algunas acciones pueden influir de manera sustancial en su vida.
La literatura no ha estado ajena en su recorrido a este condimento esencial para hacer historias mas cercanas a la vida del pueblo en general.
Existen varias versiones de este cuento chino. Esta corresponde a Anthony de Mello (nació en Bombay, India en 1931. Fue sacerdote de la Compañía de Jesús. Falleció en 1987, en New York, Estados Unidos), pero nace de una leyenda china de Lao Tse o Lao Tzu, a quien se lo considera uno de los fundadores de la filosofía de la civilización china y del Taoísmo.
El “Tao Te Ching” reflexiona sobre lo que hoy es imposible,mañana puede realizarse, lo que hoy es bueno, mañana puede ser malo; ya que los hechos son flexibles y versátiles.
El I Ching (Libro de los cambios o Libro de las mutaciones) está conceptuado por los estudiosos como el dispositivo perfecto que cuenta como consiguen cambiar las circunstancias a través del tiempo, ese juego dual entre el caos y el orden; sin olvidar “lo neutro” desde donde brota lo positivo y lo negativo.
Cuento chino (tradicional)
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.
Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero.
El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes pero se cayó y se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”.
Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Los aldeanos, ¡cómo no!, comentaban la buena suerte del granjero y cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?” Fin.
En China son particularmente supersticiosos. El número 4 augura mala suerte ya que en mandarín se pronuncia de forma parecida a la palabra “muerte”.
Pero coexisten en el mundo infinitas supersticiones, diversos amuletos y diferentes culturas.
En Grecia es popularmente conocido que los cactus atraen la buena suerte, por ello es común verlos en las puertas de las casas.
Romper un espejo se creía que traía mala suerte por siete años seguidos. Se decía que la imagen se quebrantaba y la renovación del cuerpo se daba de manera completa en esa cantidad de años.
Encontrar un trébol de cuatro hojas era considerado de buena suerte. En las islas británicas los sacerdotes celtas (los druidas) pensaban que a través de ellos se podía observar lo que hacían los demonios y así contrarrestar sus planes.
Podriamos repetir el famoso refrán “no hay mal que por bien no venga” o “ no hay mal que dure cien años”. La mirada subjetiva ve lo que quiere “ver”. El tiempo lo decidirá. Quizás lo bueno este enmascarado de mal y aquello que parece malo camufle el bien en la ruta a seguir. Canalizar y ejecutar nuestras supersticiones podría disminuir la angustia y la ansiedad, sin estar atadas a lo positivo o negativo que nos acontece.
Seguramente nos ayudará a relajarnos en estos tiempos de crisis constante. Ojalá, así sea.