Mucho se habla de los grandes méritos económicos de China, de cómo un país sumido en la pobreza hace menos de 100 años hoy es potencia mundial y como, a base de esfuerzo, ha logrado crear la clase media más grande del mundo. Otros datos no tan conocidos son los conflictos internos que atraviesa y que “soluciones” el Partido ha encontrado a ellos.
Si analizamos el territorio chino nos encontraremos con más de 50 etnias, con lenguajes, tradiciones y fisionomías diferentes. No obstante, la gran mayoría, cerca del 98%, pertenece a la Han, lo que denominaríamos “chino” a primera vista. En la gran mayoría de los casos las similitudes hacen que haya un grado elevado de integración, pero en otros casos el Estado toma las riendas para integrarlos a la masa. Las etnias de la Mongolia interior en su momento fueron sedentarizadas, cuando mantenían una tradición semi-nómada; luego los tibetanos fueron absorbidos y educados “a lo chino”. En los últimos años le ha tocado este proceso de aculturación a los Uigures. Esta etnia, ubicada en el Noreste chino, está más acercada a los pueblos del Asia central en lo que respecta a tradiciones y, principalmente, a su religión. Musulmanes, los Uigures llevan años en una campaña para separarse de la República Popular China y fundar un estado propio, algo parecido a la lucha de los Kurdos en Turquía.
Como no caen dentro del esquema chino de tradiciones y culturas, en muchos casos son forzados a pasar por los denominados “campos de reeducación”. Allí las mujeres son despojadas de los hijabs (prenda típica de la religión islámica para ocultar el cabello), se restringen las posibilidades de los 5 rezos diarios y las limitaciones dietarias (en algunos casos se ha reportado que les sirven cerdo).
Según el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Unidas el número de personas en estos campos ronda millón en la región de Sinkiang (donde viven los Uigures). Legitimados como centros de formación profesional, buscan integrar a los ciudadanos al estado Chino y neutralizar la amenaza terrorista. Acusados de participar en sabotajes, agitación social y conspiración para cometer atentados en pos de obtener un estado independiente, el gobierno chino los considera “La Siria o Libia china”. Para el Partido es necesario poner un tope al avance del Islam en la región, por ello han iniciado, además de los campos mencionados, serias inversiones en infraestructura e industria parte del plan “Go West” en busca de precios más competitivas en la mano de obra.
Hoy el caso de los Uigures vuelve a ser noticia por un informe de la BBC, que hace referencia a una separación de los niños parte de las familias de esta etnia. Según denuncian las organizaciones sin lucro que trabajan con este pueblo, una masiva campaña de escuelas internado han aparecido en la región noreste del país para separar a los niños de sus familias y de su religión y tradiciones. Desde los medios oficiales hablan de un cuidado centralizados.
Los refugiados, hoy presentes en Estambul, muestran fotos de sus hijos e hijas sin saber bien al cuidado de quién están. Los más grandes que no logran desplazarse terminan en estos centros de capacitación, mientras que los más jóvenes pasan por los internados.
Con formación plenamente china en idioma, tradiciones y cosmología; los campos han crecido a lo largo de los últimos 3 años. Desde jardines maternales (se han invertido cerca de 1.200 millones de dólares) el sistema centralizado de contención está en franco crecimiento.
Con informaciones divididas y posturas diametralmente opuestas poco se sabe de la situación en la región, pero el drama de los padres que no pueden ver a sus hijos crece día a día. Las autoridades chinas dan respuestas de manual y la tensión en la región escala a niveles insospechados. Para el gobierno ceder ante una etnia significaría un efecto dominó que mermaría su soberanía en los territorios con más proyección de crecimiento.