Pocos inicios de un texto son tan populares como la descripción que da nacimiento a este asno, protagonista de la obra de Juan Ramón Jiménez.
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas…”.
Juan Ramón Jiménez nació en Andalucía (más precisamente en el pueblo de Moguer, cercano a Huelva) en 1881.
Su educación secundaria fue impartida en el Instituto La Rábida y aunque estudió derecho en la Universidad de Sevilla, jamás ejerció.
En 1916 se casó con la poetisa Zenobia Camprubí en Estados Unidos para posteriormente mudarse a Portugal.
Luego del inicio de la Guerra Civil Española se establecieron en Puerto Rico en el año 1946.
En 1956 recibió el Premio Nobel de Literatura y aunque fue principalmente poeta su mayor obra fue “Platero y yo”. La edición original de este libro constaba de ciento treinta y ocho capítulos pero se escogieron sesenta y seis de ellos como versión definitiva. Así se convirtió en la obra escolar más leída y vendida en España y América Latina. Fue el texto más traducido a diferentes idiomas (más de cuarenta) después de la Biblia y El Quijote.
Juan Ramón Jiménez reconoció que el relato estaba conformado por la descripción de varios burros que lo acompañaron durante su vida en Moguer.
De ese niño y su compañero se demuestra como van madurando en el camino y con el paso del tiempo. Así transita por la infancia del muchacho, paralelamente a la vida de Platero hasta la muerte de este dentro de un trayecto donde se suceden hechos y secuencias temporales estacionales que dan referencia directa a los relatos. Su estructura cerrada comienza en primavera y termina en la misma estación, un año completo para la vida de Platero y su dueño.
Ese personaje principal, Platero, fue descripto como un verdadero símbolo de ingenuidad, dulzura e inocencia. Quizás representó como nadie la paridad entre el narrador y su compañero inseparable, venerando la relación del ser humano, la naturaleza y los seres vivos; haciendo del mundo un lugar más dichoso.
La humanización del entorno, las frases metafóricas, las canciones conocidas andaluzas, las tradiciones, las fiestas populares son determinantes dentro de la obra.
A modo de reconocimiento al aporte realizado por la obra a las tierras de Moguer, podemos encontrar la escultura de Platero en el museo al aire libre ubicado en la Plaza de las Monjas de ese pueblo español.
Este regalo literario al mundo nació del amor de un niño por su burro plateado de ojos azabache.
La verdadera intención del autor no fue escribir para niños pero tal vez ellos lo estimaron tanto por no haber contado con una intencionalidad dirigida a ese público en particular.
Las contradicciones de Juan Ramón Jiménez continúan y se afianzan, ya que la poética de la obra aparece como perfecta pero inacabadas las costumbres y el comportamiento de algunos personajes. Pero he aquí una sorprendente aclaración de la idea de amistad en “El mejor amigo” de Juan Ramón Jiménez donde le compone a su asno plateado : “Te sigo prefiriendo, Platero, para todos los días, a cualquier otro amigo hombre… Porque tú me das la compañía y no me quitas la soledad y al revés, me consientes la soledad y no me dejas sin compañía”.
Por otro lado, el rechazo social y las dificultades de los marginados contaron con el agudo sentido de observación del autor.
Era un escritor romántico y clásico pero sensitivo con las crisis de su tiempo.