Varios son los héroes que han descendido al infierno. En “La Odisea” de Homero, Ulises tras la guerra de Troya emprende el regreso a su tierra (Ítaca) pero durante el viaje desciende al inframundo y se reencuentra con su madre Anticlea (la cual se había suicidado) y los guerreros muertos del ejército troyano.
Así también lo hizo Eneas, gran héroe de Troya después de Héctor. Su valentía le otorgó el reconocimiento de sus propios enemigos. Descendió a los infiernos para encontrarse con su padre Anquises, quien moraba allí.
Dante Alighieri en la “Divina Comedia” describe los nueve círculos del infierno y su descenso en un viaje acompañado por su guía y maestro, el poeta latino Virgilio. Allí Dante describía como según el pecado cometido el mismísimo Lucifer (representado como un monstruo de tres cabezas que contenía en su boca a Judas) dictaba los castigos que se ajustaban a la naturaleza de la falta cometida.
Cada círculo encerraba a un tipo diferente de pecador (los privados de la fe habitaban el primer círculo llamado Limbo, los lujuriosos se encontraban en el segundo círculo, la gula aparecía en el tercero, los avaros en el cuarto, los portadores de la ira y la pereza llegaban al quinto círculo, los herejes sin alma estaban en el sexto, los violentos y bestiales accedían al séptimo, los traidores eran castigados en el octavo y los culpables de malicia y fraude llegaban al noveno círculo para graficarlo de manera simple).
Quevedo también caricaturizaba al infierno de la mano de “Sueño del infierno”.
Más cercano a nuestros tiempos parece que las tinieblas se entrelazan con los libros como “La lista de Schindler” o “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne o aparece desdramatizada, cercana al humor negro, en la película “La vida es bella” de Roberto Benigni.
Albert Camus escribió un artículo sobre Hiroshima bajo el título “Entre la razón y el infierno” luego del día 6 de agosto de 1945 cuando los bombarderos estadounidenses lanzaron sobre esa ciudad la primera bomba atómica causando la muerte de ciento cuarenta mil personas.
En dicho escrito publicado, en el diario parisino Combat, lamentaba profundamente que las conquistas científicas estuvieran al servicio “de la más formidable furia destructora de que el hombre haya dado pruebas desde siglos”
Todas estas obras y estos personajes se incluyen dentro de la extensa tradición literaria de las representaciones infernales.
Sin duda la creación de Dante Alighieri califica como verdadero modelo por lo descriptiva, amplia y compleja de sus caracterizaciones del inframundo, además de la ordenación y los castigos dentro del mundo infernal.
Pero despojados ya de las acciones literarias, podríamos preguntarnos: ¿Cuál es la verdadera representación del infierno?, ¿habita cerca de la mecánica del salvajismo del ser humano?, ¿respira cercano al oído de un mundo torturado por la infinita diversidad y cantidad de desigualdades?, ¿radica en la violencia, la injusticia y las malas decisiones que establece el orden público?
Quien pudiera tener la certeza de algunas de estas respuestas.
Así, el infierno no queda acotado a una mera representación mágica del mal. Las acciones individuales y colectivas operan como simbolismos de la condición que diferencia el bien del mal.
“Cada uno de nosotros es su propio diablo, y hacemos de este mundo nuestro infierno”. Oscar Wilde (Fue un escritor, poeta y dramaturgo que nació en Dublín, Irlanda en 1854 y falleció en París, Francia en el año 1900).