El cerebro humano es tan asombroso como misterioso. Él controla y regula las labores físicas y elabora toda la información que nos envía nuestro entorno, saca conclusiones, reacomoda aprendizajes, trabaja incluso cuando dormimos.
La lectura es una actividad que coopera con varias funciones de nuestro cerebro. Sin embargo numerosos personajes de la literatura en obras clásicas han dado nombre a síndromes complejos de personalidad.
A modo de ejemplo relevaremos solo algunos de ellos.
Síndrome de Peter Pan. Este se caracteriza por un adulto que desarrolla una personalidad anclada en la niñez. Originalmente este libro para niños se llamó “Peter Pan y Wendy” y su autor James Matthew Barrie lo creó como un texto de aventuras y fantasía. Su argumento se basa en el abandono de Peter Pan por parte de su madre y él deja de crecer para convertirse en un niño eterno del País de Nunca Jamás. Luego de buscar a Wendy, ella se convertirá no solo en la madre de él sino de todos los niños perdidos.
Síndrome de Otelo. Este habla de los celos desmedidos y patológicos. En la ficción Otelo de William Shakespeare mata a Desdémona, su mujer, ya que estaba convencido que ella le era infiel.
La historia original del moro de Venecia de Gianbattista Cinthio inspiró a Shakespeare para crear una de sus grandes tragedias.
Síndrome de Madame Bovary. Este se muestra representado por un estado de insatisfacción o descontento crónico en el plano laboral, social y afectivo.
Así Gustave Flaubert en su obra crea un personaje rodeado de dramas íntimos propios del entorno romanticista. Emma Bovary persigue el amor, la belleza, la idealización, las leyes sociales establecidas pero por sobre todas las cosas la insatisfacción que la lleva a un final fatal.
Síndrome de Pickwich. Este trastorno es también conocido como Síndrome de hipoventilación y obesidad. Charles Dickens detalló en “Los papeles póstumos del club Pickwich” (la primera novela de Dickens) el padecer de Joe quien constantemente tiene hambre y además ronca vigorosamente. Así describió algunas condiciones médicas que aún no habían sido diagnosticadas en esa época y en 1956 la Academia Americana de Medicina señaló que tales características correspondían a una enfermedad respiratoria que afectaba a las personas obesas.
Dickens era un observador tan astuto y detallista de los comportamientos humanos que sus reseñas fueron empleadas para enseñar medicina a causa de su perfección descriptiva.
Síndrome de Dorian Grey. Se aplica a un conjunto de síntomas de origen social y cultural que se basa en la descomunal preocupación de los individuos por su apariencia personal, acompañado de una carencia en la aceptación de los cambios dados durante el proceso de envejecimiento.
Oscar Wilde en “El retrato de Dorian Grey” compone una obra que indaga y explora sobre los temas de la eterna juventud y un pacto diabólico establecido para conservarla unida por supuesto a la belleza. Así es como un pintor queda atónito ante la beldad de Dorian y proclama que sería dichoso si ella lograra permanecer siempre tal y cual está en el presente. Dorian lleva adelante un pacto desesperado que presentará un final tan anunciado como terrible.
La lista de síndromes puede extenderse más aún acompañada del Síndrome de Rapunzel, el de Huckleberry Finn, el de Alicia en el país de las Maravillas o el complejo de Cenicienta.
Pero la importancia del cerebro va mucho más allá del aspecto o el mero campo físico.
Toda la información es procesada y adquirida aún cuando no nos encontremos conscientes de ello. Bien es sabido que este centro nervioso registra lo que ve, siente y escucha.
Alimentemos vigorosamente nuestro ordenador por excelencia.
Franz Grillparzer (fue un dramaturgo austríaco esencial de la literatura del siglo XIX quien nació en 1791 y murió en 1872) dijo: “La mente es lo que hace al hombre libre o esclavo”.