Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

 

Si observaras atentamente una biblioteca cualquiera, la más cercana, la más querida, la más recordada, la de tus sueños y pudieras contar cuántos títulos están escritos por mujeres, seguramente la cifra sería sustancialmente menor en comparación con aquellos textos que fueron escritos por hombres.

Así la historia de la literatura ha relegado lamentablemente los ejemplares escritos por ellas.

En el siglo XIX, la mayor parte de las mujeres escritoras tenían que publicar con un seudónimo.

Émily Brontë publicó “Cumbres borrascosas” bajo el seudónimo de Ellis Bell, un nombre masculino. En aquella época los editores preferían no publicar textos producidos por mujeres dado que consideraban que sólo generaban libros de corte romántico. La hermana de Émily también llegó a publicar con seudónimo masculino.

Además todos los héroes de la historia de la literatura universal también eran hombres: Ulises, D’artagnan, Sherlock Holmes y en muchos ejemplos puede extenderse esta lista.

En la primera mitad del siglo XIX dentro del mundo de las letras se creía que la imagen a dar de una mujer era dócil y sumisa; así todo relegaba sistemáticamente de lo personajes relevantes o principales a las chicas. Ellas nunca eran protagonistas, sólo ocupaban los papeles secundarios y siempre, casi automáticamente, en el rol de esposa, hija o madre. Pero como nada es eterno afortunadamente, con el realismo brota una nueva figura de la mujer, se convierte en esa que se rebela y se deja arrastrar por sus propios impulsos, pasiones y actos.

Las escritoras como Jane Austen o Virginia Woolf desafían las normas y sacan a la luz todo su talento creativo.

Jane Austen escribió su obra  tal vez más destacada que fue “Orgullo y prejuicio” donde el personaje de Elizabeth Bennet sobresale por su inteligencia, brillante cultura sin darle importancia al qué dirán (“Sólo estoy dispuesta a actuar de la manera más acorde, en mi opinión, con mi futura felicidad, sin tener en cuenta lo que usted o cualquier otra persona igualmente ajena a mí, piense”).

Virginia Woolf fue una de las figuras realista modernista del siglo XX y gracias a obras como “La señora Dalloway” o “Al faro” confirmó su propia frase de valoración del éxito personal más allá de los géneros y las épocas: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. Así el ensayo “Una habitación propia” se convirtió en una de sus obras más célebres.

A modo de dato podemos contar que desde la aparición del Premio Nobel de Literatura (excepto este año que no fue otorgado) se lo ha entregado ciento trece veces de los cuales sólo catorce han sido para escritoras.

Parece que también en la actualidad el universo literario no es mayoritariamente para las mujeres.

No obstante el mundo se acomoda a los cambios, algunos pedidos, otros forzados y hoy la mujer puede crear, creer, recuperar su voz y conocer a sus antecesoras para poder seguir ideando historias.

La mujer ha sido objeto literario y musa inspiradora, lectora incansable y creadora de obras.

Ya no vemos como una opción aparecer estáticas como eje de inspiración o espectadoras de lo que los otros hacen.Reparamos hoy, en la mujer como presencia prestigiosa y creciente dentro del mundo de las letras.

El acceso de ella a espacios diferentes gracias a su férrea lucha han provocado la apertura de campos diversos basados en las vivencias que se traducen en arte literario.

Así podemos decir que las féminas caminan a la par del hombre y han conseguido tener la misma importancia en la literatura que ellos.Tampoco hay que desconocer que en varios lugares del mundo sufren discriminación simplemente por expresar públicamente sus pensamientos.Ni que hablar de ponerlo en palabras escritas.

Sin duda aún falta mucho camino por recorrer pero eso no quiere decir detenerse o pensar que nada se ha hecho.Lo mejor está por venir y se llama futuro.Tal vez podamos soñar a lo grande, soñar con otro boom latinoamericano, esta vez liderado por mujeres.

“No veo la miseria que hay sino lo bello que aún queda” Ana Frank (1929-1945).

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