Somos parte de un país donde todo aumenta periódicamente y es normal que nos preocupemos pensando en cómo haremos para pagar la luz, el gas, el transporte, etc. A menudo, también salimos espantados luego de realizar las compras de los elementos de primera necesidad. Es posible agregar una inquietud más a las ya nombradas y esta es el precio de los libros.
Asiduamente nos encontramos repitiendo y escuchando frases tales como “la Literatura debe estar al alcance de todos” y si bien podemos encontrar ediciones económicas de algunos textos, otros se venden a un precio inaccesible para el bolsillo de muchos.
Es verdad que no se trata de un elemento esencial para nuestra vida, pero a quién no le agrada recibir o hacerse un regalo que pueda llevarnos de viaje sin pagar pasaje.
Los precios de las librerías de primera mano y de grandes centros comerciales pueden variar entre $250 a $700, según la calidad del libro y la editorial, los de segunda mano pueden conseguirse a un precio sustancialmente menor. Todo depende de nuestro presupuesto y de lo que estemos buscando. También existe la opción de comprar online por catálogo sin embargo, el costo es similar, a ello debemos sumarle la entrega que a veces puede ser sin cargo pero la mayoría de las veces acarrea un costo extra.
Cabe preguntarnos entonces, ¿por qué los libros son tan costosos en nuestro país?
Es cierto que no encontraremos mejores precios en el viejo continente por ejemplo, pero también vale la pena aclarar que el nivel de ingresos es muy superior a la media de América Latina.
He aquí algunas reflexiones sobre los puntos que hacen que el costo de los libros trepen por las nubes.
Es sabido que la industria editorial no sólo afronta los costos de los derechos de autor, sino también la distribución de los libros, ambos factores actúan como variable de los precios de estos. La producción y la circulación son costosas, pero se suma además el almacenamiento y la logística. Como atenuante de todos estos factores se maneja la idea de coedición e intercambio de derechos, los cuales permiten ahorrar pasos y costos pero no siempre se logra.
La suba en las importaciones especialmente de editoriales transnacionales hace que baje el precio del producto pero la mayoría de las veces nos encontramos comprando títulos que no han funcionado en otros países y se venden en Latinoamérica como política de “probar para seguir produciendo” (Tal es el caso de la editoriales especialmente españolas con altos niveles de impresión que intentan ubicar sus productos en otras regiones apoyadas en el alto nivel de circulación. En resumen sería como comprar los turrones que quedaron en el supermercado en febrero).
Mientras tanto en nuestro país las impresiones locales con tecnología desfasada suman costos.
La presión tributaria también hace que el mercado local no se vea favorecido por la competencia de editoriales poderosas de habla hispana como España, México y Colombia.
Si agrupamos todos estos factores podriamos inferir que las editoriales independientes y locales serían un remedio a tales males pero sólo se quedan en eso, en la esperanza de facilitar la adquisición de títulos que ha menudo por ser poco comerciales o por elecciones erróneas de quienes se encuentran a cargo le juegan en contra. Conviene en este punto definir como “edición de libros” a la industria relativa a la producción y difusión de todo tipo de libros.Es común que en nuestra lengua confundamos edición con publicación. Este último término se encuentra relacionado con el libro en si mismo y el hecho artístico, técnico, educativo, informativo o recreativo impreso en cualquier soporte, incluido el electrónico. Así el libro es un producto fabricado, un artículo de comercio y un objeto de arte.
La librerías que se ocupan de realizar la venta ya tienen vasta experiencia en situaciones de crisis. Ellas reciben casi mil novedades por mes pero no es proporcional con los metros cuadrados que poseen. El problema físico del arte de la exposición también juega en contra a la hora de las ventas.
Los editores a menudo apuestan a la impresión y reimpresión pero en compensación reducen el catálogo de novedades.
Como dato alentador, actualmente los libros infantiles y juveniles son los que mejor se mantienen en ventas pero en este punto también es enmarañado competir con la nuevas tecnologías y los e-books ya que los costos de la gráfica no pueden adaptarse a lo esencialmente digital. Las ventas en líneas generales han caído por ello proporcionalmente también ha decrecido la producción.
Así nos encontramos hoy, entrampados entre las grandes editoriales, los altos impuestos, el decreciente consumo general y los altos costos de impresión, logística, almacenamiento y distribución, la reducción de nuestro poder adquisitivo, la introducción de libros importados y la exportación muy por debajo de los niveles históricos.
Con este panorama las editoriales pequeñas y mediana luchan por sobrevivir y en consecuencia también las librerías.
En consonancia con estos factores,de igual modo el Estado y los Ministerios de Educación y de Cultura han dejado de adquirir libros para las bibliotecas escolares e institutos de formación docente.
Así las cosas. Por suerte aún existen las bibliotecas públicas que se nutren de sus socios y donaciones, apoyadas en el contexto popular y cumpliendo una función social muy importante.Compartir los libros que compraste y disfrutaste puede ser una opción.
“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído” (Jorge Luis Borges 1899-1986).
No estoy seguro de que los libros sean tan caros como decís (comparados con otros insumos). Comprar un libro por mes es más barato que el abono mensual del celular, de la televisión por cable y buena parte de los títulos literarios valen lo que el pack de fútbol, o menos. Me da la impresión de que es un tema de elección de prioridades: cada uno tendrá la suya con la relegación consiguiente de la lectura por parte de la mayoría. Sí, es cierto que se lee muy poco. La lectura no está dentro de nuestras prioridades como sociedad.