La definición del término fracaso proviene del verbo fracasar. Un fracaso es, por lo tanto un suceso lastimoso, inopinado y funesto, según describe el diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Por otra parte, el concepto permite “nombrar a la caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento”.
Cuando de manera liviana y hasta un poco soberbia escuchamos a alguien decir que otro fracasó, aunque el que sentencia argumente de manera extensa no podemos evitar pensar que en esa afirmación lapidaria hay sólo puertas cerradas. Ella no deja la menor esperanza o rectificación de la situación.
Muchas personas creen que fracasar es simple y aparentemente no llegar a la meta (léase para nuestros tiempos: no obtener un buen trabajo que nos reditúe notablemente, ser exitoso socialmente u obtener un título universitario). Sin embargo aquí nos ocuparemos de demostrar de manera fáctica que no siempre se cumplen los oscuros designios apoyados en las competencias sociales, económicas, políticas, culturales, etc.
Hace unos pocos meses leía como novedad en las ediciones españolas Dauro que se le otorgaba un reconocimiento a Jacinta Ortiz Mesa. Ella es una mujer jubilada de 79 años y analfabeta. La misma decidió publicar un libro de poesías, pero no era el primero. Su lanzamiento literario fue con “La campesina” que había salido a la luz en 2013. Cuando recibió el galardón, Jacinta expresó: “…como tenía las poesías retenidas en la memoria contraté una maestra y se las dicté”. Allí cuenta su apasionante vida cargada de privaciones, sus amores y desengaños de manera exquisita y cautivante. Actualmente concurre a una escuela para adultos.
A partir de este suceso mínimo y conmovedor del ámbito literario no pude dejar de pensar, leer e investigar sobre aquellos escritores que aparentemente fueron “un fracaso” en su desempeño académico y sólo con el afán de ejemplificar nombraré a algunos.
Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953-Barcelona 2003) fue una de las voces más importante de la narrativa latinoamericana. Entre sus obras más destacadas se encuentra “Detectives salvajes” (1998) donde cuenta con ingenio la búsqueda de dos hombres de una escritora mexicana desaparecida durante la revolución y 2666, su obra póstuma.
Era hijo de un camionero y boxeador aficionado y una profesora, sólo concluyó su educación formal de nivel secundario. Ya a los 17 años y viviendo en México no dejó su pasión por leer de manera casi frenética en las bibliotecas de ese país, fundamentalmente cuentos policiales y los clásicos griegos.
Ray Bradbury (Illinois 1920-Los Ángeles 2012) es mundialmente conocido por libros tales como “Crónicas marcianas” (es un conjunto de relatos interdependientes que narran los intentos de los terrícolas por colonizar Marte), “El hombre ilustrado” (cuenta historias que se entrelazan donde el narrador anónimo conoce a un extraño personaje con el cuerpo completamente tatuado y entonces estos tatuajes toman vida), Fahrenheit 451 (narra la historia de una ciudad del futuro dominada por los medios audiovisuales de comunicación, donde los libros están prohibidos y arden a esa temperatura F451). Él tampoco fue a la Universidad, se graduó en 1938 en la escuela secundaria y en ese mismo año escribió su primer relato para una revista de aficionados a la narrativa. Fue vendedor de diarios ya que su padre un instalador de líneas telefónicas y su madre ama de casa no tenían dinero suficiente para costearle sus estudios. Recién en 1943 dejó su trabajo y comenzó a escribir tiempo completo. Él mismo enunció en varias entrevistas consejos sobre el desarrollo literario (“Lee historias de calidad”, “Llena tu cabeza”, “Vive en la biblioteca”) y comentó que “se graduó de la biblioteca a los 28 años”. Hoy en día es considerado “el padre de la ciencia ficción”.
José Saramago (Portugal 1922- España 2010) trabajó como cerrajero, herrero y mecánico. Su primer obra fue “Tierra de pecado” y luego permaneció veinte años sin escribir. En los años 60 publicó dos libros de poemas y más tarde “La balsa de piedra” (1986) donde relata la historia de una separación espontánea extendiéndose por los Pirineos, provocando la fragmentación de Portugal de la península ibérica, “El evangelio según Jesucristo”(1991) narra la historia de amor entre Jesús y María Magdalena, fue su obra sin duda más polémica, “Casi un objeto” (1994) donde compila cuentos de carácter humanístico y ficcional cargados de situaciones inverosímiles y en 1998 “Ensayo sobre la ceguera” relata los acontecimientos vividos en una ciudad donde toda la población es afectada por la ceguera.Finalmente en 1998 escribió “Todos los nombres”.
Sus padres eran campesinos sin recursos de una aldea en el centro de Portugal llamada Azinhaga, así que debió abandonar los estudios para poder trabajar. Su educación secundaria se dio en una escuela técnica por lo cual tuvo pocas materias humanísticas pero leía periódicamente los clásicos de la literatura y los recitaba con avidez. Fue premio Nobel de Literatura en 1998.
Entonces, ¿quién podría decir que ellos fracasaron? Si diríamos mejor que fueron autodidactas (persona que se enseña a si misma, basada en el autoaprendizaje). Pero estos no fueron los únicos, hay infinidad de ejemplos en diversos campos (música, pintura, actuación, ciencia). Sabemos que la formación académica, tal y como pareciera entenderse hoy, se ve como el único camino posible de reconocimiento social. Sin embargo, estos ejemplos notables hacen que no se pierda la esperanza de esa realización sólo por los caminos convencionales.
La gente compasiva y de corazón limpio no ve fracasos ni hace sentencias, ve oportunidades, no ve una “analfabeta” o un “fracasado”; ve personas que se superan a si mismas, la mayoría de las veces en condiciones adversas. Por lo cual no sirve rotular, lo necesario y urgente es apoyar verdaderamente y con convicciones a la educación y no como un mero discurso tribunero.
“El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso” (Eduardo Galeano).