Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

“No vemos jamás las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos” (Anais Nin, Francia 1903- Estados Unidos 1977)

Ella en si misma construyó un mito, la cual con ojos discrepantes vio el contexto que la circundaba. Cuando murió lo hizo de la misma forma en la que vivió. Su último esposo, Rupert Pole, tenía instrucciones precisas de publicar sus Diarios luego de la muerte de Hugh Guiler (su otro esposo, protector literario, un poeta bello y un banquero rico repleto de dólares). En esa época parece haber sido una mujer feliz. Sin embargo, la paranoia la acompañó con fuertes arrebatos. Sus Diarios fueron como cajas que se abren al recuerdo y sus cuentos nos invitan a recorrer la bohemia de los barrios de París en la década del 20. En esos tiempos las mujeres bebían, amaban, disfrutaban y criticaban hermanadas con los hombres. La explosión cultural y el protagonismo de su género se contraponía a las teorías de Sigmund Freud (médico y neurólogo austriaco 1856-1939) que triunfaba y se popularizaba en el mundo occidental. Por ello se veía con cierta desconfianza que las mujeres asumieran una posición vital. La cultura en general y la literatura en particular las esperaba.

Anais trataba con total libertad los asuntos de su vida privada y su perspectiva sobre la sexualidad. Así la “Ciudad Luz” reflejaba experimentación, cambio cultural y conservadurismo por igual. En los Diarios (los cuales eran ocho en total y deberían aguardar su publicación hasta el año 1966) ella ve un amigo en quien confiar, al cual contarle sus pesares y necesidades.

Allí refleja la idea que no hay hombre en el que ella pudiera encontrar el amor y el cariño hecho justo a su medida. Quizás por ello sus relaciones se restregaban en el incesto y la homosexualidad. Hasta el fin de sus días en el año 1977, la lectura de sus Diarios serían una actividad privada, íntima que se mecía entre la memoria, lo ansiado, la realidad y la ficción.

Anais fue una escritora con un poder femenino infrecuente para su tiempo, sus Diarios prefiguran cuadros introspectivos y de auto-ficción. Así recorría caminos saltando a tientas las barreras de la moral, sin proponérselo. Por ello era considerada una autora subterránea, poco conocida. Aún hoy las editoriales (especialmente de Estados Unidos) rechazan publicar su material literario debido al contenido sexual explícito y el lenguaje experimental empleado por ella.

Sus asociaciones libres y el monólogo introspectivo desborda las diferencias esenciales entre lo masculino y lo femenino.

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