Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

“El lugar sin límites” de José Donoso (Santiago de Chile, Chile 1924-1996) en su epígrafe abre una puerta a los personajes, la historia y la marginalidad, dice: “El Infierno no tiene límites, ni queda circunscripto a un solo lugar, porque el Infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el Infierno tenemos que permanecer”.

La historia se desarrolla en un pequeño pueblo el cual lleva por nombre Estación El Olivo. Este lugar había florecido gracias a Don Alejandro Cruz. Su principal objetivo era tener un transporte próximo y barato para llevar a la ciudad de Tolca a vender las vides de sus tierras. Había que traer el tren.

Como la mayoría de las expectativas no se cumplieron, la gente migró hacia otros lugares con mayor posibilidad de trabajo. En el pueblo sólo quedó la iglesia, la estación del tren y un prostíbulo. Allí trabajaba La Manuela, una travesti que ha venido de otro pueblo atraída por la posibilidad de regentear el negocio. La japonesa la ha tentado doblemente por ello nace La Japonesita. Tiempo después ella misma manejará también el prostíbulo.

La Manuela construye y reconstruye su identidad sexual a la hora de ser llamado “papá” por La Japonesita. A veces se lo prohíbe, pero otras tantas no sabe bien quién es, si La Manuela de vestido o Manuel González Astica ese hombre que se fue un día cualquiera. Su historia es pasado y presente, es una alegoría de la vida ruinosa, sombría y dolorosa que le ha tocado vivir.

 La mayoría de esas chicas no ha podido elegir, sin embargo tratan por todos los medios de hacerse responsables ante los dilemas que se les presentan.

En esta novela corta publicada por Donoso en el año 1966, muestra la tensión que se maneja dentro y fuera de la casa de alterne. Pancho Vega ha regresado a Estación El Olivo. En el pasado, él ha mantenido una relación con La Manuela y parece que su presencia presagia violencia e infortunio. 

A este pueblo le falta luz eléctrica, pavimento y desarrollo, pero le sobran reglas que no se cumplen, identidades no binarias, evasión de la realidad y ausencia de reconocimiento.

Y así anda La Manuela con su vestido colorado entreteniendo a los hombres del pueblo con su baile. Allí ella se siente plenamente mujer, sabe seducir, cautivar, aunque muy a su pesar lo llamarán repetidamente “papá” en diversas circunstancias.

Camino, imagen y transformación donde lo malo no ha logrado destruirla, sólo mudar su piel. 

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