Si decimos “Psicosis” (publicado originalmente en el año 1959, en verdad la novela se llamó “Psycho” y fue incorrectamente traducida como Psicosis) de Alfred Hitchcock filmada en el año 1960, nos referimos a una adaptación de la novela “Psycho” de Robert Bloch (Chicago, Estados Unidos 1917- Los Ángeles, Estados Unidos 1994). Probablemente el universo cinematográfico se encargó de negar el nombre que merecía dentro de la literatura de miedo de Bloch. Este cobró una suma poco significativa de parte de la productora de Hitchcock, pero con el correr de los años lo sumó como guionista. Así fue como Bloch, allá por los años sesenta se dedicó con exclusividad a escribir para Hollywood y su pujante industria cinematográfica. En verdad se sabe que la novela había tenido escaso éxito, pero se cuenta que Hitchcock se encargó de retirar los pocos ejemplares que circulaban con el fin que nadie descubriera cuál era el singular final que le esperaba a los futuros espectadores.
Joseph Stefano había hecho un trabajo riguroso a la hora de adaptar la novela y parece que el autor comprendió el rédito que otorgaba el buen ejercicio del oficio.
Para escribir “Psycho” se inspiró (con absoluta libertad) en la historia real de uno de los asesinos en serie más terribles de la historia criminal de Estados Unidos, ese era Ed Gein apodado el caníbal de Wisconsin.
En la novela Mary Crane lleva horas conduciendo su coche, va a ver a su prometido, pero sospecha que se ha perdido y ya es de noche. La lluvia es torrencial. En medio de este caos divisa a lo lejos el Motel Bates. Norman Bates es su dueño, vive con su madre y habitan una casa detrás del lugar. Parece que ese será un refugio, más bien será una pesadilla. La lógica no reina allí, todo y todos son muy extraños.
La mente del escritor jugó entre la imaginación y la ficción de terror. Desde sus novelas hasta los más de cuatrocientos relatos cortos exploraron la oscuridad más profunda de las almas humanas.
“El tren al infierno” es un cuento publicado originalmente en el año 1958, muchos lo verán como una típica narración de terror, pero esconde un profundo sentido filosófico de la vida. Martin es su protagonista, un auténtico vagabundo que frecuenta las vías del tren. Esos caminos de acero le son familiares, allí se desarrolla su vida, con los trenes puede ir gratis donde quiera y hacer amigos o no tanto.
Un día uno de esos trenes se detiene junto a él y allí un amable señor le propone un trato. Martín sería el dueño de detener el tiempo cuando él considerara que era feliz. Aparentemente el trato con este señor (el cual en verdad era el mismísimo diablo) no tiene vericuetos o letra chica, pero el concepto de felicidad será tan amplio que ni él, ni el diablo sabrán cuando detenerse. Este es uno de los tantos cuentos que fue publicado en las revistas Pulp de la época.