Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Samuel Langhorne Clemens más conocido como Mark Twain (Estados Unidos 1835-1910) con su particular sentido de la moralidad se embarca en la narración de dos historias que se cruzan, el cuento del niño bueno y el cuento del niño malo (“Historia de un niñito bueno” e “Historia de un niñito malo”).

En el primero aparece Jacob Blivens el cual es obediente y dedicado, siempre atento a lo que sus padres le solicitan. Sin embargo todo parece salirle mal. “Siempre obedecía a sus papás sin importar cuán absurdas e irracionales fueran sus órdenes…” Aquí hace referencia a la lectura de los libros dominicales (o de la congregación) donde sin duda deseaba ser uno de sus protagonistas.

Por otro sendero totalmente opuesto camina Jim, él es travieso, descuidado y malicioso. Incomprensiblemente siempre cuenta con la suerte de tener buena estrella. Así anda Jim como contrafigura del niño bueno. No sólo comete tremendas travesuras, sino que no se arrepiente en absoluto, es más lo disfruta, no recibe castigos y es aceptado socialmente.

En verdad dichas historias fueron publicadas con aproximadamente cinco años de diferencia. Luego su comparación fue inevitable. “Historia de un niñito malo” se publicó originalmente en la revista California en el año 1865 y en 1870 la revista Galaxy difundió “Historia de un niñito bueno”.

Twain se dedica en ambos relatos a saltarse “los buenos modales”, quizás por ello transgrede lo políticamente correcto. No se ata al carácter histórico de los discursos de los adultos. Por ello le parecen “irracionales” algunas reglas impuestas con mano de hierro de parte de los padres de Jacob, el niñito bueno.

Es verdad que la identidad social se ha modificado desde la publicación de estos libros dominicales a nuestros días, no obstante siempre estamos ceñidos a la representación que atesoramos como individuos singulares o como agentes de instancias colectivas. Esas demandas de las instituciones hacían que Jacobs Blinvens fuera “excesivamente bueno”, era algo así como el niño modelo de los mismos libros que devoraba con fervor. Si hasta su muerte fue imaginada rodeado de seres bondadosos y correctos como él.

En cambio en “Historia de un niñito malo” la alegoría se pone patas para arriba y Jim logra todo aquello que desea.

Como casi todos los grandes clásicos de Mark Twain se muestran como literatura infantil, pero por el contrario poseen un mensaje claro hacia los adultos.

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