Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Este año Liliana Heker (Buenos Aires, Argentina 1943) abrió la Feria del Libro de Buenos Aires. Hace apenas dos años dejó de dar talleres literarios. Su herramienta siempre fue la palabra.

El cuento “La fiesta ajena” (publicado originalmente en el año el año 1991 en el libro “Los bordes de lo real”) divide las aguas ya en el segundo renglón.

 Su madre apuesta fuerte y le dice a su hija Rosaura: ”…No me gusta que vayas. Es una fiesta de ricos…” Herminia sabía de que hablaba, ella era “la sirvienta de ellos”.

Rosaura tenía nueve años y sólo deseaba con el corazón ir a la fiesta de cumpleaños de la hija de Inés (la patrona de su madre). La niña se llamaba Luciana. Claro que no estaba en sus planes que no ocupara el rol de invitada a pesar de llevar con gracia el vestido “de Navidad”. Ese mismo que siempre estaba preparado para las ocasiones especiales, en verdad era el único decente que tenía.

A Rosaura nunca la hicieron sentir que era parte de la fiesta, ni tampoco logró meterse en el papel de “la amiga de la cumpleañera”. No recibió el regalito cuando el festejo concluía. Acaso cuando la señora Inés le entregó un puñado de billetes la niña comprendió que no estaba ayudando, en verdad estaba sirviendo. Algo fuerte y cotidiano la unía a su madre. Por su trabajo recibía un pago. No había sido una fiesta para ella, así desaparecía la diversión. Su realidad era otra, diferente a la de los reales invitados.

La mano implacable del poder apretaba con fuerza inusual el cuello de Rosaura. Le sobraban ganas de llorar y le faltaba la respiración. Ya era demasiado escuchar de la Señora Inés decirle que tomará el dinero pues se lo había “ganado en buena ley”.

Los detalles se los dejaremos a los lectores a fin que puedan disfrutar este cuento corto, pero podemos adelantar que el costo desalmado que maltrata la realidad de Rosaura pone cabeza abajo su alegría. Ya no era posible la felicidad porque se había ocultado la ilusión.  Aunque su madre se lo había advertido.

Y ahí estaban de nuevo los binomios: ellos y nosotros, los ricos y los pobres. Los adultos de ambos bandos no pudieron pensar que tan sólo era una fiesta de cumpleaños.

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