Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Charles Lutwidge Dodgson, más popularmente conocido como Lewis Carroll (Daresbury, Reino Unido 1832- Guildford, Reino Unido 1898) nos remite directamente a su obra más conocida “Alicia en el país de las maravillas” (publicado  originalmente en el año 1865), pero además como no sólo de la literatura vive el hombre; fue un célebre matemático y un excelente fotógrafo. Como si todo esto fuera poco se le adjudica la invención del nictógrafo en el año 1891. Este tenía como principal objetivo facilitar la escritura en la oscuridad sin el uso de la luz.

Por definición un nictógrafo es un aparato o máquina muy empleada desde tiempos remotos que con la ayuda o auxilio se puede escribir sin necesidad de ver los caracteres registrados o transcritos. Este vocablo proviene del griego nyktos (noche) y de graphos el cual refiere a un aparato que escribe o registra.

Su mecanismo es sumamente sencillo. Dieciséis cuadrados perforados constituyen la base de una tarjeta cuadriculada. Carroll escribía uno de los símbolos en cada casilla y luego movía esta hacia abajo para proseguir con otra línea y así sucesivamente.

Es sabido que este escritor sufría a menudo de fuertes migrañas, por la noche el insomnio era persistente, pero con este aparato podría reconstruir sus pensamientos a la mañana siguiente sin necesidad de prender el candil. Así utilizaba un rectángulo de cartón junto a otro rectángulo recortado en la parte central, ello servía de guía para su escritura en medio de la oscuridad. Claro que como toda invención, posteriormente fue perfeccionada. Así él mismo da testimonio en su diario el día 24 de septiembre de 1891. 

“…Cualquiera que haya experimentado, como me ha ocurrido a menudo, el proceso de levantarse de la cama a las dos de la madrugada en una noche de invierno, encender una vela y escribir un pensamiento afortunado que, de otra manera, sería probablemente olvidado, estará de acuerdo conmigo que es algo realmente incómodo… (…) Tracé filas de agujeros cuadrados, cada uno para contener una letra (encontré que un cuarto de una pulgada cuadrada era un tamaño conveniente), y ésta resultó una idea mucho mejor que la anterior; pero las letras seguían siendo ilegibles. Entonces me dije a mi mismo. ”¿Por qué no inventar un alfabeto cuadrado, usando sólo puntos en las esquinas y líneas a lo largo de los lados?” Pronto me di cuenta de que, para hacer la escritura fácil de leer, era necesario saber dónde empezaba cada cuadrado…”

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