Luego de una semana relativamente tranquila en lo político, el huracán político que llamamos Javier Milei volvió a dar la nota el viernes por la madrugada. En un viaje relámpago a la ciudad más austral del mundo, el economista liberal anunció la participación de Estados Unidos en la creación de la tan famosa Base Naval Integrada, elemento fundamental en el desarrollo logístico hacia la Antártida. ¿Es esta una señal de servilismo colonial hacia el ‘Amo del Norte’? O ¿Es una masterclass de política internacional para alinearse con Occidente?.
Si hay algo que le podemos destacar al Ejecutivo Nacional, es que no tiene una actitud pasiva en la agenda política. Cada día de su gestión podría ser tranquilamente un mes o hasta un trimestre del ciclo de noticias en otro lugar del mundo. Si Argentina siempre fue una vorágine donde cualquier cosa puede pasar, el gobierno liberal es el zénit.
Entre las últimas horas del jueves y las primeras del viernes pasado, el presidente Javier Milei decidió visitar Ushuaia, donde tuvo una escueta reunión con la jefa del Comando Sur, la general Laura Richardson. La militar norteamericana no es extraña a las visitas al país, habiendo tenido reuniones en su momento con la dirigencia provincial y hasta un encuentro con la exvicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. El motivo no obstante, era distinto: entrada la madrugada Milei anunció el desarrollo de la Base Naval Integrada de Ushuaia con el acompañamiento del país norteamericano. Las críticas no tardaron en llegar: la rapidez de la medida, la nula integración a la política local y el simbolismo de la medida. No fueron pocos los que vieron como una entrega de soberanía la acción.
Ahora bien: ¿Por qué Milei anuncia esta base junto a los americanos? Si hacemos algo de memoria, la base ya había comenzado un proceso inicial para su realización a finales del mandato pasado, luego del acuerdo entre la provincia y una empresa china, con el visto bueno del exmandatario Alberto Fernández. Esta obra, al iniciar la gestión del economista liberal, había sido paralizada. Según declaraciones del ministro de Defensa, Luis Petri, para esto ya se había pagado el 100% del presupuesto desde 2022, ejecutándose solo el 26% de esos 258 millones de pesos. Ahora la base volverá, aunque no queda claro si con el mismo diseño u otro a confirmar, pero cambiando de aliado para llevarla adelante.
Sacando el impacto inicial del anuncio, hilemos un poco más fino. El anuncio, que realmente cayó como un balde de agua fría para propios y ajenos, cae en un momento muy particular de las relaciones de nuestro país tanto con China como con Estados Unidos. En el caso chino, los medios oficialistas habían comenzado una nueva campaña trayendo a la luz ciertas denuncias con respecto a la “Base China” o también conocida como la Estación de Comunicaciones ubicada en la provincia de Neuquén. Con ese sentimiento casi sinofóbico o antichino, se redobló la apuesta ahora en Tierra del Fuego: darle al rival directo del gigante asiático la tan ansiada entrada a la Antártida. En el aire ahora quedan el puerto de profundidad en Río Grande, un anhelo logístico de décadas en la provincia, las represas en la Patagonia y los proyectos de energía nuclear. Una cosa es segura, no debe haber sido una gran tarde para la diplomacia argentina en Beijing.
Del otro lado de “mojarle la oreja” a los chinos, aparece esta nueva versión de las relaciones carnales entre Argentina y Estados Unidos. Milei ya había anunciado en campaña su preferencia por una directriz más occidental a la hora de pensar su política internacional, lo demostró en su asunción y posiciones con respecto al tema Israel-Hamás, y ahora termina de sellarlo con su anuncio del viernes. Mientras tanto, quizás por casualidad o causalidad, el ministro Caputo se encontraba negociando con el FMI los tan ansiados dólares para levantar el cepo cambiario. Si bien el organismo internacional tiene autonomía a la hora de operar, contar con el apoyo norteamericano inclina la balanza hacia una resolución favorable.
Siendo breve en la explicación, las tensiones China-Estados Unidos no son nuevas y abarcan desde el uso de nuevas tecnologías como el 5G, acceso a recursos naturales, plano comercial y medio ambiente por mencionar algunas. Mientras Estados Unidos avanza sobre la esfera regional china, ya sea con movimientos militares, apoyo logístico o gestos simbólicos en Asia Pacífico y el Sudeste Asiático, China hace lo propio en América Latina, el “patio trasero”. Ni China ni Estados Unidos hacen algo por la bondad de sus corazones, sino como medidas calculadas en este gran juego de suma cero que se da a lo largo y ancho del globo.
Argentina, que es otra pieza atrapada en este tablero, sigue interpretando el contexto con la lógica del Siglo XX de la Guerra Fría: de un lado o del otro, algo equivocado hasta en la época de soviéticos y americanos, donde países como Egipto, con el general Gamal Abdel Nasser, hacían equilibrio sacándole armas y recursos a ambos bandos. Aquí, tanto Milei como los anteriores, quizás con excepción de un Macri que transitó un período de mayor distensión, eligieron por uno y por otro en base a la ideología, no con lo más conveniente para Argentina como prioridad.
Es por ello, que los que hoy celebran la entrada norteamericana en Tierra del Fuego, criticaban como relegar soberanía en el caso de Neuquén y viceversa. La realidad es que el gobierno de Milei no tiene un plan de servilismo colonial hacia Estados Unidos… porque no tiene un plan. El viaje, la reunión y el anuncio, como casi todas las medidas que ha tomado en estos 4 meses el Ejecutivo, no parecen tener un grado de planificación más profundo que lo inmediato. Aquí, al menos a mi humilde entender, no hay planes maestros sino anuncios de expresiones de deseos de parte de un gobierno que busca comprar tiempo y muchas veces, en ese apuro y nulo análisis del contexto, entrega más de lo necesario para lograr sus objetivos.
Esa intempestiva forma de proceder, es lo que deja muchas veces fuera de juego a la hoy oposición, que ya no sabe si denunciar, salir a confrontar o dejar pasar la caterva de anuncios y medidas de títulos llamativos que terminan quedando en la nada. Para instalar una base militar norteamericana, como para instalar una china, se necesitaría como mínimo del apoyo ampliamente mayoritario del Congreso. Las bases requieren gente, equipamiento y un movimiento que no puede ser oculto de la sociedad. Que la Estación de Telecomunicaciones china sirva de forma más directa o indirecta a la inteligencia china, es tanto una obviedad como algo incomprobable. Del mismo modo, podemos decir que Estados Unidos no viene a participar del puerto porque son buenos y quieren ayudar al gobierno, sino como una herramienta para generar influencia en la zona y proteger una posible ruta comercial alternativa al Canal de Panamá.
El problema al final del día, es que Argentina no tiene una postura clara en cómo proceder en su vinculación con el mundo, porque no tiene del todo claro qué quiere hacer con su propio territorio. No nos podemos poner de acuerdo en educación, en salud, en economía, mucho menos llegaremos a establecer cuáles son nuestros intereses, hasta dónde podemos “negociar” y cuáles son los límites inclaudicables. Milei solo es una nueva cara en el círculo interminable de anteponer los intereses extranjeros por sobre los nacionales.