La tarde noche del viernes fue una plagada de expectativa, rumores de anuncios y la anticipación de buena parte de la ciudadanía por escuchar las palabras del presidente Javier Milei, quién daría inicio a las Sesiones Ordinarias del Congreso entrada la noche.
Los canales más “amigos” del economista liberal dejaban entrever que habría algún tipo de anuncio sorpresa y que el apartado cambiario, que durante el mediodía parecía que sería la estrella de los anuncios, era algo que vendría “más adelante”. El escenario, con una clara inspiración del esquema norteamericano, lo puso en un atril frente a Diputados y Senadores, donde durante algo de hora y media repasó sus Grandes Éxitos: las fustigas a la casta, el diagnóstico apocalíptico de la economía durante gestiones anteriores y ese mensaje implícito de ser la única salvación posible para la Argentina.
Sin el objetivo de analizar palabra por palabra el discurso, que si bien no fue tan extenso dejó una multitud de frases para título o polémica, podríamos decir que se dividió en tres partes: una primera de diagnóstico de la situación al momento de su asunción, las medidas que aplicó en sus 82 días de gobierno y, por último, algunos adelantos de lo que será la agenda política para el primer semestre de 2024.
Del diagnóstico, podríamos decir en líneas generales que la mayoría de los datos presentados por el economista eran verídicos. Es cierto que casi el 60% del país está bajo la línea de la pobreza, que la Argentina ha tenido déficit fiscal en casi la totalidad de los últimos 100 años o que no ha crecido el empleo privado. También es necesario decir que otros tantos como la cifra récord de indigencia o la velocidad del aumento de la pobreza son falsos, contando con algunas exageraciones en el ámbito de la seguridad y el caso Rosario.
El presidente, que no es extraño a la hipérbole discursiva y a generar títulos para ocupar minutos del ciclo de noticias, supo dosificar datos con palos o chicanas, como le tocó al ex gobernador de Jujuy Gerardo Morales dado el escándalo con la justicia que resultó con la detención de dos twitteros por hablar de una supuesta infidelidad de la mujer del radical. El economista trajo a colación el evento hablando de “una casta privilegiada que vive como si fueran monarcas”. Así también, volvió a repetir uno de los favoritos de su militancia con respecto a la pandemia, desacreditando la gestión nacional durante la crisis y el número de los desaparecidos durante la última dictadura militar aseverando: “si hubiéramos hecho las cosas como un país mediocre hubiéramos tenido 30.000 muertos, de verdad”.
Luego, llegó el turno de hablar sobre lo hecho. Allí Milei, casi como relatando una batalla épica, procedió a detallar los planes de motosierra y licuadora: un recorte severo en los gastos en los que incurre el estado y, aunque de forma implícita, la devaluación de los compromisos en pesos. Quizás las provincias fueron las que más sufrieron en estos primeros casi tres meses con las transferencias discrecionales que a plata de hoy rondarían los 5.4 billones de pesos.
Saliendo de lo económico repasó el famoso DNU y medidas tales como el protocolo antipiquetes, las desregulaciones a la economía y la quita de trámites, siempre remarcando que estas medidas son para los argentinos. La fallida Ley Ómnibus también tuvo su mención, aunque todo indicaría que tendrá un regreso en espíritu más adelante.
Lo más importante, pasó claramente por la parte de anuncios. Por un lado, el presidente avisó que entrará al Congreso un proyecto de Ley Anticasta. ¿Qué propone esta ley? Por un lado se eliminarían las jubilaciones de privilegio para presidentes y vices, todo exfuncionario con condena firme en segunda instancia por delitos de corrupción perderá cualquier beneficio que tenga por haber sido funcionario y tampoco podrían presentarse en elecciones nacionales. En esa misma línea se reducirán los contratos de asesores en Diputados y Senadores, se descontará la jornada de sueldo a los empleados estatales que hagan paro, se eliminaría el financiamiento público de los partidos políticos, recurriendo a un sistema de donaciones similar al norteamericano y, algo que había adelantado hace no tanto, se penalizará por ley al presidente, ministro de economía, autoridades del Banco Central y diputados y senadores que aprueben un presupuesto que contemple financiar el déficit fiscal con emisión monetaria.
Las y los más astutos verán que no mencioné lo que a mi criterio es lo más importante: los sindicatos estarán obligados a hacer elecciones periódicas, libres y supervisadas por la Justicia Electoral, cotando ahora con mandatos de cuatro años y la posibilidad de una única reelección. Así también, los convenios colectivos específicos entre trabajadores y empresa primarán por sobre los convenios del sector. Palabras más, palabras menos el presidente posiciona a la CGT como principal enemigo y busca reducir el poder de la misma, ya sea a la hora de determinar las “reglas del juego” o su capacidad de perpetuarse en el poder.
Seguido a este anuncio, que ya sienta las bases de lo que será una relación conflictiva entre Ejecutivo Nacional y los espacios sindicalistas, llegó su propio gran acuerdo refundacional de la Argentina. La realidad es que Milei no es el primero que busca discursivamente marcar un antes y un después con su gestión, el peronismo construyó este concepto en varias ocasiones con la vuelta de Perón o la llegada de Néstor por ejemplo, pero hay una diferencia fundamental: las construcciones de los relatos fueron posteriores a las acciones que los comprenden, nunca al revés. Aquí el economista establece una serie de puntos a acordar con los gobernadores, a fin de sentar las bases del futuro para la Argentina… algo que ya intentó sin éxito con la presentación de la famosa Ley Ómnibus en Diputados.
Con fecha el 25 de mayo en la provincia de Córdoba, Milei establece 10 puntos, algo que venía vaticinando con sus crípticos posteos en referencia a los 10 mandamientos de Moisés. A modo de resumen los mismos establecen: inviolabilidad de la propiedad privada, equilibrio fiscal innegociable, reducción del gasto público al 25% del PBI (hoy ronda el 50%), reforma tributaria, rediscusión de la coparticipación, avanzar en la explotación de los recursos naturales, reforma laboral moderna, reforma política estructural y la apertura al comercio internacional.
Previo a conformar esta mesa, hay un requisito previo: la aprobación de la “Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, lo que se llevaría el gobierno nacional, y un nuevo pacto fiscal, el beneficio que verían los gobernadores. Con esto Milei obtiene dos cosas: tiempo de gracia para esperar el famoso “rebote” de la economía y, en caso de funcionar, una foto política que le allana el camino de cara a las reformas más estructurales y una elección de medio término.
El economista liberal hace un acto de balanceo entre la ortodoxia económica, el liderazgo mesiánico y profético y los exabruptos más propios de un panelista de TV que del representante del Ejecutivo. La oposición aún no logra descifrar la mejor estrategia de contraataque, con frentes abiertos en la elección de su propia cúpula, un sindicalismo que no logra ordenarse y una sociedad que sorprendida no sabe si esperar o protestar. Mientras tanto, la motosierra y la licuadora avanzan, buscando a ser las respuestas a un problema que todos sus predecesores han identificado pero ninguno solucionado.