Hannah Arendt (Hannover, Alemania 1906- Nueva York, Estados Unidos 1975) fue una escritora y filosofa alemana de ascendencia judía. Cuando Hitler llegó al poder en el año 1933, ella se exilió en París y huyó de Francia en 1940 para radicarse definitivamente en Nueva York donde finalmente obtuvo la nacionalidad.
Escribió gran cantidad de obras, en 1951 apareció “Los orígenes del totalitarismo” en él alude a la diferenciación entre totalitarismo, dictadura y tiranía. Para ello señala como condición imperante: la concentración del poder en un líder, la creación de un partido que represente a las masas y la utilización del terror entre otros. Así repasa el ascenso y la ocupación del nazismo y analiza el poder desplegado durante el gobierno de Stalin. De este modo se acercaba a las Ciencias Sociales. Sin embargo hoy nos dedicaremos a la expresión “banalidad del mal” difundida por Hannah Arendt. Esta aparece en su libro “Eichmann en Jerusalén” donde regresa a su vieja pasión, la filosofía.
Luego de la caída del Tercer Reich en 1945, Eichmann fue localizado en Buenos Aires en el año 1960. Cuenta la historia que en verdad Klaus (hijo de Eichmann) se enamoró de Silvia Hermann. Lothar, el padre de Silvia, había huido de Alemania a finales de la década del 30 debido a la persecución a su comunidad. Él comenzó a sospechar de la identidad de hasta ese entonces Ricardo Klement. Así fue tras un largo camino de intrigas, idas y vueltas y averiguaciones. Tras mucho andar el Mossad sacó clandestinamente a Eichmann hacia Jerusalén, Israel. Al largo proceso legal asistió Arendt. En su libro escribió “a pesar de los esfuerzos del fiscal, cualquiera podía darse cuenta de que aquel hombre no era un monstruo”. En él, ella veía a alguien con una estructura de pensamiento bastante básica que repetía frases hechas, muchas veces con una carencia de consistencia ideológica. No obstante todos los que participaban del litigio judicial sabían con certeza que ese hombre había sido uno de los asesinos más grandes de la historia del Holocausto. Para Eichmann, el exterminio sistemático (o Solución Final) “constituía un trabajo, una rutina cotidiana…”
Ella realizó un estudio detallado del juicio y de la personalidad del criminal nazi una vez finalizado el juicio, concluyó que ese hombre no tenía rasgos mentales que la hiciera pensar que padecía alguna enfermedad, ni siquiera que fuera antisemita. Él actuó así por motivos personales (deseaba ascender), no tenía noción del bien y del mal, era una pieza dentro de un sistema que no percibía como perverso, sólo seguía las normas establecidas por el régimen. Afirma que la estupidez y el fanatismo pueden ser tanto o más peligrosos que la perversión declarada. Durante el juicio seis psiquiatras certificaron que era un “hombre normal”. Tal parece ser que el mal es insustancial.
Eichmann fue declarado culpable de crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. El 31 de mayo de 1962 en Ramla, Israel fue ahorcado.