Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Los resultados del domingo cerraron una etapa electoral aguerrida y extenuante de casi un año, abriendo ahora lo que será el mandato a partir del 11 de diciembre para el economista Javier Milei, acompañado por Victoria Villarruel.

Los pronósticos, al igual que en las PASO y las generales, demostraron una incapacidad de las encuestas para retratar el sentir de la sociedad; hoy encompasado en su mayoría bajo las filas de La Libertad Avanza. En un formato atípico, casi una hora antes de lo que debía ser el anuncio de los resultados provisorios, Sergio Massa decidió tomar el estrado de su búnker de campaña para reconocer la derrota. Acto seguido los números empezaron a salir: entre 11 y 12% de diferencia entre los dos candidatos, algo de 3 millones de votos separaban al ganador y perdedor de la contienda.

El discurso de Milei, que se hizo esperar, fue continuar la línea que venía proponiendo desde el inicio de su candidatura: con una retórica refundacional de la Argentina, donde se viene un cambio más de la índole permanente con un cambio en el paradigma económico, no propone resultados inmediatos, sino que habla de “volver a ser una potencia económica en 35 años”. Resulta extraño que en un país tan resultadista para todo (sean deportes o política) el discurso de un candidato que promociona un ajuste y no habla de una mejoría inmediata genere tanto fervor en la sociedad.

Al resultado a nivel nacional debemos hacerle un par de aclaraciones a mi entender: en primera parte, solo en Argentina y solo bajo la bandera del Partido Justicialista sería posible que un candidato llegue a segunda vuelta luego de un año durísimo en términos económicos. 130% de inflación, 40% de pobreza, 10% indigencia son algunos números que, en cualquier otro lugar del mundo, harían imposible considerar la victoria una posibilidad. Aunque hoy derrotado y con un anuncio de retiro de la vida política, Massa logró ponerse a la cabeza de una maquinaria electoral peronista que no estaba conforme con el gobierno, con la fórmula ni con las alianzas.

La estrategia electoral de la “campaña del miedo”, como se categorizó desde el futuro oficialismo, tuvo mella en el corto plazo en la ciudadanía impulsando los números previos a las elecciones generales. No obstante, con el correr de los días y las sendas explicaciones desde el espacio liberal, parece haber perdido ese efecto efervescente de su inicio. Quizás es porque una mayoría de la población le cree a Javier Milei cuando habla, porque propio de sus modismos, enojos y furcios se presenta como genuino, o simplemente la dualidad peronismo/anti-peronismo de cara al balotaje pesó más que las propuestas y plataformas.

A decir verdad, y a diferencia de cualquier otra campaña que recuerde, estas elecciones no fueron más que sobre Milei. Mientras el economista liberal presentó una plataforma disruptiva cuanto menos, donde se propone privatizaciones, reducción severa del gasto público y una economía sin restricciones, la campaña de Massa fue fundada en oposición a lo planteado por su rival. Quizás aquí pesó el mal resultado de las PASO, las dificultades de mostrar gestión y quedar vinculado a un Alberto Fernández más que debilitado o simplemente que oponerse era el camino de menor resistencia. La realidad es que si bien le sirvió al PJ esta estrategia para encauzar a los asustados con Milei, volviéndose una “colectora” en contra del liberal, tampoco dejó en la ciudadanía un claro mensaje de las propuestas concretas que se vendrían bajo una gestión de Massa. El mensaje, en una clave más de los expertos de la comunicación, hablaba de producción, trabajo, la Argentina de todos. Del otro lado, puedan gustar o no, LLA hasta algún punto pecaba de ser demasiado concreto.

Ahora bien, los números más impactantes llegan del lado de las provincias: en Mendoza fue 71,14% a 28,85% para Milei, Córdoba 74% a 26%, Santa Fe 62,82% a 37,17%. Massa solamente se alzó con la victoria en Formosa, donde sacó el 56% de los votos y Santiago del Estero con el 68%. En el tradicional bastión del peronismo, la Provincia de Buenos Aires y donde Axel Kicillof prepara su segundo mandato, a penas logró una mínima diferencia, haciéndose con el 50,73% de los votos. La Patagonia se tiñó de violeta, al igual que el Cuyo, Litoral y Norte del País. Si miramos Tierra del Fuego, que hoy cuenta con diversas versiones de peronismo en todos sus cargos ejecutivos, más la mayoría de representantes en lo legislativo municipal y provincial, es curioso que Milei saque el 53%, solo perdiendo en Río Grande por 1,3% o 700 votos. Ganó en Ushuaia por el 15% y en Tolhuin, que siempre fue liderada por el PJ, la diferencia fue la misma. Resulta claro que la militancia no alcanzó para contrarrestar el impacto de la crisis económica en el votante a la hora de sopesar pros y contras para seleccionar al futuro presidente.

Saliendo del análisis de los números duros, creo que es importante hablar del gran ganador de esta jornada: Mauricio Macri. Un poco en chiste y un poco en verdad, Macri salió victorioso como pocos este domingo, y de darse un resultado favorable para su lista en Boca este 2 de diciembre, cerraría un año “redondo”. Recordemos que Macri fue, con ciertos matices dependiendo del ala de Juntos por el Cambio, exiliado de toda contienda electoral bajo el argumento de contar con demasiada imagen negativa. Macri ni lerdo ni perezoso empezó a urdir un plan en el espacio, que para 2021 y 2022, contaba con una amplia mayoría de apoyos a nivel nacional. Así propuso que se lleven adelante internas, a fin de continuar esa línea republicana que promulga el JxC. Larreta, que era el más fuerte se fue debilitando al armar alianzas y terminó muy golpeado en las PASO, quedando muy lejos de Patricia Bullrich. Con “Pato” Macri acompañó las distintas apariciones públicas pero no dejó de coquetear con Milei por debajo de la mesa: el ex-presidente entendía que el economista tenía otro techo de votantes y que su discurso lejos de asustar, invitaba a la gente a pensar que el cambio solo era posible sin gradualismos, los mismos gradualismos que le costaron políticamente a su gestión.

Con la caída de Bullrich en las generales, Macri no demoró ni un minuto en acercarse a Milei y ofrecerle su espacio político, aparentemente sin ningún tipo de contraprestación, para la fiscalización y tratar de vencer al peronismo. Aquí Macri terminó ejerciendo de Cristina: el orquestador político de una alianza donde no figura en los papeles, pero todos saben que depende de él. Esa piedra mató dos pájaros de un tiro: lo acercó al liberal, que siempre lo tuvo en alta estima, y le permitió purgar de los radicales más progresistas su creación: Juntos por el Cambio. Así los Morales, Lousteau y hasta Larreta se mostraron en la vereda opuesta, y aunque nunca formalizaron, todos intuían que había un acercamiento a Massa. 

Los resultados del domingo le dan a Macri esa chapa de “genio” político que a pesar de haber construido una oposición sólida en 2015 y ser el primer presidente no peronista en terminar un mandato desde Yrigoyen nunca le habían otorgado. De haber negociado algo por su apoyo, ahora es el momento del reparto, por lo que no extrañaría ver nombres como Sturzenegger, Iguacel u otros ex funcionarios de su riñón incorporarse al gobierno liberal, ahora ya sin tener que negociar con las “palomas” como en su presidencia.

Sacando estos párrafos dedicados a la relevancia del ex-presidente en la recta final de la contienda electoral, no quiero desestimar el trabajo que ha hecho Javier Milei para llegar hoy a donde está. En menos de 4 años creó una fuerza política que llegó a la presidencia y ganó un balotaje de forma abultada. El que alguna vez fue el panelista de Intratables, otro personaje de nuestra farándula política, el 11 de diciembre se sentará por primera vez en el sillón de Rivadavia y digitará los destinos de las y los argentinos por 4 años. La consistencia de su discurso, a veces hasta repetitivo, le valió en la ciudadanía ese voto de confianza . Podemos discutir si sus ideas son las mejores para aplicar en este país o no, si están bien moralmente o no, y otra infinidad de cuestiones, lo que no podemos decir es que no él no crea firmemente en ellas.

No obstante de la cantidad de votos obtenidos, no será un gobierno fácil el de Milei. Sacando lo económico, las propuestas de privatización de las empresas estatales como YPF, Aerolíneas, Tv Pública y otras tantas generarán seguramente un clima de conflicto en una parte de la ciudadanía, ni hablar de si se generasen políticas controvertidas en temas referidos a los Derechos Humanos, más precisamente todo lo vinculado a la temática de la última dictadura y los 30.000 desaparecidos. Aunque pareciese minoritaria viendo los resultados, hay una parte de la población que priorizó estos temas y otros como la defensa de los derechos de las diversidades y el tema medioambiental por encima de la realidad económica a la hora de hacer su elección.

El 11 de diciembre será el inicio de un camino sinuoso para los liberales, que harán su primer experiencia como espacio político a cargo del Ejecutivo Nacional. No será sin traspiés ni errores, si hasta los partidos más experimentados han tenido problemas con la famosa “botonera” del Estado. Lo que se percibe, es que la famosa grieta está más viva que nunca, y hasta un poco más radicalizada que en 2015. Milei deberá de ser rápido a la hora de aplicar medidas, cuando su capital político todavía está en alza, evitando así desangrarse como le pasó a Macri. Si resultará o no el programa económico que impulsa, la respuesta dependerá principalmente del lado de la biblioteca que se consulte.

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