Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

“Necrópolis” fue publicado en el año 1966 por Boris Pahor (Trieste, Italia 1913-2022). Luego de casi treinta años se convirtió en un suceso literario. En esta autobiografía Pahor relata con realidad y crudeza el duro reto de sobrevivir dentro de un campo de concentración. Desde su tapa ya impacta el lenguaje visual que llega con el traje a rayas característicos de los lugares de exterminio, pero esa vestimenta desprovista de ser alguno aparece como fantasmal. 

Pahor tenía sus raíces en Eslovenia y por esas cosas del espíritu y la mente regresa a los campos donde estuvo recluido desde 1943 hasta 1945. 

Dachau fue una verdadera máquina de matar y Pahor lo vivió en carne propia. 

Él se dio el tiempo para regresar, observar y analizar esas visitas guiadas, un poco banalizadas desde el espíritu de curiosos y turistas. Un par de horas solo dejará a los extraños ver por la cerradura de una gran y pesada puerta, pero no tendrán la llave que abra la óptica general de un día, al menos, en el mismísimo infierno.

Quizás tuvo la valentía de enfrentar sus miedos más ocultos con el propósito de concientizar sobre lo ocurrido para que nunca volviera a repetirse.

 Es verdad que valora el acto de conocer y reconocer un lugar dentro de un espacio el cual es placentero como hacer turismo. Coloca en un territorio accesorio la cartelería, las imágenes porque afirma que ello puede significar tan siquiera un pequeño porcentaje de lo ocurrido. Así dice: “ Ningún panel podría jamás ilustrar el estado de ánimo de un hombre que tiene la sensación de que el tazón de hierro de su vecino contiene medio dedo de líquido amarillo más que el suyo”.

Instinto de supervivencia, desgracia, cuerpos famélicos, pulsión de vida más allá de la muerte. Un laberinto que puede conducir a uno u otro lado de la condición humana. Una sola decisión, al parecer aislada hacía la diferencia entre vivir un día más o morir.

Pahor fue doblemente perseguido, primero por Mussolini por pertenecer a la minoría eslovena en Trieste (Italia) y posteriormente por Hitler por su militancia antifascista.

La osadía de Pahor no terminaría ahí, su libro fue publicado en su lengua natal, el esloveno. Fue así que una tarde visitó el campo Natzweiler- Struhof, uno de los tres por los cuales pasó y una idea comenzó a rondar sus pensamientos: ¿Por qué no escribir sobre sus vivencias?

Vale la pena aclarar, así como “Necrópolis” lo hace en su prólogo de la mano de Pahor , que este describe la vida dentro de los campos de trabajo donde llegaban los proclamados abiertamente antinazis, ellos eran identificados con un triángulo rojo. Este era el símbolo de las actividades concretas de oposición y resistencia.

Auschwitz era un campo de aniquilación donde hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes iban a encontrar la muerte.  Aunque algo tenían en común todos los campos, el exterminio en las cámaras de gas o la masacre lenta por medio del trabajo forzoso. La extenuación, la escasa y deficiente alimentación y el clima extremo colaboraban con esa pesadilla que ante tanta muerte diaria reparaban en la idea de lo que era el horror.

Pahor logró sobrevivir, eligió volver al pasado, así aterrado, confuso, pero resistente consiguió recubrir sus propias fisuras. Murió a los 108 años, indudablemente le ganó a la muerte.

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