La palabra uróboros deriva del griego oyrá-cola y borá- alimento. El término refiere a la imagen de una serpiente o de un dragón en forma de círculo, los cuales se muerden la cola. Este símbolo remite a la naturaleza cíclica de las cosas y la idea que todo finaliza para poder volver a iniciar. Así tal cual ocurre con los días y las noches, las estaciones del año. Quizás por ello los uróboros son seres simbólicos que se relacionan directamente con la naturaleza. Esta representación se remonta al año 5000 a C.
En el Antiguo Egipto aparecen uróboros grabados en la piedra de la cámara mortuoria de Unis o Unas (una pequeña pirámide que se levanta en Saqquara, la primera de las cuales contiene en su interior una serie de fórmulas religiosas nombradas como los Textos de las Pirámides) y que hasta allí solo habían sido conocidas por medio de la tradición oral. Unis fue un faraón que reinó durante más de veinticinco años. Su largo reinado formó parte de la V dinastía egipcia.
Los egipcios entendían a la muerte como un paso hacia la inmortalidad, quizás por ello estos símbolos junto a otros dibujos y textos representaban una especie de conexión con los ciclos de la naturaleza. Así como el sol nace y se pone cada día, Ra nacía cada mañana, viajaba al cielo y al atardecer moría para poder unirse a Osiris en el inframundo. El próximo día sería igual y así sucesivamente.
Aunque los uróboros también aparecen en la Antigua Grecia y en la mitología nórdica.
Arqueólogos han descubierto recientemente una jarra con un uróboro tallado que posee más de siete mil años de antigüedad cerca de las márgenes del río Amarillo, al este de lo que hoy es China.
Para lo hindúes los uróboros eran la efigie del ciclo de la vida, nacer y morir, reencarnarse y renacer. Aunque el karma y su concepto también podía ser explicado por medio de esta figura. Todo lo que se hace tiene un efecto, salir del círculo es alcanzar la iluminación.
Con el paso del tiempo este símbolo cruzó el Mediterráneo y recaló en Grecia, de allí su etimología. Para Platón (Atenas 427 a C.- 347 a C.) encarnaba la autosuficiencia, aunque también significaba autodestrucción por el acto que lo llevaba a devorarse a si mismo.
En Roma los uróboros simbolizaban el infinito. Así un año sucedía al otro.
Mitad blancos, mitad negros, representando la tierra y el cielo, el día y la noche, el bien y el mal, las estrellas y la oscuridad. Así como la serpiente muda su piel y rejuvenece su estructura, representa la fuerza masculina y femenina, la vida y la muerte y el vigor más primitivo, nacen las narraciones impregnadas de tradición de los uróboros cuidando las puertas del inframundo cual perros guardianes celosos de su territorio.
Movimiento y continuidad de la gran serpiente como símbolo de la creación del Universo que al morderse la cola parece autofecundarse.
La vida que encarna el fin y esa misma vida que se reanuda.
La completud de los ciclos.