Augusto Roa Bastos (Asunción, Paraguay 1917-2005) sufrió en carne propia las idas y vueltas de los gobiernos dictatoriales en su Paraguay natal. La literatura colaboró purificando los estados de abatimiento e indignación. Vivió exiliado más de cuarenta años. Su esencia fue la de un periodista, poeta, narrador, ensayista, guionista de cine; aunque con preferencia abarcó la docencia.
“Yo, el supremo” (publicado en el año 1974) refleja con estilo único la historia de los abusos políticos en su país durante la dictadura. Es considerada la mejor obra del autor ya que los diferentes capítulos de la novelan trazan de diversas formas la narrativa de los hechos. Una forma peculiar de escribir.
Es un testimonio del horror de la dictadura que con la profundidad del contexto describe la figura despiadada del “Dictador Perpetuo”. Se refiere a José Gaspar Rodriguez de Francia, aquel que gobernó con mano de hierro Paraguay durante casi tres décadas en el siglo XIX. Así Roa Bastos va hilvanando la realidad y la ficción desde el territorio donde la voz del “Supremo” es la única posible.
“El trueno entre las hojas” (publicado en el año 1953) es una colección compuesta por diecisiete cuentos que quedan sujetos bajo el título del cuento que le da nombre. Aquí regresan la alegoría y la objetividad. El cuento “El trueno entre las hojas” hace referencia al sentido cíclico del hombre en su relación con la naturaleza: el cielo, la tierra, el ser humano, los animales, el trueno etc. La cultura y la visión mágica del Universo en correspondencia con las tradiciones prehispánicas.
Por otra parte el cuento “El baldío” (publicado en el año 1966) quizás sea el relato realista y autorreferencial de Roa Bastos por excelencia. Con la crudeza y la brevedad de aquel que debe exiliarse, el baldío representa ese terreno sucio y hostil el cual solo recuerda la muerte. Puede aparentar ser un relato directo y lineal, no obstante el autor hace que su personaje principal arrastre a otro hombre, una pesada carga, un cuerpo ya sin vida dentro de un escenario peligroso y nauseabundo. Un camino duro que nos acerca a la derrota, sin embargo el llanto de una criatura inocente pone a prueba la realidad y la fuerza del espíritu.
Augusto Roa Bastos soñó desde el destierro con la libertad de expresión, la reivindicación de las luchas de los pueblos nativos, la preponderancia de la educación y la erradicación del analfabetismo. Cuando le fue otorgado el Premio Cervantes en al año 1989 con esos fondos creó una fundación que se dedicaba especialmente a fomentar la lectura. Él afirmaba que “… incluso en las sociedades avanzadas, he descubierto que los hispanoamericanos no sabemos leer. Hay fuerzas muy poderosas de la comunicación que dejan atrás el ejercicio irremplazable de la lectura, y ya no se usa como vía de conocimiento. La cultura de la imagen copa a los jóvenes; es difícil hacerles leer. Yo, sin embargo, creo que el libro sobrevivirá a esa agresión…”
Indudablemente Roa Bastos no se quedó solo con las palabras y la lectura, con ellas luchó fervientemente contra el poder opresor de las tiranías.