Un libro, “Ulises”, un día, el 16 de junio de 1904, en la vida de Leopoldo Bloom (o Poldy, el cual representa simbólicamente a Ulises), Molly Bloom (o Marion Tweedy la cual representa a Penélope) y Stephen Dedalus (el cual representa a Telémaco, el hijo de Ulises y Penélope en la “Odisea” de Homero).
Este “Ulises” (1922) se desarrolla en Dublín, el de Homero trajina por la mitología griega. Ciertamente es su apoyo.
James Joyce (Dublín, Irlanda, 1882- Zúrich, Suiza, 1941) nos guía por los caminos que se unen entre una y otra obra.
El motor de este relato es la palabra y los personajes se valen de ella con prolongada astucia. Son dieciocho capítulos, dieciocho historias que se van descascarando para que podamos ver entre sus capas.
El inicio da plenitud a un encuentro en un desayuno, a los ocho de la mañana (a las dos de la madrugada del día siguiente esta historia finalizará) de ese 16 de junio de 1904, entre Leopold y Stephen. La jornada transcurre con sus idas y vueltas, encuentros y desencuentros, cruces y laberintos.
Las sombras del crepúsculo traerán la presencia de Molly Bloom, y las voces albergarán sus propios demonios. Ese bucear en el interior de uno asistido por el ejercicio del monólogo, donde la mente juega un rol lejano dentro del campo de la realidad.
Irlanda era por aquel entonces parte del Reino Unido, donde un virrey concentraba el poder. Un territorio el cual presumía de su prosperidad, el otro solo intensificaba sus necesidades y se encontraba sumido en la miseria. Así, Leopold atesoraba una papa vieja y rugosa como símbolo real de la bonanza de su tierra. Un bien heredado de su propia madre.
James Joyce comenzó a escribir “Ulises” en el año 1941, tras el estallido de la primera gran guerra. Para ese entonces, Joyce ya llevaba más de diez años fuera de su Dublín natal; sin embargo, era su obsesión. Quizás por ello los personajes de “Ulises” la recorren y viven casi como si la divisaran con la ayuda de un dron.
La censura fue implacable con sus libros y cuentos, no obstante revistas de carácter vanguardista apostaron por la publicación con la modalidad de entregas semanales. Aunque la detracción continuó en formato de demandas salvajes de parte de los abogados que representaban a las editoriales.
Mucho tiempo después la libertad creativa triunfó y Joyce junto a “Ulises” ganaron la batalla, así como aquella que enfrentó a Polifemo en la isla de Circe, nacida de la inspiración literaria propia de la pluma de Homero.
“La gente aguantaba que les mordiera un lobo, pero lo que verdaderamente les sacaba de quicio era que les mordiera una oveja” (Frase del libro “Ulises” de James Joyce).
A menudo nada es lo que parece ser. Quizás por ello los críticos se han interesado en desmenuzar cada parte de “Ulises” de Joyce. Él por su lado, siempre afirmó que: “He escrito “Ulises” para tener ocupados a los críticos durante trescientos años”.
Así podemos preguntarnos:¿existen autores que tienen una forma diferente de escribir?, ¿su estructura y su estilo son verdaderamente inesperados?
La atención puesta en el fondo y la forma harán que esta lectura se transforme en realmente disfrutable.
En fin, un libro para leer y releer.