La Convencional Constituyente continúa el debate de quizás, dos de sus proyectos de reforma de la Carta Orgánica con mayor impacto en futuros comisiones, así como los de mayores implicancias políticas: la figura de la Vicenintendencia y la posibilidad de un ballotage o segunda vuelta en las elecciones ejecutivas municipales. En el caso del segundo, el trabajo ya avanza en comisiones con opiniones disímiles entre las y los convencionales. ¿Qué se gana y qué se pierde con una segunda vuelta en las elecciones municipales?.
Esta semana, y como parte del trabajo que las y los Convencionales Constituyentes llevan adelante en comisión, se discutió un proyecto que si bien se anunció en campaña por parte de Juntos por el Cambio, poco se ha hablado en estas últimas semanas: la posibilidad de generar una segunda vuelta en las elecciones municipales, con un sistema similar al provincial. Con presentaciones de diferentes expertos en la temática, los encargados de la reforma de la Carta Orgánica escucharon posiciones a fin de afirmar sus posturas.
En el caso particular de incorporar un sistema de ballotage o segunda vuelta, son varias las incógnitas que surgen a primera vista: ¿Cuáles serían los costos de un nuevo proceso electoral? ¿Presenta ventajas a la hora de pensar la legitimidad del espacio político ganador? ¿Qué antecedentes hay en la región?.
El primer punto, el costo adicional que generaría esta posible segunda vuelta, es un tema difícil de abordar con números si pensamos que la reforma está apuntada para las próximas décadas y la moneda argentina no es una de las más estables. Resulta extraño que la propuesta venga del espacio de Juntos por el Cambio, que aboga por la reducción del gasto público, ahora en el camino de sumar un nuevo costo al erario público. No obstante, el peso del costo para definir si se está a favor o no de la propuesta, dependerá de los beneficios que pudiese acarrear esta nueva elección: ¿ganamos algo las y los vecinos yendo dos veces a la urna o es simplemente una más de esas cosas que impulsa la “política” por beneficio propio?.
Pensemos entonces las ventajas que proponen los impulsores de la reforma. Desde Juntos por el Cambio, Ramiro Requejado detalló en su momento que esta posible doble vuelta reforzaría la legitimidad del gobierno municipal, dado que los comicios permitirían una nueva instancia de consulta ciudadana.
Si hacemos un repaso histórico por los procesos electorales de la capital de la provincia, veremos que Ushuaia históricamente ha tenido una fragmentación política bastante clara: en 2015 5 candidatos superaron la barrera del 10%, con una diferencia del 12% entre el primero y el quinto (Walter Vuoto, Héctor “Tito” Stefani, Damián De Marco, Liliana “Chispita” Fadul y Luis Antonio Castelli). El voto en blanco bien podría haber sido el sexto: 11.5% de los sufragios no eligieron posible intendente. 2019 es otra historia: con una diferencia por encima del 40%, Walter Vuoto superó a Gustavo Ventura de FORJA, seguido de “Tito” Stefani, Malena Teszkiewicz y Roberto Murcia. Aquí solo Ventura y Stefani pasaron la barrera del 10%, mientras que los últimos dos rozaron el 5%.
¿Qué nos muestran estos números? Particularmente, podríamos inferir dos cuestiones en sí: en el 2019 no hubiese sido necesaria una segunda vuelta, dada la diferencia abultada, mientras que en el 2015 hubiese desencadenado en un pandemonio de alianzas endebles para hacerse con la intendencia. Con un hipotético Vuoto-Stefani en ballotage hubiesen sido determinantes los avales de De Marco, Fadul, Castelli y hasta Fabiana Ríos, que cosechó el 7,3%, casi el doble de la diferencia entre los dos primeros. Si pensamos en las posibles alianzas de este escenario que nos imaginamos, no podríamos hablar a ciencia cierta de una gestión con mayor solidez institucional o legitimidad por parte del pueblo, sino de alianzas “atadas con alambre” que no perdurarían los primeros meses de gobierno.
Conectando con el punto de legitimidad, la Convención contó con el licenciado en Relaciones Internacionales y especialista en sistemas políticos comparados de la UNTDF, Julián Kelly. El licenciado, a su vez, participó junto a la Dirección Nacional Electoral en la implementación de las tan famosas y tan controversiales PASO.
Kelly trae a la luz un punto interesante: las votaciones en segunda vuelta o ballotage tienen un componente de votación negativa por sobre uno de votación positiva. En criollo, uno en la segunda vuelta vota muchas veces “para que tal o cual no gane” en oposición a elegir a su candidata o candidato favorito. Asimismo, al presentarse una reducción de las propuestas a elecciones, los números de este segundo proceso electoral no tienen una contraposición real con los apoyos de la plataforma electoral ganadora. Esto, en definitiva, falsea o altera la percepción del espacio político sobre sí mismo y puede derivar en período de inestabilidad política o tensiones artificiales.
Pasando a los ejemplos o casos similares en la región y el mundo, no hay casos aplicables a primera vista: existen algunos procesos electorales a alcalde con segunda vuelta en Francia, pero responden al sistema semi-presidencialista del país galo, que tiene diferencias tangibles con las formas electorales de Argentina. A nivel América Latina, aparece el caso de Brasil, donde las ciudades que superen los 200.000 habitantes tendrán una segunda vuelta en caso de no haber un candidato que supere el 50% de los votos o a sus contrincantes juntos. Por ejemplo, en San Pablo y Río de Janeiro en 2020, junto a otras 57 ciudades, se llevó adelante este proceso. En Perú, Chile y Uruguay, entre otros, el sistema es más cercano al argentino: se puede ganar por la diferencia mínima de votos.
Si vamos al propio territorio nacional, ningún municipio cuenta con proceso de ballotage, algo reservado para las elecciones presidenciales y con uso efectivo únicamente en 2015, luego de la reforma constitucional de 1994. Es más, solo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Corrientes, Chaco y Tierra del Fuego tienen este sistema a nivel provincial.
A ciencia cierta, no son claras las ventajas que presentaría el cambio en el sistema electoral municipal, si lo que se busca es reforzar la legitimidad de un candidato o fórmula a lo largo de su gestión. La atomización política propia de Ushuaia derivaría en grandes alianzas incómodas tendientes hacia el centro del espectro político, a fin de poder capitalizar la mayor posibilidad de aliados, convirtiendo un sistema con impronta plural en un pseudo-bipartidismo (una alianza de centro-izquierda contra una de centro-derecha cada cuatro años).
Si a esto le sumamos el gasto agregado y las nulas experiencias a nivel nacional, teniendo solamente Brasil como referencia comparable directa, parece que el experimento de Juntos por el Cambio no tendrá un buen recibimiento dentro de las otras fuerzas políticas, en esta búsqueda por incorporarlo a la nueva Carta Orgánica.