El miércoles 20 de octubre de 2021 leía con atención y curiosidad una noticia que contaba como un buzo había encontrado en el fondo del mar un verdadero tesoro arqueológico. Una espada de “…un metro de largo con una empuñadura de treinta centímetros…”, de hierro perfectamente conservada en el fondo marino de Ha Carmel (Israel). Los investigadores concluyeron que ella contaba con más de novecientos años y “…evidentemente pertenecía a un caballero cruzado…” (estos datos fueron aportados por Kobi Sharvit, director de la Unidad de Arqueología Marina de la Autoridad de Antigüedades de Israel).
El origen de las espadas se remonta a la antigüedad, los asirios (2100 a C. hasta 1800 a C.) contaban con monumentos que ostentaban héroes junto a sus espadas. Claro que su hoja era más ancha que las actuales y el material utilizado era el bronce. Desde entonces han desatado enfrentamientos, ganado y perdido batallas, defendido, ocupado o conquistado territorios, otorgado riquezas y soportado caídas. Algunas de ellas se han hecho famosas gracias a los hombres que las han empuñado en contra o a favor de su pueblo. Alternativamente han sido reales, pero también mágicas.
Las espadas más famosas parecieran ser: la espada de Damocles, esa misma que hasta refiere a una frase popular propia. Cicerón en el siglo I a C. contaba que Damocles era un miembro de la corte del rey Dionisio de Grecia, apodado ”El viejo”. Su lacayo era zalamero y envidioso, entonces el Rey decidió darle un escarmiento, le propuso intercambiar roles por un día. Así Damocles disfrutaba de un banquete, aunque también de las responsabilidades propias de tan noble investidura, pero al mirar hacia arriba vio como una espada colgaba de la crin de un caballo sobre su cabeza. Pronto se sintió contento de volver a su papel siendo un simple paje. Aprendió así que los cargos importantes conllevan implícitamente también una gran responsabilidad en cuanto a que cada decisión trae aparejada, consecuencias.
El Rey Arturo fue el feliz poseedor de la espada más famosa y mítica, la Excálibur (Ex Calce Liberatus que en latín significa: liberada de la piedra) esa que llegó a sus manos por medio de la Dama del Lago. Las primeras referencias literarias de Arturo se remontan a los poemas galeses que lo muestran como un héroe que dirigió la defensa de Gran Bretaña contra los invasores sajones a inicios del siglo VI. Ella tenía el poder de cegar a sus enemigos y su hoja curaba las heridas de su dueño.
La espada Gram fue la que usó Sigurd para matar al dragón Fafner, según cuenta la mitología escandinava. Fue hecha por el herrero mágico (Völundr). Ella fue heredada de su padre Sigmund, el único que logró sacarla de un tronco, donde Odín la había enterrado.
Las espadas del Cid Campeador (1048-1099) fueron la Tizona y la Colada, descriptas por los juglares a través del “Cantar del Mio Cid”. Estas ayudaron a Rodrigo Díaz de Vivar a luchar contra castellanos y árabes. Según los cantares la Colada fue olvidada en el campo de batalla y se perdió todo rastro de ella.
Así este elemento de defensa evolucionó junto a las diferentes etapas de la historia y se desarrolló en relación al momento histórico que se vivía.
Los seres humanos, espada en mano, se fueron abriendo camino y ellas terminaron siendo símbolo de lealtad, honor y valentía.
“Las espadas han sido concedidas para que ninguno sea esclavo” Marco Anneo Lucano (39 d. C. actualmente Córdoba, España, 65 d. C. actualmente, Roma, Italia).