Periodista de Tierra del Fuego.

Las vísperas de la Navidad son un tiempo ajetreado y enrevesado para la mayoría de las personas; estamos pensando la logística de las visitas familiares, renegando en la cocina para tener todo listo para la noche o quizás haciendo unas compras relámpago de algún presente que nos hemos olvidado. Mientras tanto, en una realidad paralela, la política ushuaiense estaba en el medio de su propia tormenta con una sesión “sorpresa” del Concejo Deliberante para volver a debatir un tema que no tenía ningún tipo de urgencia: el nombre de la Casa de la Mujer. Después de horas de barullo, cánticos y una sesión que parecía nunca arrancar pasó lo lógico: no definieron nada y tendrán que revisitar el tema en febrero.

En una especie de estratagema maestro la oposición tenía todo calculado. El plan era simple: alguien obtuvo la información que Juan Carlos Pino, presidente del Concejo, se había ido de vacaciones, por lo que llamar a una sesión extraordinaria les daba la posibilidad de votar contra el veto del intendente Walter Vuoto sobre el nombre “Pioneras Fueguinas” para el edificio ubicado en la Avenida Maipú.

Así, fueron preparando todo: casi todo el arco opositor salió a convocar una multitudinaria manifestación bajo el lema de “ponerle un freno a La Cámpora”. Con un escenario ideal y una jugada más propia del libro de sus adversarios, Javier Branca y Ricardo Garramuño se dispusieron a amargarle la Navidad al oficialismo. Solo había un pequeño problema… Pino si estaba en la ciudad.

¿Qué terminó pasando? Nada. Después de un par de horas donde militantes oficialistas y opositores se encontraron frente al Concejo Deliberante y una pequeña pero caótica sesión extraordinaria se llevó adelante, el pedido de insistencia al veto no prosperó y la Casa de la Mujer seguirá, al menos formalmente, sin un nombre definido. Mientras el resto del mundo se preparaba para pasar las fiestas la política, a contramano de la realidad, hacía un revuelo bárbaro para debatir algo que no tiene un impacto directo en la vida de los vecinos y vecinas de la ciudad.

En este momento complejo que atraviesa la sociedad, donde la economía no parece terminar de arrancar y la amenaza de las nuevas variantes de COVID-19 preocupa a más de uno, la oposición pensó que el mejor gasto posible de recursos y voluntades era cambiar un cartel en un edificio. Como ya mencioné en un artículo previo cuando se debatió el tema, el nombre debería ser secundario ante el rol del edificio y las funciones que se desempeñen en el mismo. Resulta fascinante y preocupante en partes iguales la poca conexión con la realidad de nuestros dirigentes a la hora de elegir que batallas políticas dar.

En este impulso para sacar una ventaja política, también generaron un caos en el centro de la ciudad. Los empleados del Concejo trabando las puertas de emergencia para evitar que la gente se les meta al edificio y la policía brillaba por su ausencia. Si bien no pasó nada, en este tiempo y era de división y posiciones extremas, dejar dos grupos de personas con ideas enfrentadas sin ningún tipo de separación es invitar al desastre.

Ahora, al menos hasta febrero donde seguramente tendremos una tercer parte a una saga que nadie pidió, el estatus de la Casa de la Mujer seguirá siendo el mismo. Formalmente, el edificio no tiene nombre a pesar de contar con un cartel que dice “Cristina Fernández”. Según dicta la lógica no podrá llamarse “Pioneras Fueguinas” dado que este proyecto que aprobó el Concejo Deliberante fue vetado y en su pedido de insistencia no consiguió los votos necesarios.

Quizás, más que seguir en un debate coyuntural por si un nombre si o no, lo mejor sería pensar un mecanismo un poco más efectivo, o al menos funcional, para la selección de nombres para edificios y espacios públicos. Ya sea con un sistema de votación voluntario a través de una aplicación, con un sorteo de un listado de posibles nombres o algún otro método, sería interesante que sea algo relativamente automatizado que no implique pérdidas de recursos, tiempo y debates innecesarios.

Hoy la gente necesita que la política se enfoque en sus problemas diarios. El nombre de la Casa, muy a pesar de los argumentos de un lado o el otro, no altera el funcionamiento del edificio. Preocupa y mucho ver esta desconexión entre sociedad y dirigentes, que parecen estar más preocupados en sacar ventajas políticas bajo metodologías que luego critican cuando están del lado receptor de las mismas. Esperemos que este «parate» hasta febrero le sirva todos y todas para descansar y reflexionar sobre lo que realmente importa, encontrándolos más enfocados y predispuestos a solucionar los problemas de la ciudad en 2022.

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