Periodista de Tierra del Fuego.

Hemos hablado de partidos y hemos hablado de candidatos en esta antesala que transitamos camino a las elecciones PASO. A medida que pasaron los días y semanas, con las distintas encuestas que fueron repostando la maquinaria del análisis político, una variable no tan explorada comenzó a hacerme reflexionar: ¿Tienen peso los apellidos en la política fueguina?.

Primero, me gustaría establecer un par de puntos a modo de contexto. Como bien sabemos, hay cierta lógica migrante en la provincia. Gran parte de los que vivimos en la isla, no nacimos en ella. Este proceso migratorio se replica a lo largo de los años, cuando una parte de nuestros jóvenes parte rumbo hacia al norte, en busca de una educación superior, no siempre volviendo a su lugar de origen. Así también, otros llegan con sueños de progreso y crecimiento personal a poblar la Tierra del Fuego, en una versión micro de “hacerse la América”. Si bien no hay una estadística que ponga números a mis palabras, todos hemos escuchado en algún punto este alegato y, como es mi menester ahondar en temas políticos a riesgo de aburrir al lector, trasladé este concepto al ámbito electoral.

Entonces, en una isla donde muchas veces la “gente está de paso” ¿cuál es el peso de los apellidos históricos en política?. Para empezar a diseccionar esta interrogante, tenemos dos casos bastante claros en este contexto de comicios: Liliana “Chispita” Fadul y Ricardo Garramuño. La primera, es conocida no sólo por el peso de la figura de Esther Fadul, sino por su larga y nutrida trayectoria como legisladora, convencional estatuyente y diputada nacional. El segundo, concejal desde 2015 y por la figura de su padre, Jorge Garramuño, intendente de la ciudad de Ushuaia en dos mandatos, luego siendo senador y diputado. Ambos, para sorpresa de muchos, han estado ofreciendo rendimientos más que buenos en las encuestas que circulan, posicionándose como la segunda y tercera opción en la gran mayoría de los casos.

Me gustaría comenzar, dado que “Chispita” es quizá el caso más interesante y que actualmente no ocupa un cargo público, analizando a la representante de “Somos Fueguinos”. Tercera en las encuestas y arañando la doble cifra en la mayoría de las proyecciones, es la primer opción de los independientes. Resulta fascinante explorar cómo una figura que no ha ejercido cargos desde 2013, donde finalizó su mandato como diputada de la Nación, todavía resuena tan fuerte en la provincia, más en este esquema de grieta, donde todo va a parar hacia el Peronismo o la oposición de Cambiemos.

Liliana Fadul es, con sus virtudes y defectos claro está, una de las piedras angulares sobre las que se funda la provincia de Tierra del Fuego como estructura política. Fue de las primeras legisladoras, participó en la elaboración de la Carta Orgánica Municipal de Ushuaia y representó los intereses del distrito en la Cámara Baja. ¿Cómo en una isla con constante recambio poblacional sigue pisando fuerte? Aquí creo que hay una variedad de factores que influyen. Si bien hay cierta preeminencia en sus votantes, al menos en mi teoría, de los llamados “antiguos pobladores”, también hay una nueva generación que se suma a una figura alejada de los escándalos que plagan el panorama político y una plataforma, más que de proyectos, de una forma de entender a la provincia y su futuro. “Chispita” para los que la conocen o los que han escuchado sobre ella, suele definirse como alguien que “muere en la suya”, una virtud muy apreciada en una actualidad de mucho “barrileteo” ideológico.

Por otro lado, aparece Ricardo Garramuño. Hoy, transitando un estadio similar al del hijo pródigo, se aventura por fuera del partido que lo vio crecer y fue la casa de su padre, para emprender una nueva aventura bajo el ala de Pablo Blanco en Juntos por el Cambio. Así, rompe con su partido de formación y pasa a las filas de un frente que no lo ve con ojos amables, sino como un disruptor y hasta un “falso opositor”. Esta transformación que hoy atraviesa el concejal mopofista puede ser que debilite las filas del MPF, arrastrando parte del apoyo original hacia ahora, una nueva fuerza política. Sin importar la opinión que pudiese merecer la maniobra, pudiendo apoyarla o llamarla una “pésima estrategia” como su contrincante dentro del mismo espacio Héctor “Tito” Stefani, lo cierto es que la figura de Garramuño nos lleva a pensar si hay cierta vinculación en este inconsciente colectivo del que hablaba Carl Jung, donde los arquetipos, símbolos e instintos pululan, entre su apellido y una visión positiva de gestión y trabajo en el ámbito político. ¿Son los nombres el quiebre a la política bipartidaria que tanto Juntos por el Cambio como el Frente de Todos propone?.

Sin importar la provincia, ciudad o distrito, cuando vemos las boletas vinculadas a los dos frentes principales en Argentina, sabemos de qué plataforma ideológica estamos hablando. El verdadero cambio de visión viene en base a cuál es nuestra postura frente a dichas posiciones política es. Por así decirlo, nuestra definición de bien y mal, al menos en esta esfera de la vida social, cambia la percepción del opuesto. Es por eso también, que en este pasaje de multipartidismo a bipartidismo que experimentamos, resultan tan interesantes los que “cambian de bando” como Garramuño o los independientes, casi inamovibles en sus convicciones, como Fadul. Mientras el domingo 12 de septiembre comparamos la veracidad de las encuestas e inferimos posibles resultados de cara a las elecciones generales de noviembre, una parte de mi seguirá pensando en este rol de las dinastías políticas en la provincia que muchos toman como la tierra de los migrantes.

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