Esta historia da comienzo durante una reunión de compañeros de escuela, en su conversación aparecen esas anécdotas típicas de la vida, los trabajos y el estudio. Hasta que uno de ellos (Michael) cuenta un cuento de “quién se ha llevado mi queso” a sus amigos. Este relata la vida de Fisgón y Escurridizo, dos ratoncitos que estaban atrapados en un laberinto. Claro que no estaban solos, allí también viven Kif y Kof, dos personitas tan pequeñas como los ratones. Para sobrevivir los cuatro deben encontrar el queso que está en el laberinto y de pronto, ¡allí está! en enorme cantidad, específicamente en la “Estación de Queso C”. Esa habitación tiene todo lo que se necesita para ser feliz. Todos los días los dos ratoncitos van en busca de su alimento. El futuro es hoy, el mañana está muy lejos, dicta la mente roedora. Pero el tiempo pasa y se dan cuenta que el queso se acabará, está quedando el de peor calidad. Así salen en búsqueda de más queso por todos lados (los lugares del laberinto), pero Kif y Kof no se preocupan en modificar la situación. Se bloquean, no comprenden qué ocurre. Kif entra en una etapa de negación y Kof trata que su amigo piense en positivo.
Los ratones descubren la “Estación de Queso N”. Kof se suma a ellos y traspone la situación adversa. Todo comienza de nuevo, la esperanza renace. Para levantar el ánimo de Kif, Kof escribe en la “Estación de Queso C”: Si no cambias, te puedes extinguir.
Kof deja como mensaje lo que el autor da en llamar “ las escrituras en la pared”, son pistas, rastros, pensamientos, frases que intentan motivar a su amigo.
Kof continúa explorando, solo orienta a Kif a encontrar el camino.
Esta historia desatará infinidad de reflexiones entre los amigos, que atravesarán esta parábola observando como Fisgón detecta con anticipación los desafíos, siempre está un paso adelante, Escurridizo busca el cambio y para ello es consciente que debe estar preparado. Kof se adapta, un verdadero todo terreno, móvil y maleable y finalmente Kif un negador, repetitivo, insistente, con pensamientos circulares y resistente a los cambios. Ya reza el dicho. Adáptate o muere y así terminó él, dejado atrás, aislado de todos y carente del poder de decisión.
“No es el más fuerte el que sobrevive, ni el más inteligente, sino el que responde mejor al cambio” (Charles Darwin 1809-1882, fue biólogo y naturalista británico)
Johnson, el autor de este texto, utilizó esta alegoría con el fin de mostrarnos la importancia que conlleva el cambio y el modo en que se le hace frente.
Esta obra fue publicada en 1998 y rápidamente se convirtió en un libro popular, pero el propio Johnson adaptó el texto a los niños en 2003 y logró una posterior edición para jóvenes.
En algún momento de nuestras vidas hemos tenido que tomar decisiones, claro que no nos referimos a aquellas intrascendentes, sino a esas que determinaron o determinan nuestro futuro.
Seguramente a la hora de proyectar encontramos un sinfín de posibilidades por ello la dirección supone avanzar, aún a pesar de los miedos, las inseguridades, las emociones y los bloqueos.
“Aquello a lo que temes no es nunca tan terrible como lo imaginas. El temor que dejas crecer en tu mente es mucho peor que la situación real” (¿Quién se ha llevado mi queso? de Spencer Johnson).